sábado, 29 de junio de 2019

PLANTAS SAGRADAS - Nuestro Organismo y las Fuerzas Astrales




En el instante mismo en que el seno materno se rasga y viene al Mundo un Ser Humano, córtese el cordón umbilical mediante el cual se había nutrido hasta ese preciso momento. Rápidamente las fuerzas astrales lo invaden y lo envuelven, ofreciéndole ese sello personal, único, característico que forma al individuo y que conserva ya por toda su vida terrena. Ese sello especialísimo que le imprimen las constelaciones bajo cuya influencia ha nacido, es el que permite más tarde, retornando a esa misma situación planetaria, formar su Horóscopo. En los primeros días del nacimiento, se opera una intensa revolución en el interior del pequeño organismo, donde luchan por acomodarse diferentes elementos, y esta lucha tenaz va dejándose traslucir en los colores de las Rosas o Chacras cuyo procedimiento biológico es muy interesante para ser observado por un Vidente... Acomodadas ya las fuerzas de estos elementos, y hallándose en marcha hacia su desarrollo este mismo organismo, se puede hacer un análisis alquimista capilar –tal como se ha descripto en nuestra revista- a los siete años de edad, y de este resultado se obtendrán deducciones sorprendentes y dignas de estudio que vienen a corroborar de manera inequívoca la segura influencia de los Planetas. 

Como existe, indudablemente, una conexión o cierta analogía maravillosa ente el reino animal y el vegetal, demostrada ya con el fenómeno de la pantogamia, no hay más que tomar el jugo selectivo de ciertas Plantas, por igual procedimiento que tenían los antiguos alquimistas Rosa Cruces, y exponerlo a la impresión astral, en donde podrá advertirse de manera clara y precisa, ese notable parecido o analogía. Por ejemplo: si una persona, dentro de su aspecto astrológico, se encuentra bien influida por el Sol, Marte y Saturno, procedemos a hacer una solución que contenga Oro, Hierro y Plomo, que son los metales que a ellos corresponden, respectivamente. 

A esta solución hemos de añadir una gota de sangre del individuo y otra de jugo de Plantas relacionadas con dichos astros, como son el Fresno, el Roble y el Pino. Todo preparado, no hay más que verificar nuestra experiencia con el papel de Filtro y aguardar el cuadro sintético que nos ofrezca. Terminada la experiencia, observamos por el dibujo que en la sangre falta Plomo, es decir, que la atracción de Saturno no es lo suficientemente pronunciada, lo cual se ha traducido en un malestar del pulmón. En este caso, hemos de ayudar a dicho organismo con un extracto de Pino que alquímicamente se haya obtenido en horas armoniosas con Saturno, para conseguir que el enfermo mejore y aun sane de su dolencia, cuya evolución la irá ofreciendo el cuadro sobre el papel de Filtro a medida que, a su vez, se vaya tronando armónico. 

Tenemos, pues, de este modo, un sistema completamente nuevo para diagnosticar y curar. Pero a todo esto se nos podrá objetar que sería mucho más fácil llevar esos metales directamente a la sangre por inyecciones intravenosas, tal como lo hace la Medicina corriente con el Oro, el Bismuto y el Mercurio en los casos de sífilis. Nosotros responderíamos que jamás los Rosa Cruces procedieron de tal manera, por cuanto el metal bruto no puede ser asimilable mientras no sea fisiológico – podría decirse -, porque ya ha sido absorbido o asimilado por otro organismo distinto. Sobre este punto, recordamos una experiencia que hace muchos años realizamos en México. 

Se sabe que el Hierro, considerado como Medicamento, es de lo más útil que pueda hallarse para combatir la anemia. De ahí que los médicos traten de suministrar en cada preparado de este metal, pero sin tener en cuenta que el resultado es nulo o de mínimos efectos a consecuencia de la forma en que se recetan dichos productos. Esto me hace afirmar, que cuando un enfermo mejora con esta medicación, mejora indudablemente a pesar de ella... Sin embargo es forzoso suministrar hierro... Si para conseguir esto fuera factible dar al paciente una libra de clavos, es seguro que habría de expelerlos del mismo modo que los ingirió sin que la sangre percibiera apenas, ligeros residuos de sus componentes. No obstante – como nos sucedió en México – podemos hacer la siguiente experiencia: Tomamos de una fragua, por ejemplo, virutas de hierro, las depositamos en agua y una vez que esta agua la consideramos bien impregnada del expresado metal, arrojamos en ella granos de trigo o de maíz. Estos granos, después de absorber el líquido conductor del hierro, lo ofrecemos de alimento a las gallinas las que a su vez, asimilando esta substancia ferruginosa en la albúmina, han de producir unos huevos hermosos de yema casi roja. 

Cuando esto se logre generalizar – pues sólo nosotros lo tenemos hecho como experimento aislado – tenemos ya el Hierro Fisiológico que dado así a los enfermos, lo aprovechan en su mayor intensidad, logrando una firme y segura mejoría. Esto mismo lo efectúa la Naturaleza con las plantas... Ellas absorben los metales del suelo donde germinan asimilándolos en forma de sales que emulsionan con sus esperma o semen, y si luego nosotros ingerimos infusiones de esas Plantas, venimos a recibir y a similar a la vez los mismos metales que ellas absorbieron y que ya nos proporcionan en estado fisiológico. Para ello basta analizar cada Planta por medio de la Química. Conociendo los componentes de aquellas que más nos interesan, es bien fácil aplicarlas luego con un cierto positivo resultado. A veces suministramos la misma medicina que lo haría la medicina corriente con su sistema alopático, pero nunca en la forma material que ella emplea, es decir, tal como ofrece sus productos la farmacia. Nosotros, cuando conocemos que un enfermo necesita yodo por el mal funcionamiento, por ejemplo, de la glándula tiroides, se lo damos en esta forma fisiológica por medio de un alimento cualquiera que previamente nos sea conocido como tal portador de yodo. 

La Naturaleza es bien sabia realmente y tiene leyes fundamentales a las que todo debe ser sometido. Sin embargo, hay plantas malas, perversas y dañinas que, viniendo de otros astros, hicieron traición esquivando la Ley y entonces fueron arrojadas al mar para su purificación, donde germinan impregnadas de Oro y Yodo. Tomadas luego, resultan ser un gran alimento curativo como sucede a la Planta Marina de Chile denominada Cuchayuyo. En algunos casos logramos idénticos resultados y hacemos cambiar por completo el cuadro morboso, con Acacia y extracto de Rosas cuya eficacia es indudable en ciertos enfermos en los que produce sorprendendes resultados. 

Nuestra vida, nuestra naturaleza, pugna constantemente por la armonía en justo equilibrio para que todas las fuerzas en nosotros, cumplan su sagrada misión y como la enfermedad es un producto de la desarmonía o discordancia que provocan esas mismas fuerzas cuando les falta su necesario ajuste o sincronismo, no hay más que lograr de nuevo el perdido equilibrio, utilizando simplemente los medios más inofensivos, pero más eficaces y provechosos. He aquí cómo las fuerzas astrales que nos invaden al nacer, pueden ofrecernos en todo instante, por esa analogía maravillosa entre el reino animal y el vegetal, los medios necesarios para que nuestro organismo se mantenga en equidad forzosa y guarde una constante nivelación de fuerzas, que es la salud, tan deseada para nuestro desenvolvimiento en la vida. Porque, cuidar de nuestra vida y prolongarla, es rendir culto a Dios, es adorarle en mitad de la Naturaleza infinita, ya que ello hacemos una justa defensa de sus Leyes y Mandamientos.

Dr. KRUMM-HELLER - V. M.

INTRODUCCIÓN - PLANTAS SAGRADAS



El concepto de Pluralidad de los Mundos popularizados por Flammarión, pero tomado como idea de los Rosa Cruces, se va extendiendo de día en día y adquiriendo a cada paso mayor número de prosélitos. Últimamente la Ciencia Oficial, ha tomado este asunto con verdadero interés y ya se comienzan a efectuar investigaciones serias en este sentido. No cabe duda que, frente al inmenso Universo, sería una pretensión ridícula suponer verdaderamente que sólo nuestro mísero planeta tuviera habitantes y vegetación y que todos los demás, en absoluto aislamiento, no fueran sino bellas lamparitas colocadas al azar en el ingente espacio... Debe haber una vida animal y una vida vegetal en todas partes. Lo único que puede existir es una desigualdad de manifestación, ya que otras condiciones reclamarían otras especies, otra flora y otra fauna. 

Habrá estrellas, en que la Materia haya subsistir en otros estados, ya más densa, más dura o ya más sutil, vaporosa y espiritual, pero se asegura su existencia y siempre ha habido entre esos Mundos una indudable comunicación. Esta comunicación que mencionamos, no es precisamente telegráfico – inalámbrica, como se pretende establecer con Marte. Es de otra condición bien distinta y ya el Adepto comprende a qué nos referimos... Hace unos cincuenta años que Swante Arrhenius, el célebre sabio, probó por primera vez la influencia de la Luna sobre diversos metales, y siendo ya Rosa Cruz, fue él quien lanzó el soberbio principio de la Panspermia en su Cosmofísica, mediante el cual sostiene que el germen de la vida en su genuina manifestación sobre nuestro Planeta, viene de otros Mundos y otros Astros como lluvia atómica que mansamente cayera sobre la tierra expectante. Probó, asimismo, que la Luz era el conductor de estos gérmenes minúsculos que al encontrar en nuestro Globo las condiciones necesarias, hubieron de florecer dando origen a las plantas como semilla -según Arrehnius- cruzan y atraviesan constantemente por el espacio cósmico, que al llegar aquí influencia toda la especie, ya directa, ya indirectamente. 

Esta extraña afirmación fue acogida por la mayor parte de los hombres de Ciencia, como algo fantasmagórico, pues sostenían que algunos planetas estaban tan alejados de nuestro Mundo, que se requerían miles de años para que tropezaran y dieran en esta tierra sustancias germinativas. Fue éste un argumento de verdadera consistencia que oponer a lo expuesto por el famoso Arrhenius, viniendo a quebrantar con toda pesadez su teoría, hasta el doctor Lippmann, notabilísimo geólogo, hubo de encontrar en ciertas capas cámbricas de edades verdaderamente primarias que estaban expuestas o situadas en la superficie desde hacía millones y millones de años, sedimentos germinativos y semillas fosilíferas que, puestas de nuevo en condiciones de absorber calor y humedad, brotaron naturalmente. He aquí que este semillero fósil, durante tal cantidad de años había estado sin aire, sin luz, sin las circunstancias precisas para que la vida fuera manifestada; pero como el germen estaba vivo y latente aunque aletargado y dormido, volvió a florecer dando por resultado que en la época actual se hayan obtenido multitud de plantas cuyos poderes vivieron hace tantos miles de siglos. 

El mismo Lippmann exclamó al ver germinar sus semillas: Ya no hay argumento posible contra la Panspermia de Arrhenius. Otra oposición razonada que se lanzó al frente de esta misma tendencia, era el frío que debe existir en ciertas regiones del espacio como acción contradictoria para la vida del germen, cuando nuevos experimentos llevados a la práctica nos dieron como resultado la prueba evidente de que hay semillas formadas en tales condiciones que pueden soportar hasta el grado cero absoluto. No hay, por consecuencia, después de prolongados estudios relativos a esta materia, quien haya sostenido un solo argumento contra el principio lanzado por Arrhenius, que no haya sido deshecho por una nueva comprobación científica. 

De aquí que nos sea posible afirmar con toda exactitud, que la vegetación de la Tierra procede indudablemente de otros planetas y, en particular, de aquellos que se encuentran más cerca de nosotros. Sabemos, también, que una Planta conserva siempre el alma de la familia o del grupo que le distingue y que sus sucesores han de ser, necesariamente, de iguales condiciones y tendencias. 
Si la semilla venida de Marte ha traído hierro consigo, y en éste todas las Plantas marcianas son ferruginosas, las de Venus han de estar necesariamente cargadas de sílice en cierta forma que estimule la vida, como las de Mercurio han de ofrecer el metal de este mismo nombre, y así tenemos cómo distinguir cada planta por su planeta. 

Por último se ha comprobado, que hierro y mercurio existen en todas partes de la atmósfera, pero en mayor cantidad en algunas Plantas, y esto es lo que no pueden explicarse los sabios que hasta ahora se han mantenido al margen de nuestras teorías. Sin embargo, la Astrofísica ya ha podido ofrecernos un análisis completo de los minerales que existen en los distintos planetas, cuyos rayos impresionan el prisma de modo diferente. Nosotros, los Rosa Cruces –como ya se ha demostrado en nuestra Revista – vamos más lejos y analizamos el efecto de la impresión de los planetas según su aspecto entre sí, para luego encontrarnos que las Plantas que les corresponden tienen también en su impresión las mismas características. Con ello queda probada la base científica que tienen en Medicina los preparados alquímicos. Nuestra vida y hasta cierto punto salud, dependen de la influencia de los astros, y cómo éstos impresionan en el contenido o en la composición de los metales que llevamos en la sangre y en las hormonas, de ahí la necesidad de ponernos en contacto o buscar la armonía necesaria para desterrar la enfermedad – que es desarmonía- tomando los jugos de esas Plantas como componentes astrales que son. Hemos justificado con lo expuesto, la base primordial de nuestra terapéutica, descorriendo en parte el velo misterioso que a todo lo envuelve, para ir exponiendo la Verdad por caminos científicos, que es la única forma de establecer un convencimiento amplio que rompa la atrevida creencia de que todo cuanto se relaciona con nuestras enseñanzas tiene un fondo nebuloso de superchería. La Ciencia Oficial no es toda la Ciencia. 

Desechar todo aquello que no esté catalogado por la primera, es un absurdo, mientras que abrir nuestro espíritu sin apasionamientos ni prejuicios a toda nueva teoría, por hipotética que parezca, y estudiarla y contrastarla, es obra honrada que traduce fielmente al sano investigador. En manos de todos ponemos este Libro. Tras él estaremos nosotros siempre dispuestos a llevar a la práctica cuanto dejamos sentado. Sólo ha sido nuestro fin, ofrecer a la Humanidad unos conocimientos de que carecía, por si esta siembra de ahora se convierte alguna vez en abundante cosecha que redunde en beneficio de todos los que sufren. 

Este libro, al principio algo reservado de intento, pero ameno al final, podrá parecer al profano como un reclamo; pero es para el espiritualista una lección más en el camino inicial, si sabe, como siempre, leer estas líneas.

Dr. KRUMM-HELLER - V. M.

CONCENTRACIÓN Y MEDITACIÓN - INTRODUCCIÓN




La mayoría de las grandes religiones y filosofías han puesto de relieve la importancia del desarrollo de la mente, mas ninguna lo ha hecho tan a fondo como el budismo, donde esta actividad no sólo ocupa un primer lugar entre los quehaceres del discípulo estudioso, sino que forma parte integrante de la vida cotidiana del más humilde de los seguidores del Gran Iluminado. Tal actitud es de sentido común, pues no cabe duda de que sólo en una mente del todo desarrollada y purificada pueden apagarse las llamas de la ira, la concupiscencia y la ilusión, y sólo en ella también puede eliminarse la causa del dolor. El sistema conocido en Occidente por el nombre de budismo se basa en la suprema Iluminación lograda por el Buda a través de la meditación. 

¿Cómo podremos alcanzarla nosotros, si no es siguiendo un idéntico camino?. 

Para apreciar la importancia de la meditación en el budismo, basta con detenerse a considerar las expresiones que, en cierto modo, compendian las doctrinas del Maestro. Por ejemplo, «Dana, Sila, Bhavana», se cita a menudo como uno de esos resúmenes. En orden de importancia ascendente, viene primero dana, la caridad universal; luego sila, la estricta moralidad; y en tercer lugar bhavana, el desarrollo de la mente. Otro ejemplo lo constituyen estas palabras: «Cesa de hacer el mal, aprende a obrar el bien, purifica tu propio corazón; tal es la religión de los budas». 

Nótese que, una vez bien asentados los principios éticos, la «purificación del corazón» es la etapa siguiente hasta la Meta. Es verdad que de alguna manera las distintas etapas deben recorrerse simultáneamente. No es necesario haber alcanzado la perfección ética para ponerse a meditar, ya que sólo la meditación puede proporcionar la sabiduría y fuerza indispensables para dedicarse a la propia purificación. Pero, por otra parte, conviene dar esos diversos pasos en el orden señalado por Buda, pues no es posible cosechar plenamente los frutos de la meditación sin haber antes superado las etapas preliminares. Todo esto se aplica en particular al compendio del modo de vida budista, aún más famoso que los citados, que ya de antiguo se denomina «La Noble Senda Óctuple». Los ocho «miembros» o «ramificaciones» de esta Senda suelen presentarse con frecuencia reunidos en tres grandes grupos. He aquí su esquema:


Como puede verse, la meditación, término que engloba las tres últimas «ramas» de la Senda, no es sólo una parte integrante del budismo, sino el verdadero punto cumbre de sus doctrinas, preceptos y prácticas. Únicamente por su medio es posible alcanzar la perfección y, tras paciente labor, llegar a rasgar el velo final para que brille definitivamente en nuestro interior la luz del Buda. En suma, el campo propio del desarrollo mental se extiende entre un hombre de cultura media y su ulterior evolución espiritual, haciendo de puente entre la perfección meramente mundana, por dorados que sean los grilletes del samsara, y el mundo interno de la Realidad, donde, en los umbrales del Nirvana, el hombre contempla por vez primera el auténtico rostro de la ilusión que dejó atrás. 

  La importancia de una motivación recta 

«Prepárate, porque tendrás que viajar solo. El Maestro no puede sino indicarte el camino». 
Purificar el corazón no es tarea fácil, y el camino por recorrer para lograrlo es, como lo indican estas palabras de La voz del silencio, largo y solitario. Por fuerza ha de ser un camino arduo, pues es preciso domeñar los caballos desbocados de la mente, descubrir y eliminar las faltas más menudas. En esa Vía hay peligros, y hay quienes sucumben a ellos. W. Q. Judge escribe en Culture and Concentration: «Es necesario recorrer inmensos campos de investigación y experiencia, afrontar peligros insospechados y fuerzas desconocidas; todo debe superarse, porque en esta batalla no se pide ni concede cuartel». El premio, no obstante, vale la pena: liberarse de la tiranía de las ataduras terrenas y. con un alma que «presta oídos a cada grito de dolor, como el loto que abre su corazón para beber el sol de la mañana», unirse a esa invisible Hermandad cuya sabiduría espiritual forma un muro protector en torno de los hombres. Sólo con este motivo, por vaga que sea la manera en que lo formule nuestro espíritu, es prudente abordar la práctica del desarrollo mental. 

El conocimiento y el poder que éste confiere constituyen una fuerza neutra, que se convierte en buena o mala según el uso que de ella se haga. Empleada rectamente, es un ancho sendero hacia la perfección; pervertida, puede llegar a transformarse en un infierno que supera todo lo humanamente imaginable. Entre ambos extremos, la pura benevolencia y el egoísmo absoluto, se da una variada gama de motivaciones que, tarde o temprano, deberán erradicarse de la mente: el deseo de adquirir una superioridad sobre los demás, ya en la propia estima, ya en la competencia objetiva de los asuntos terrenales; el ansia de huir de la monotonía del deber diario o, con más frecuencia entre las mujeres, aliviar el tedio de una existencia sin ideales; o también el afán de emprender alguna nueva «hazaña» con la que divertirse y divertir a otros amigos tan hueros como uno mismo. Todos éstos son modos diversos de prostituir una facultad sagrada, cuyo abuso es la esencia de la magia negra y un gran paso en el camino hacia la muerte espiritual. Sólo hay un motivo recto para el desarrollo de la mente: la inteligencia de la naturaleza y finalidad de la evolución del hombre, junto con la voluntad de acelerar esa evolución, para que toda vida alcance cuanto antes la Luz. 

Así pues, que cada estudiante haga aquí una pausa y reflexione bien antes de embarcarse en esta ciencia suprema, esta etapa final de la ascensión hacia la Meta. Que se cerciore igualmente, antes de lanzarse en pos de lo Inmutable, de que ya no le interesa un mundo veleidoso y sólo ansia renegar de las zozobras del pasado para encontrarse cara a cara con la Realidad. Algunos llegan a esta encrucijada impelidos por un conocimiento demasiado íntimo de la verdad del dolor; a otros les mueve una comprensión intelectual del carácter ilusorio de los fenómenos y el deseo de descubrir el Noúmeno que se oculta tras ellos; a otros, finalmente, los arrastra la llamada apremiante de la pura compasión, el anhelo de dedicar sus vidas a reducir en lo poco que puedan ese «inmenso mar de aflicción que forman las lágrimas de los hombres». 

Únicamente los últimos pueden estar seguros de internarse en la Vía por el motivo recto, pues sólo ellos, en quienes la blanca llama de la compasión arde sin riesgo de extinguirse, están en grado de apreciar que «vivir en beneficio de la humanidad es el primer paso», y por eso en todo tiempo prestan oídos a la voz de la Compasión que les susurra: «¿Acaso puede haber bienaventuranza cuando todo lo que vive sufre?. ¿Podrás salvarte oyendo el llanto del mundo entero?». Una vez emprendida la Vía no hay componenda posible. Una vez que nuestras plantas han hollado la senda que conduce a la Iluminación, los apegos mundanos quedan atrás. Moverse demasiado de prisa implica intensificar indebidamente la fuerza de los atractivos a que hemos renunciado. Por tanto, antes de emprender el viaje, procuremos que nuestra mente y nuestro corazón sean sinceros en sus aspiraciones y, sobre todo, que sus motivos sean puros. Según el testimonio de quienes la practican, la meditación tiende a romper las cadenas del sufrimiento elevando nuestra conciencia a un nivel en el que ningún dolor puede ya hacernos mella. Más no es éste el motivo que ha de llevarnos a la Meta. 

Escoge la Vía por sí misma, antes de entrar en la vida. La motivación recta es siempre impersonal; impersonal es también la aplicación de la voluntad a eliminar todo dolor, sin pensar más de lo debido en el propio. El motivo recto es un esfuerzo por descubrir en cada forma de vida esa «Esencia de la mente» que, como indica el sutra de Hui-neng, «es intrínsecamente pura». «La Luz está dentro de ti — decían los hierofantes egipcios —, deja que la Luz brille». Hacer que aflore este conocimiento en todas las formas de vida y mostrar el camino para lograrlo es el fin que se proponen todos cuantos siguen los pasos del Gran Compasivo.


Autodesarrollo y servicio

No nos dejemos engañar por la falsa antítesis que resulta de la vinculación de estos dos términos: autodesarrollo y servicio, los ideales respectivos del arhat y el bodhisattva. Por un lado, nadie puede servir a los demás sin haber antes dominado de alguna manera sus propios instrumentos; por otro, todo autodesarrollo y purificación serán vanos mientras subsista en nosotros un solo pensamiento egocéntrico. Una vez más, el auténtico sabio camina por la Vía Media, ya que su existencia es un feliz alternar entre introversión y extraversión, entre vida subjetiva de meditación y vida objetiva de servicio. En éste, lo subjetivo se libera, y no obstante el servicio pierde su valor si no lo actúa una inteligencia iluminada por la meditación.

Meditación y oración

La mayoría de los occidentales han nacido y se han educado en el cristianismo, que durante la infancia les inculcó la práctica de la oración. Esta palabra tiene muchos significados, distintos según el desarrollo espiritual de cada individuo, pero su esencia, salvo en el verdadero místico, es siempre súplica a un Ser o Poder exterior. La meditación carece de ese elemento de importunidad, de instancia para recabar lo que uno no posee. La plegaria, en el mejor de los casos, traduce un anhelo del corazón; la meditación, por su parte, endereza el rumbo de la mente, suscitando así el conocimiento que nos permite adquirir lo que deseamos con intención pura. El que medita no precisa de guía, porque sabe que una mente limpia puede recurrir a la Sabiduría que mora en su interior; ni ambiciona virtudes, que por lo demás le vendrán con la meditación misma; ni tampoco intercede por otros, consciente de que sin ayuda de nadie será capaz de asistirlos en la medida en que lo permita el karma de cada uno. En suma, la oración eleva el espíritu, y su mejor resultado es el Místico; la meditación, con el juicioso servicio que la acompaña, producen al Sabio. Hay un punto, sin embargo, en que ambos métodos confluyen. Si por oración entendemos «un elevarse al nivel de lo Eterno», o incluso, si su anhelo es impersonal, «sincero deseo del alma, expreso o tácito», deja entonces de ser oración en el sentido ordinario de la palabra y asciende al plano de la meditación. Lo que distingue entrambos niveles es el elemento de súplica a un poder externo, ajeno a una unión consciente con el Dios interno.

  La naturaleza del Yo 

«Conócete a ti mismo», decía el oráculo de Delfos. El camino de la meditación es el camino del conocimiento, y el fin de todo conocimiento verdadero es encontrar el Yo dentro de nosotros e identificarnos con él. Por eso reviste una extrema importancia llegar a conocer de algún modo la naturaleza del Yo y sus formas, si de veras queremos entender los fines e introducirnos en la técnica de la meditación. El análisis más sencillo del Yo es el de san Pablo, que distingue entre «cuerpo», «alma» y «espíritu». El primero sirve de receptáculo a nuestra compleja personalidad; la segunda constituye todo aquello que consideramos como el Yo superior; en cuanto al «espíritu», podría muy bien ser lo que el Buda llamaba el «Nonacido, No-originado, No-creado y No-formado». Estos nombres carecen de validez intrínseca, sólo son «maneras de hablar, definiciones de uso corriente», como decía el propio Buda al exponer su doctrina del Yo a Potthapada, el mendicante.Aquello de lo que las demás cosas son «vehículos» o formas. Es muy fácil pensar en el hombre como en algo que tiene alma o espíritu, pero en realidad cada hombre, cada forma de vida, es por esencia una chispa de gran Llama, «un fragmento del Indiviso, arropado en las prendas de la ilusión». De ahí la riqueza de las analogías y símbolos empleados para describir la evolución (la palabra en sí misma significa «desenvolvimiento») como revelación de un esplendor ya existente, un descorrerse de los velos que encubren la Realidad. No sin razón resume el Oriente toda su sabiduría en la frase: «Hazte lo que eres». Este Espíritu no es mero atributo. 

Conocido en la India por el nombre de atman, es nuestra esencia misma, pero sólo en su carácter de aspecto indivisible de ese Todo innominado que ningún individuo puede reivindicar como exclusivamente suyo. Tal es el fundamento de la doctrina budista del anatta, el «no atta» (atman), encaminada a disipar la ilusión de que pueda haber algún principio permanente en el hombre, de que entre a formar parte de su composición un solo atributo que lo distinga eternamente de otras formas de vida. En suma, el Espíritu, como el Nirvana, ES. Y cada forma de vida, superior o inferior, no es sino manifestación cambiadiza del eterno Inmanifestado. El Uno, sin embargo, se hace patente en lo Plural, y cada chispa de la Llama se rodea de varias envolturas o cuerpos de creciente densidad. El más tenue de los velos es buddhi, sede de la intuición, que junto con manas, la mente, constituye lo que puede llamarse el «Yo superior», en contraste con la complicada personalidad cuyo ropaje final es el cuerpo exterior de barro. 

Cada uno de estos cuerpos posee una vida y forma propias, que hacen un todo complejo, un Universo en miniatura y, por ende, la clave de toda Sabiduría aún latente. Por desgracia para nosotros, los deseos de estos «vehículos» son a menudo, en las primeras etapas de la evolución, incompatibles entre sí e invariablemente contrarios a los intereses del Yo. El cuerpo es presa de sus groseros instintos físicos; la naturaleza emotiva o pasional anhela una intensa vibración que la estimule; la mente racional, el entendimiento, reclama a su vez el alimento que le es propio y, como potro sin domar, se encabrita ante cualquier tentativa de sujeción. Esta personalidad compleja, skandha en la terminología budista, libra una batalla perenne con el Yo superior por el dominio del conjunto, pero hasta que los «vehículos» superiores no triunfen definitivamente, el Yo total, lento en evolucionar, será incapaz de consumar su destino y «contundir la gota en el Océano, el Océano en la gota».
La mayoría de los hombres se dejan de tal suerte absorber por las instancias egoístas de su personalidad inferior, que han acabado ciegos a toda perspectiva de aquella Edad de Oro de la perfección espiritual a la que están llamados a regresar, y en ellos ni siquiera asoma todavía el sentimiento de una dualidad en pugna, de una incesante contienda interior. 

Pero, tarde o temprano, la lucha se entablará y proseguirá hasta su conclusión en ese campo de batalla que es el corazón humano. Tal es la guerra que se describe en el Bhagavadgita, y también el punto de confluencia de la mayor parte de los poemas, leyendas, mitos y alegorías que recuerdan al hombre su herencia espiritual. Quienes no desean combatir deben esperar a que nazca en ellos el valor. Como escribía en cierta ocasión el Maestro M. a A. P. Sinnet, «la vida discurre entre multitud de conflictos y pruebas, pero quien nada hace por superarlos no puede aspirar a obtener victorias». Ninguna otra cosa es tan apasionante, ninguna otra tiene un valor tan decisivo, porque, como lo proclama el texto del Dhammapada, «por más que uno triunfe mil veces contra mil hombres, quien se conquista a sí mismo es el mejor guerrero». 

Paradójicamente, el Yo no combate en esa batalla. Ya lo dice La voz del silencio: «Las ramas del árbol son agitadas por el viento, mas el tronco permanece inmóvil». Cuando toda nuestra fuerza de voluntad se endereza hacia fines altruistas, los inquietos vehículos inferiores van poco a poco alineándose, hasta permitir, de lo más alto a lo más bajo, un flujo ininterrumpido de Vida, que hace del hombre foco de luz para el mundo, fuente de espiritualidad para todo el género humano. Crear esta línea perfecta es uno de los objetivos de la meditación. Ahora bien, la conciencia puede funcionar en cualquier nivel donde disponga de un instrumento. La mayor parte de los hombres viven en el plano de sus emociones o, a lo sumo, de su mente inferior. Por la meditación se eleva el nivel de la conciencia, que alcanza primero la mente superior, sede de los pensamientos e ideales abstractos, y luego, en ráfagas de satori, como lo llama el budismo Zen, paulatinamente remplazadas por un estado continuo, el plano de la intuición o Conocimiento Puro, donde la reflexión no es ya necesaria y donde el cognoscente se identifica con lo que conoce, formando un solo todo. Desde este punto de vista, la técnica de la meditación podría llamarse cultivo de la conciencia. 

El terna del Yo volverá inevitablemente a surgir a lo largo de estas páginas, pero lo dicho hasta aquí basta para servir de base a la instrucción práctica que vendrá después. Aplicando la ley de la analogía, «como arriba, abajo», el estudiante comprenderá cada vez mejor la índole de su propio ser, lo que le permitirá controlar con más facilidad los vehículos inferiores. Ha de cuidar, no obstante, de que un excesivo estudio no le lleve a una actitud mental egocéntrica. Como se dice en La luz de la Senda, el verdadero motivo para tratar de conocerse a sí mismo se relaciona con el conocimiento, y no con el Yo. «El conocimiento de sí merece buscarse por ser conocimiento, y no por pertenecer al Yo». De cara a esas tres divisiones, debemos comenzar nuestra reflexión por  Aquello de lo que las demás cosas son «vehículos» o formas. Es muy fácil pensar en el hombre como en algo que tiene alma o espíritu, pero en realidad cada hombre, cada forma de vida, es por esencia una chispa de gran Llama, «un fragmento del Indiviso, arropado en las prendas de la ilusión». De ahí la riqueza de las analogías y símbolos empleados para describir la evolución (la palabra en sí misma significa «desenvolvimiento») como revelación de un esplendor ya existente, un descorrerse de los velos que encubren la Realidad. No sin razón resume el Oriente toda su sabiduría en la frase: «Hazte lo que eres». Este Espíritu no es mero atributo.

Conocido en la India por el nombre de atman, es nuestra esencia misma, pero sólo en su carácter de aspecto indivisible de ese Todo innominado que ningún individuo puede reivindicar como exclusivamente suyo. Tal es el fundamento de la doctrina budista del anatta, el «no atta» (atman), encaminada a disipar la ilusión de que pueda haber algún principio permanente en el hombre, de que entre a formar parte de su composición un solo atributo que lo distinga eternamente de otras formas de vida. En suma, el Espíritu, como el Nirvana, ES. Y cada forma de vida, superior o inferior, no es sino manifestación cambiadiza del eterno Inmanifestado. El Uno, sin embargo, se hace patente en lo Plural, y cada chispa de la Llama se rodea de varias envolturas o cuerpos de creciente densidad. El más tenue de los velos es buddhi, sede de la intuición, que junto con manas, la mente, constituye lo que puede llamarse el «Yo superior», en contraste con la complicada personalidad cuyo ropaje final es el cuerpo exterior de barro. Cada uno de estos cuerpos posee una vida y forma propias, que hacen un todo complejo, un Universo en miniatura y, por ende, la clave de toda Sabiduría aún latente. Por desgracia para nosotros, los deseos de estos «vehículos» son a menudo, en las primeras etapas de la evolución, incompatibles entre sí e invariablemente contrarios a los intereses del Yo.

El cuerpo es presa de sus groseros instintos físicos; la naturaleza emotiva o pasional anhela una intensa vibración que la estimule; la mente racional, el entendimiento, reclama a su vez el alimento que le es propio y, como potro sin domar, se encabrita ante cualquier tentativa de sujeción. Esta personalidad compleja, skandha en la terminología budista, libra una batalla perenne con el Yo superior por el dominio del conjunto, pero hasta que los «vehículos» superiores no triunfen definitivamente, el Yo total, lento en evolucionar, será incapaz de consumar su destino y «contundir la gota en el Océano, el Océano en la gota». 

La mayoría de los hombres se dejan de tal suerte absorber por las instancias egoístas de su personalidad inferior, que han acabado ciegos a toda perspectiva de aquella Edad de Oro de la perfección espiritual a la que están llamados a regresar, y en ellos ni siquiera asoma todavía el sentimiento de una dualidad en pugna, de una incesante contienda interior. Pero, tarde o temprano, la lucha se entablará y proseguirá hasta su conclusión en ese campo de batalla que es el corazón humano. Tal es la guerra que se describe en el Bhagavadgita, y también el punto de confluencia de la mayor parte de los poemas, leyendas, mitos y alegorías que recuerdan al hombre su herencia espiritual. Quienes no desean combatir deben esperar a que nazca en ellos el valor. Como escribía en cierta ocasión el Maestro M. a A. P. Sinnet, «la vida discurre entre multitud de conflictos y pruebas, pero quien nada hace por superarlos no puede aspirar a obtener victorias». Ninguna otra cosa es tan apasionante, ninguna otra tiene un valor tan decisivo, porque, como lo proclama el texto del Dhammapada, «por más que uno triunfe mil veces contra mil hombres, quien se conquista a sí mismo es el mejor guerrero». Paradójicamente, el Yo no combate en esa batalla. 

Ya lo dice La voz del silencio: «Las ramas del árbol son agitadas por el viento, mas el tronco permanece inmóvil». Cuando toda nuestra fuerza de voluntad se endereza hacia fines altruistas, los inquietos vehículos inferiores van poco a poco alineándose, hasta permitir, de lo más alto a lo más bajo, un flujo ininterrumpido de Vida, que hace del hombre foco de luz para el mundo, fuente de espiritualidad para todo el género humano. Crear esta línea perfecta es uno de los objetivos de la meditación. Ahora bien, la conciencia puede funcionar en cualquier nivel donde disponga de un instrumento. La mayor parte de los hombres viven en el plano de sus emociones o, a lo sumo, de su mente inferior. Por la meditación se eleva el nivel de la conciencia, que alcanza primero la mente superior, sede de los pensamientos e ideales abstractos, y luego, en ráfagas de satori, como lo llama el budismo Zen, paulatinamente remplazadas por un estado continuo, el plano de la intuición o Conocimiento Puro, donde la reflexión no es ya necesaria y donde el cognoscente se identifica con lo que conoce, formando un solo todo. 

Desde este punto de vista, la técnica de la meditación podría llamarse cultivo de la conciencia. 
El terna del Yo volverá inevitablemente a surgir a lo largo de estas páginas, pero lo dicho hasta aquí basta para servir de base a la instrucción práctica que vendrá después. Aplicando la ley de la analogía, «como arriba, abajo», el estudiante comprenderá cada vez mejor la índole de su propio ser, lo que le permitirá controlar con más facilidad los vehículos inferiores. Ha de cuidar, no obstante, de que un excesivo estudio no le lleve a una actitud mental egocéntrica. Como se dice en La luz de la Senda, el verdadero motivo para tratar de conocerse a sí mismo se relaciona con el conocimiento, y no con el Yo. «El conocimiento de sí merece buscarse por ser conocimiento, y no por pertenecer al Yo».

El poder del pensamiento

El mundo occidental no es todavía consciente del poder que anida en el pensamiento. Aunque no se le oculta el influjo de las «fuertes» personalidades, de los lemas publicitarios o políticos que sugestionan a las masas, e incluso del «ambiente» que se respira en ciertos lugares, sólo unos pocos psicólogos de vanguardia han sabido apreciar en su justo valor el poder del pensamiento sobre la salud y el carácter. Sin embargo, ¿cuántos de ellos han llegado a una plena aceptación intelectual y, más aún. a la convicción práctica de lo que afirma el primer versículo del Dhammapada: «Todo cuanto somos es fruto de nuestro pensar, se cimenta en nuestros pensamientos, consta de nuestros pensamientos»?. ¿Y cuántos han orientado en consecuencia las velas de su navío?. Nada hay más cierto. Todo cuanto somos y hacemos es el resultado de nuestro pensar, y cualquier acción, buena o mala, no es otra cosa que un pensamiento cristalizado. Ningún acto voluntario puede realizarse sin una moción previa de la mente, por «instantáneo» que sea. 

Desde levantar un pie hasta trazar el plano de Nueva Delhi, cada uno de nuestros actos existe en la mente en forma de pensamiento antes de aparecer como acto. Nuestra conducta, pues, resulta de nuestros procesos mentales, de lo que somos; mas lo que somos en un momento dado depende de lo que hicimos anteriormente. El pensamiento, por tanto, no sólo determina lo que hacemos, sino lo que somos, ya demos a ese puñado de cualidades el nombre de «carácter», «alma» o karma. La filosofía budista ha enseñado siempre — y poco a poco la ciencia moderna va dándole la razón — que fuerza y materia son términos intercambiables. En un extremo de la escala, con todo, la fuerza está tan poco limitada por la materia que puede imaginarse como fuerza «pura», mientras que en el otro extremo la materia adquiere tul densidad que nos es lícito considerarla inmóvil. Entre ambos extremos se dan todos los grados de puridad de fuerza y densidad de materia. 

El nivel en que funciona el pensamiento es superior al más alto nivel que percibe la vista; pero, de por sí, el pensamiento es una forma material con relación al medio en que se mueve, aun cuando pueda llamarse fuerza con relación a su origen. Ahora bien, si las hábiles manos del alfarero son capaces de modelar un trozo de arcilla hasta reproducir la imagen concebida por el pensamiento, cuánto más el pensamiento — y en mayor grado aún el pensador entrenado — estará en condiciones de modelar la tenue materia del pensamiento mismo para darle la forma que quiera. De ahí el dicho «los pensamientos son cosas», y de ahí también el significado de la palabra imaginación: «formación de imágenes». Tales «formas» de pensamiento no sólo existen en la imaginación, sino que impregnan toda la atmósfera mental del que piensa y pueden ser percibidas por cualquier persona algo clarividente. El poder de esos pensamientos varía, por supuesto, según la intensidad con que se han suscitado y según su repetición. La mayoría se disipan con rapidez; otros permanecen en la mente donde nacieron, desarrollándose y concretándose más, para bien o para mal. 

Un pensamiento de odio contra alguien irá poco a poco creciendo hasta convertirse en un cáncer en la mente del que lo abriga; un pensamiento de amor hacia un ser querido y ausente estimulará al que ama a amar cada vez más. Pero el efecto de estas «formas concretas» de pensamiento no se acaba en ellas mismas. Así como las ondas radiofónicas se captan siempre que un receptor se sintoniza en su longitud, así también los pensamientos que brotan en cada uno de nosotros en cada momento del día se esparcen por el mundo, influyendo de modo positivo o negativo en otras mentes humanas. Esto explica ciertos fenómenos de psicología de masas y telepatía, amén del poder de la sugestión que tan mal se comprende y del que tanto se abusa. Por otra parte, el semejante atrae y produce su semejante. Los pensamientos, malos o buenos, arrastrarán consigo y engendrarán otros de su misma especie. De ahí los fenómenos, según el caso, de «tentación» y «conversión». 

Cuando un hombre acaricia el pensamiento de robar, refuerza su tendencia al robo; cuando pondera la insensatez de un comportamiento anterior, fortalece sus propósitos en sentido contrario. Como pensamos, así llegamos a ser. El desarrollo de la mente, ya se dirija la meditación hacia afuera o hacia adentro, es pues un tema digno del mayor interés y de una práctica incesante, como sus frutos mismos se encargarán de proclamarlo. No negamos que es tarea ardua, incluso a veces fastidiosa, pero necesaria en definitiva, según lo confirma el testimonio de todas las épocas. Su recompensa es la desaparición del sufrimiento. A los ya provectos en el arte de meditar no les serán de mucha utilidad las páginas que siguen, pero a los que apenas acaban de entrar en la Senda o a quienes, debatiéndose en la duda, no se deciden a dar el primer paso, les repetimos lo que decía el Maestro K. H. a A. P. Sinnett: «No tenemos sino una sola palabra para todos los aspirantes: “Inténtalo”».

Christmas Humphreys

PLANTAS SAGRADAS: LA CEBOLLA



La Cebolla (allium cepa) 

 La Cebolla, Allium Cepa, es planta hortense, liliácea, cuya raíz del mismo nombre es comestible y está provista de una cepa o bulbo. Es condición humana tener en menosprecio aquello que utilizamos a diario o que poseemos en abundancia, y eso nos pasa con la Cebolla; pero es lo cierto que no hay campesino que no la utilice para remedio. En siglos pasados, la Cebolla tenía un lugar preferente en el altar de los iniciados y Pitágoras escribió un libro voluminoso sobre esta planta alimenticia. Es cierto que al estudiar la obra de Pitágoras, no sabemos si se trata de la Cebolla que usamos a diario o si se refiere a algunas de las doscientas cincuenta variedades que se conocen. Nosotros recordamos que las más sabrosas las hemos gustado en Chile, donde son muy grandes y dulces. Parece que la Cebolla nace en todas las zonas y todos los climas. 

Los indios de América y los negros de Africa la emplean en sus aplicaciones a la brujería, y hemos podido comprobar muchas veces que lo hacen con resultado positivo… Esta planta posee mucho ácido fosfórico, hierro, potasa, aceite etéreo, goma y un raro y baboso semen que empleamos en alquimia. La farmacia hace un remedio para el cabello y cierto jarabe para la tos, tónico a la vez. 
La homeopatía la da como medicamento para la vista, pero ningún procedimiento se ha podido extraer el Arcano, el principio activo, que nosotros manejamos para nuestros preparados. El mismo jarabe a que nos referimos, lo hacen hervir cuatro horas, desconociendo que durante ese tiempo se evapora lo único bueno y aprovechable. Paracelso da una fórmula de larga vida con el Arcano de Cebollas y muchos ciegos han recobrado la vista mediante este Arcano. 

En él se decía que en las lágrimas reside un principio o sustancia activa, microbicida activísimo, que cura todas las heridas. Hay que tener en cuenta que la Cebolla provoca las lágrimas y, por consecuencia, ese mismo principio curativo. Pero ahora resulta que no son sólo las lagrimas las que disponen de esa sustancia, sino la mayoría de nuestras glándulas internas, y comiendo cebollas es bastante para que en todo el cuerpo se haga una llamada y se movilicen esas fuerzas medicinales. 
De aquí que el vulgo diga: “Come cebollas y no te contagiarás…” 
Unida a la miel, el principio curativo se torna maravilloso…

Dr. KRUMM-HELLER - V. M

lunes, 24 de junio de 2019

REENCARNACIÓN Y EL VIAJE ASTRAL - ANATOMÍA ESOTÉRICA HUMANA




No podemos hacer con este tema, como aquel chico que quería aprender geometría y dominarla sin necesidad de aprender matemáticas, considerando que los números eran "de otro plano" nada interesante para él. Para entender técnicamente la cuestión de la reencarnación, debemos abarcar lo mental como lo Astral y toda la conformación del Ser Humano, es decir, conocer los vehículos que utiliza el Ser para manifestarse. Que no se tenga videncia, audiencia u otro modo de percepción del Astral, ni recuerdos askásicos aún, no quiere decir que no se pueda conocer estas cosas en lo más importante: EL PROPIO CAMPO ASTRAL. Con ello se puede lograr una vivencia que permite comprender (y en muchos casos comprobar) la cuestión de la reencarnación, pero por sobre todo, comprender -no ya de modo meramente teórico- que el cuerpo físico en el que habitamos y nos sirve de vehículo es sólo eso: Un hábitat y un vehículo. 

Que por más Sagrado que sea este "Tabernáculo" el Verdadero Ser tiene otras perspectivas, coincidentes o no con los del ser mundano. Mientras mayor sea esa coincidencia, mayor será la Felicidad del Ego mundano y mejor la evolución del Ser Verdadero. Al margen de consideraciones supra-fisiológicas o morfológicas, que puedan verse o no, igual se puede aprender cómo funciona el Cuerpo Astral, y puede limpiarse, sanearlo, perfeccionarlo y manejarlo cada vez mejor. A partir de ahí, con este segundo vehículo (el único que puede separarse del resto del conjunto sin perder la vida), en condiciones adecuadas, se puede practicar el muy mentado y verdaderamente poco conocido "Viaje Astral", al que también es fundamental diferenciar de las onirias, ensoñaciones, relajaciones con sueños inducidos o autoinducidos y otras prácticas, que en algunos casos meras masturbaciones mentales. El Viaje Astral es una práctica que puede -y debe- comprobarse de modo objetivo, concreto y material, empleando sencillamente el método científico. 

Nada complicado, como verá luego el Lector. Con o sin viajes Astrales, es imprescindible el conocimiento de la psicología real del Ser Humano y al menos una comprensión teórica y práctica diferenciada, de las funciones del cuerpo Astral o "Emocional". En síntesis, este cuerpo magnético, de un volumen algo superior al físico e interpenetrado con él, tiene un peso de 2,8 gramos en una persona sana de 80 Kilos. Un bebé tiene un Astral proporcionalmente más pesado y un anciano muy desvitalizado lo tiene proporcionalmente mucho más liviano (estas cuestiones técnicas servirán a los científicos que trabajan en peso y medida a partir de nuevas tecnologías, así como a los que realizan experimentos con enfermos terminales a punto de fallecer). 

Para el Lector que quiera iniciarse en la vida mágica, en el conocimiento del mundo Astral, lo cual es fundamental para comprender la perspectiva de la reencarnación, es muy importante saber que el cuerpo Astral tiene una serie de facultades muy distintas del físico, correspondientes a ese plano vibracional -en realidad material, no espiritual- donde la densidad de la materia es unas treinta mil veces menor que la del agua y su vibración (oscilación de las partículas) se encuentra por encima de los cuatro trillones de ciclos por segundo. El Alma se encuentra sobre los quintillones de ciclos por segundos. Veamos la Anatomía Esotérica Humana a grandes rasgos, pero suficiente como para tener una base sólida a la hora de comprender las vivencias y pasar a las prácticas de comprobación: Como puede verse en la lámina correspondiente, poseemos SIETE CUERPOS. 

Estudiar técnicamente la Anatomía Esotérica Humana está muy bien, pero quien se quede en la teoría no obtendrá más que un vago beneficio intelectual, apenas útil a la hora de la transición mortal, que en realidad no debería existir. Morimos porque tenemos una genética adulterada y entrar en ese tema no es propósito de este libro. Al respecto he explicado con mayor amplitud en el libro "Alcanzando La Inmortalidad" y aún mayores detalles históricos de nuestra razón antropológica pueden encontrarse en el Libro Primero del "Testamento de Todos los Tiempos", del VOTIVVM HERMETICVS. Pero el Lector puede, a partir de lo que en adelante se enseña, practicar cuidadosamente como para conocer desde otro ángulo -muy práctico- la propia anatomía psicológica y en especial su propio cuerpo Astral. 

En este libro veremos ahora como se hace un viaje Astral, pero antes de pasar a la práctica es imprescindible depurarlo de sus miedos y odios, así como de los vicios más deletéreos, como el alcoholismo, las drogas psicotrópicas y todos los que dañan al físico de modo directo. La depuración psicológica o "Catarsis" se explica detalladamente en el Libro Segundo del Testamento de Todos los Tiempos. Sin dicha depuración, además de resultar muy difícil hacer una verdadera salida en el cuerpo Astral, sería peligroso en caso de lograrla. Imagine el Lector a una persona -que puede ser Usted- teniendo miedo a los fantasmas, a los "aparecidos" y esas cosas casi intangibles desde el plano material. Justamente se trata de ingresar en ese mundo, donde no hay nada realmente temible, nada que pueda dañar nuestro cuerpo Astral ni el físico (a no ser las excepciones emergentes de enemistarse con un brujo que conozca efectivamente las reglas de interacción desde el plano Astral que detallo luego). En general quienes tenemos ese conocimiento y capacidades somos Magos (lo opuesto al "brujo") y no vamos a estar usándolas para perjudicar a la gente, ni siquiera a nuestros eventuales enemigos mundanos (políticos, económicos, ideológicos o personales), a menos que nuestra vida y/o evolución dependa de ello. 

Las únicas afecciones realmente hechas desde el plano Astral sobre otra persona, es cuestión de luchas entre magos y brujos, no entre practicantes que simplemente hacen un viaje Astral consciente, que externamente a ellos, no se diferencia de cualquier persona que ande en Astral dormida, entre las multitudes de personas que se encuentran en Astral en cualquier ciudad durante las horas nocturnas. En ese sentido de interacción, las "reglas de juego" son por demás estrictas y ni los peores brujos atacan a un practicante, a menos que éste sea un mago entrenado que toma armas contra ellos. Aclaro esto para tranquilidad del practicante, que nada debe temer realmente del plano Astral, puesto que su único problema está en su propia psicología: Odios y miedos. 

Los odios no anulan la capacidad de salir en Astral, pero son un obstáculo importante y quizá peor a largo plazo. En cambio los miedos la anulan total y absolutamente. Infinidad de personas han logrado salir en Astral o han salido espontáneamente sólo una vez, sin poder aprovechar ni repetir la experiencia, a causa del terror que han sufrido al verse separados de su cuerpo físico. Con ello ha quedado un bloqueo psicológico a modo de defensa natural que la mente impone y que cuesta lo suyo superar una vez eliminados los miedos. Por eso no viene mal repetir que antes de intentar un viaje Astral (el mejor modo de comprobar la posibilidad de reencarnación, a falta de recuerdos askásicos), es imprescindible eliminar todo parásito psicológico. Sin este "abarcar" de criterios diferenciados entre "mente" (cuerpo Mental) y "emociones" (cuerpo Astral), no es posible entender la psicología auténtica. Se caería en la limitadísima y caduca visión de los neuropsiquiatras de la vieja escuela, que consideraban (y consideran muchos, porque lamentablemente tienen hoy el control oficial de la psiquiatría), que somos un cacho de carne con un manojo de pensamientos, entonces "te arreglan" con un martillazo químico cuando estás deprimido, otro contrario cuando estás eufórico, y con una infinita gama farmacéutica, drogan hasta la coronilla a sus pacientes. 

Estos no se curarán nunca de ese modo, pero quedarán tan idiotas que no serán molestia... 
Mientras tengan el medicamento. En fin, que no puede entenderse la mente sin entender la diferenciación de funciones entre el cuerpo Mental y el cuerpo Astral. En todo caso, cabe aclarar que las emociones y las pasiones deben ser todas eliminadas, para poder instalar -tanto en el cuerpo Mental como en el Astral- los SENTIMIENTOS, muy diferentes de los parásitos emocionales. Los Sentimientos son emanaciones del Alma. Mientras más Sentimientos y mejor equilibrados los tenemos, en reemplazo de pasiones y emociones, más elevada, noble y sana será nuestra personalidad. En cualquier caso, la Mente es la manifestación en nuestro plano mundano de los Sentimientos derivados de la Inteligencia Divina propia del Alma, así que sus funciones: Percepción, Razón, Imaginación y Consciencia, han de usarse siempre, a fin de tener bajo control al cuerpo Astral y los Sentimientos derivados del Amor. En la Tabla de Yoes Psicológicos y la de Aspectos del Ser Verdadero que se encuentran en "Alcanzando la Inmortalidad", pueden contrastarse las diferencias. 

El Proceso Catártico consiste en observar, detectar, diferenciar, reprimir y eliminar los "yoes psicológicos". A medida que el "yo vacío" se hace sentir, ello nos indica que es oportuno entonces empezar a meditar sobre los Sentimientos, afinándonos con ellos tanto en lo mental como en lo Astral, con lo que empezarán a "instalarse" en nuestros cuerpos sutiles. Los "yoes psicológicos" no son "mentales", sino de naturaleza Astral, pero cuando toman el gobierno de la mente toda la personalidad queda esclava de ellos. Y basta uno sólo (envidia, celos, lascivia, ira, estupidez, miedo, vicios, etc.) para arruinar una vida, así que ya puede comprender el Lector por qué hay en el mundo tanta infelicidad, absurdos y desastres individuales y colectivos. 

Casi todas las personas funcionan por yoes psicológicos en vez que por Sentimientos. Aún estos, irradiando desde el Alma, no hacen más que nutrir con su energía a los parásitos que la roban y que gobiernan la personalidad. Cuando logramos destruir los falsos egos, adquiriendo una experiencia sobre ellos, creamos un archivo en la mente. Dicho archivo nos servirá para reconocer cuándo actúan esos mismos parásitos en nosotros o en otros, pudiendo comprender a los demás en sus errores y a la vez defendernos de sus actitudes. Pero esos bichos son emocionales, no mentales, por lo tanto son Astrales y no es posible salir en Astral con ese cuerpo parasitado y debilitado. No es necesario buscar las "madrigueras" de esos parásitos en la mente ni en ningún vericueto de nuestro cuerpo Astral. Ellos aparecerán solos, sin que se les busque. Sólo hay que estar ALERTA las 24 horas. Hasta en sueños aparecen, y mucho. Cuando uno comienza a tomar consciencia de las motivaciones por las que piensa, habla y hace las cosas, entonces se ha dado el primer paso hacia una guerra interior tremenda, de la que sólo puede salir victorioso el Verdadero Ser, a menos que se abandone la batalla. 

  ¿POR QUÉ NO SE RECUERDAN LAS VIDAS ANTERIORES? 

No recordamos las vidas pasadas porque tenemos un "CPU" nuevo, un nuevo "ordenador". El nuevo cerebro no tiene la memoria que se deshizo casi al momento de morir el otro cuerpo. Sin embargo hay parte de esa memoria y con bastante detalle en el Astral. Si logramos reencarnar con el mismo Astral en vez de ir al Devachán, tenemos muchas posibilidades de recordar espontáneamente algunas encarnaciones anteriores, pero en especial la última, con cuyo mismo cuerpo astral andamos ahora. En cualquier caso, el Alma contiene el registro depurado de TODAS las encarnaciones, es decir, nuestra propia Memoria Askásica. Quien logra la finalidad de la Yoga (Unión con la parte Espiritual del Ser), entre otros efectos tiene el de recordar sus anteriores vidas. Hay varias razones por la cuales no se recuerdan normalmente las vidas pasadas. 

a) Anatómicas: Los cuerpos físicos, mental, Astral y Vital no son los mismos que el Ser usó en la vida anterior. Es el mismo Ser y tiene la misma Alma, cuya estructura tiene Ocho Esferas de Consciencia interpenetradas e interactivas, (Amor, Inteligencia, Verdad, Vida, Voluntad, Abundancia, Transmutación y Eternidad). Pero la memoria del Alma no se puede conectar fácilmente con el nuevo cerebro, la nueva mente y el nuevo cuerpo Astral. La complejidad y completitud del Alma no puede ser interpretada por una consciencia mundana ni por su órgano psíquico que llamamos "Ego", a menos que haya una sincronía, la cual no se produce mientras el vehículo no esté preparado para ello. 

b) Psicológicas: Sin depuración psicológica, nada realmente Trascendental es posible y las experiencias que puedan lograrse teniendo un cuerpo emocional lleno de parásitos sólo puede redundar en perjuicios, enfermedades, locura y desesperanzas. Hacer la Catarsis (purificación) no es fácil ni "divertido" para la mayoría de los que entran en esa guerra interior, pero no hay en la vida mejor inversión de tiempo y esfuerzo que la propia purificación de la personalidad. Si es importante hacer una depuración orgánica, evitando las toxinas, no lo es menos la depuración de un cuerpo superior en vibración al físico, como es el Astral. 

Como he explicado brevemente antes, las cargas emocionales de los recuerdos askásicos son tan grandes, que sólo un cuerpo Astral debidamente purificado y fortalecido puede soportarlas. Los odios, miedos, violencias, terrores, angustias, dolores y cuanta sensación desesperante pueda imaginar el Lector, se presentan en el recuerdo con el mismo ímpetu que cuando ocurrieron los hechos, de modo que si casi nadie recuerda sus vidas anteriores no es por "error de la Naturaleza", sino por una defensa natural. Hay en los manicomios muchas personas que han quedado desquiciadas sólo por tener recuerdos askásicos que no han podido asumir como "cosa pasada", otros por la "reinstalación" de yoes psicológicos que no habiendo sido depurados en esta vida, encuentran una poderosa "carga vital" en el áskasis. Imagínese a un hombre que haya sido violento, taimado, un psicópata asesino... En esta encarnación, teniendo las mismas tendencias más o menos reprimidas, tiene un recuerdo askásico (con mayor o menor consciencia) relacionado a hechos de igual carácter, con lo que sus emociones enfermizas y brutales se potencian enormemente... 

Hay un fenómeno de atracción por afinidad magnética con los parásitos abandonados en el Astral en otras vidas. De modo que si no se supera en ésta, poniéndose el sujeto por encima del orden vibratorio de dichos parásitos, estos son "recuperados" para desgracia del portador que los incubó en vidas pasadas. Cuando se tiene un recuerdo askásico, la mente no sólo conecta con la memoria del Alma, sino también con la memoria del Planeta. Hay un alineamiento vibratorio entre la mente actual, el cuerpo Astral, los recuerdos del Alma y la memoria Planetaria. Si no se tiene una mente objetiva poderosa y una cierta costumbre de observar, controlar y purificar el campo emocional interior, los recuerdos tenderán a avivar los parásitos existentes en el cuerpo Astral, a fortalecerlos. Más de una vez me he encontrado con personas que he conocido antes, ha venido el claro recuerdo de quiénes eran y he sentido el odio que quedó sin transmutar en vidas anteriores, del mismo modo que con otras personas ha brotado el mismo Amor que he sentido por ellas anteriormente. 

Claro que ambas emociones han de ser manejadas por la Inteligencia y el sentido común, por la lógica en combinación con la ética, superándolos y/o transmutándolos inmediatamente. Tampoco podemos hacer partícipes a esas personas de nuestros procesos interiores, sean karmas de relación agradables o lo contrario. Por ejemplo: Al encontrar a mi esposa hace siete años, no podía decirle en ese momento. "Oye, yo soy el que te asustó porque me viste en Astral hace unos meses", ni podía decirle luego, al recordar nuestras relaciones y antes de establecer una relación en firme "Oye, que tú eras mi esposa en otra vida..." . Fue preciso dejar que ella hiciera su propia catarsis, su propio adelanto en la consciencia y en este caso, tener al menos un recuerdo askásico propio, porque a pesar de nuestro Amor y confianza mutua, existía una diferencia de consciencia que debía acortarse poco a poco, dando tiempo a su mente. De lo contrario, ella habría tenido que "creer en mi" en vez de saber y experimentar algo por si misma. 

¿POR QUÉ ALGUNOS PODEMOS RECORDAR? 

Que mis recuerdos hayan ido aflorando tan espontánea como inevitablemente se debe a que en la encarnación anterior hice un trabajo mágico y de búsqueda de la Trascendencia, suficiente como para evitar lo que Iesus el Esenio llamaba la "Segunda Muerte", es decir que he evitado la muerte del cuerpo Astral, volviendo a encarnar con el mismo. A este trabajo mágico lo describo con suficiente detalle en "Alcanzando la Inmortalidad", pero en síntesis, se trata de haber purificado mediante el Proceso Catártico el Astral y haberlo nutrido lo adecuadamente, mediante la práctica del Tantra, aunque mi esposa de la vida anterior no la compartía. Además, movilizaba la energía vital en todas sus modalidades, de todo el conjunto corpóreo, mediante la Yoga propia de mi Raza. Es decir que practicaba lo mismo que ahora: Catarsis, Yoga y Tantra, que son las aplicaciones prácticas de la Doc-Trina. Si en esta encarnación hubiera comenzado a edad más temprana la "vida mágica", mejores condiciones aún tendría ahora. 

En esta comencé desde muy pequeño el proceso catártico, pues no tuve que aprenderlo, pero empecé tardíamente la práctica Tántrica y la Yoga Rúnica (propia de la Raza Aria y de la Cobriza, como la Yoga Tibetana es a los Amarillos y la Danzayoga a los Negros). Sin embargo, la Catarsis, en mi caso espontánea, al conservar el mismo Astral que en la anterior, con un buena experiencia en autoobservación y manejo de las emociones y Sentimientos, no es algo difícil de aprender para cualquier persona. Sobre el Tantra existe mucha biobliografía, pero la mejor -sacando elementos místicos- es la de Samael Aum Weor, (la Iglesia Gnóstica) cuyas indicaciones prácticas son absolutamente válidas, aunque cada uno puede dejar cierto margen de adaptación propia. La clave fundamental está en disfrutar del sexo con profundo Amor y sin derramar inútilmente la energía vital en la eyaculación seminal. 

Nadie se enferma por esta práctica aunque es peligrosa realizarla si no se hace la Catarsis, porque de lo contrario, en vez de alimentar con la energía Kundalini los propios cuerpos, se alimentará a los parásitos emocionales. No obstante, es bueno comenzar las tres actividades a un mismo tiempo. La diferencia de tiempos de aplicación es que el sexo Tántrico y la Yoga se practican una vez al día, mientras que la Catarsis es algo que debe establecerse como "autovigilancia permanente". A ello se refería Francisco de Asís, cuando decía que 

"Hay que vivir orando para matar a los demonios del cuerpo y el Alma". 

El nacimiento con el mismo Astral implica nacer con una larga serie de experiencias emocionales aprovechables y habilidades que se conservan o que se vuelven a aprender con gran facilidad, cosas que muchas veces son sorprendentes, aunque no se tenga memoria askásica propiamente dicha. Las personas que recuperan la memoria un poco más completa tienen todas las ventajas que dan los conocimientos, aunque a veces tengan alguna dificultad para encuadrarlos en la época y lugar en que encarna. No obstante, bien cierto es que "el saber no ocupa lugar", y mejor aún si se sabe administrar dichos conocimientos con humildad y sabiduría. (La sabiduría no es "conocimiento" en el sentido mental, sino la inteligencia para administrar éticamente cualquier conocimiento. Puede decirse que "sabiduría" es el extracto máximo del conocimiento, porque incluye el cómo, cuándo, dónde y porqué aplicar un conocimiento cualquiera). 

Y como es lógico, conservar conocimientos de una vida anterior implica facilidad para manejarse con mayor sabiduría. Otra ventaja añadida de reencarnar por primera vez con el mismo cuerpo Astral, es que se facilita la continuación de reencarnaciones sin perderlo, porque así como se ha alcanzado mediante la práctica mágica (Catarsis, Yoga y Tantra), el conocimiento de dicha práctica se recuerda -con sensación de "intuición"- o se adquiere muy rápidamente. Pero aún hay más: El contacto con el Alma se hace más fácil también, porque la armonía del cuerpo Astral permite a ésta irradiar sus Esferas de Consciencia al cuerpo Mental. Así que con seguridad se recordarán otras encarnaciones anteriores, no sólo la última. Incluso -tal como me ocurrió a mi- se recordarán desde las más antiguas hasta la última, en una sucesión administrada por el Alma. 

Dicha administración la realiza el Alma de un modo que apenas puede vislumbrar nuestra pequeña mente mundana, porque el Alma tiene en su Esfera Inteligencia, una experiencia acumulada en el larguísimo proceso evolutivo a través de los diferentes Reinos Naturales. Por si fueran pocas estas ventajas, cabe señalar que el desarrollo de los Chakras que se haya logrado en la encarnación anterior, viene a desarrollarse casi congénitamente, porque el cuerpo Astral tiene todas las disposiciones orgánicas adquiridas con los cuerpos vital y físico anteriores. Igual es preciso dar a ese desarrollo un ajuste para activar los Chakras del nuevo cuerpo, pero estando la tendencia en el Astral, todo marcha mucho más rápido y fácil. 

OTRAS ACLARACIONES DIVERSAS: 

1) No existe, por ejemplo, un "Yo creativo" como parásito psicológico, ni un "Yo científico". Estos son en todo caso, auténticos aspectos del Alma y del Yo Real, así que no debemos confundirlos con los yoes psicológicos, que pueden llegar a someterlos y usarlos, como el "creativo" que fabrica misiles y el "científico" que crea bombas atómicas. En realidad esa gente se mueve por codicia, odios, delirios de superioridad, desamor, etc.. 

2) La "Psicología Astrológica" tan de moda últimamente, es un rebusque pseudointelectual como podría serlo el "Análisis Psicosomático Según las Descargas Flatulentas de las Mañanas". No existe tal asignatura de "Psicología Astrológica", ni en lo "oficial" ni en lo esotérico. La Astrología es una ciencia esotérica que sólo conocen en realidad menos de un centenar de personas en todo el mundo. Todo lo que ofrece al respecto el mercado es mero reflejo pseudocientífico de la Astrología. Ninguno de los Astrólogos que así merecen llamarse hace comercio con algo tan complejo y muy pocos han escrito libros, cuya extraordinaria información requiere para ser leída, entendida e interpretada correctamente, profundos conocimientos astronómicos, matemáticos, estadísticos, psicológicos, anatómicos, físicos y metafísicos. 

3) Los Yoes psicológicos no deben tratar de armonizarse. Ello equivale (muy propio de la escuela freudiana), a armonizar a los miembros de una pandilla de gamberros peligrosos. Cierto es que esa "armonización" equivale a fortalecer y consolidar la estabilidad emocional... ¡De los parásitos!. No la de la verdadera personalidad. Los Yoes psicológicos deben destruirse, aniquilarse, matando hasta sus raíces y huevos, como se haría con el "Alien" de la película. Si se hace eso y se los elimina, los SENTIMIENTOS serán los elementos que determinen nuestro SENTIR, PENSAR, DECIR Y HACER. Y será Feliz, Consciente y Auténtico cualquiera sea su ubicación, su circunstancia, etc.. 
La catarsis no sólo es una liberación interior, sino que implica un importante saneamiento karmático. Muchas cosas desagradables, pendientes de otras vidas, quedan sin efecto cuando la personalidad ha sido purificada. La Ley Hermética de Ritmo interactúa con la de Causa y Efecto (Karma), poniendo a la consciencia del Ser por encima del "reflujo pendular" del Karma. Lo mismo vale desde otras encarnaciones hacia la actual, como de la actual a la venidera. 

El Verdadero Dios, el Absoluto Ser, -a plena diferencia con el dios de algunas religiones- no es un cruel maldecidor capaz de hacer leyes de "Ojo por ojo" en el sentido de la venganza, puesto que dicha actitud sólo iría en su propia contra, considerando que nosotros mismos somos parte de Él, no meros esclavos de su Creación. Haya hecho lo que haya hecho, nadie cosechará en otra encarnación, nada de aquello que haya superado benignamente en su Alma y en su psicología personal. O sea que estará mucho más libre y sin deudas, si consigue encarnar con el mismo cuerpo Astral. Pero ello sólo es posible cuando hay cierto grado de desarrollo y consciencia, lo cual sólo se alcanza mediante la CATARSIS. Aunque vivimos en una naturaleza completamente desvirtuada por las manipulaciones del Demiurgo (falso dios, creador de la mortalidad por distorsiones genéticas y de todo tipo, del que respondo algunas preguntas más adelante), no estamos "fuera de Universo Divino" del Dios auténtico. Hay cosas que el Demiurgo no puede impedir, y una de ellas, es que se le escapen las personas que logren vencer en ciertos retos. 

He ahí la serie de alegorías que se dan en "Los Juegos del Diablo", "Los Desafíos Orficos", etc., de los cuales hay variantes populares en todas las culturas. Todo el mundo sabe que si se mantiene fiel a su Consciencia, esa que dice cuál es el Recto Sentir, Recto Pensar, Recto Decir y Recto Obrar, aunque se sea analfabeto, con la Catarsis y autoconocimiento y control, se habrá ganado la partida y la Liberación. Uno de los motivos por los cuales no se recuerdan normalmente las encarnaciones anteriores, pero a la vez una de las causas mismas de la muerte en vez que la Ascensión, es la acumulación de parásitos psíquicos. Por eso, liberarse de tales parásitos es condición sine qua non para vivir un proceso mágico que implica reencarnar con el mismo Astral, recuperar la memoria Askásica, hacerse fuerte en el Astral y finalmente prepararse para escapar de la rueda de reencarnaciones y los riesgos involutivos que esta presenta, Pero nada de eso puede lograrse sin ese primer paso fundamental de la Catarsis o Purificación de la Personalidad. Repitamos el concepto de cómo lograrlo: Una clara AUTOOBSERVACIÓN, una terminante REPRESIÓN de los Yoes psicológicos, una ELIMINACIÓN rotunda del causante de sus raíces, así como especial atención a los que buscan "armonizarse" interiormente en este sentido: El maldito "Yo Pretextador" que como abogado es el Maestro Mayor de todos los parásitos. 

A veces creo que la gente es un poco reacia a hacer la Catarsis y a enterarse de estas cosa porque le suena a "terrorismo", ya que hablamos de "observación", como si fuésemos espías, "represión" como si de dictadores se tratara; "eliminación", como si fuésemos los peores asesinos desalmados. He notado eso en algunas charlas y en conversaciones cara a cara. No quiero pensar que semejante nivel de amansamiento pseudopacifista existe en las masas, pero es preciso ser así de contundente en la guerra interior. Basta que perdonemos a un sólo falso ego y permitamos su existencia, para que en un descuido se apodere de nuestra personalidad y nos lleve a tener una vida arruinada. 

Recuerde, Estimado Lector: Sin Catarsis no hay recuerdos askásicos, desarrollo de facultades paranormales ni poderes de ninguna clase, como no sean los muy mundanos poderes políticos y/o económicos, de los que surge la esclavitud de las masas y del propio esclavista. El que desee recordar sus vidas anteriores o partes de ellas sin volverse loco; saber quién es en realidad, quién ha sido, pudiendo aprovechar el inmenso caudal de conocimientos y habilidades adquiridas, ha de tener sus cuerpos Mental y Astral muy depurados. Un desarrollo forzado del recuerdo askásico puede resultar -como cualquier desarrollo temporal para el que no se está preparado- una verdadera desgracia en vez que una maravilla, o la locura en vez que la Trascendencia.

Ramiro de Granada

Origen de los mudras

El origen de los mudras no está nada claro.  Hay mudras en Asia, como muchos creen, sino en todo el mundo. Con toda seguridad, nuestros antepasados ya utilizaban en sus rituales determinados gestos con los que querían subrayar y sellar/rubricar cuanto pensaban y decían. Durante el periodo de cristianización de los pueblos del norte, muchos de estos gestos se prohibieron como, por ejemplo, el de invocar a los dioses con los brazos alzados. Más tarde, algunos de estos gestos fueron recuperados e integrados en la doctrina cristiana. Fijándonos en los diferentes gestos que hace el sacerdote al celebrar la misa, quizá podamos intuir cómo se expresaban los pueblos antiguos. Pero también nuestra vida cotidiana está impregnada de gestos, cuyo origen apenas nadie conoce ya: alzar el pulgar para desear suerte a alguien, aplaudir, estrechar la mano, dar una palmada en el hombro, mostrar el puño o levantar el dedo medio, etcétera.

En la India, los mudras son un componente fijo de todas las actividades religiosas.
En las representaciones de los dioses hindúes, los diferentes Mudras y Hastas (posiciones de los brazos) tienen una gran importancia. En este caso, además de los atributos y las actitudes del cuerpo, también representan las características que identifican a los distintos dioses. En la posición mística de la mano, el que ora ve un poder particular, cualidad y fuerza de carácter de la divinidad que venera. Los mudras más conocidos de los principales dioses, Brahma (creador), Vishnu (sustentador) y Shiva (destructor) son los números 41, 42, 43, 46, 47,48. Tan conocidos como estos, son los mudras que aparecen en las danzas indias, en las que se representan dramas completos, sin palabras, sólo con las manos, los ojos y los movimientos del cuerpo. Ingrid Ramm-Bonwitt, especialista en mudras, lo describe con estas preciosas palabras: «Las manos son portadoras de símbolos importantes que en Oriente, todavía hoy en día, son universalmente comprendidos. Con sus manos, el bailarín indio expresa la vida de la totalidad del universo.

El rico simbolismo del lenguaje de los gestos adquiere, gracias a la multiplicidad de posibilidades de interpretación, mucha mayor importancia para el espíritu del que pueda tener la palabra [... ].
Este significado espiritual de los mudras encuentra su expresión más completa en el arte indio.
Los gestos de las divinidades representadas en el arte hinduista y budista [... ] simbolizan sus funciones o ensalzan determinados acontecimientos mitológicos». Los mudras se practican también en los rituales del tantrismo.  

En este caso, el creyente lisonjea amoroso a su venerada divinidad con el objetivo de hacer realidad en sí mismo sus cualidades concretas. y también juegan un papel importante en el Budismo; en todos los países en los que se ha extendido esta religión se conocen infinidad de mudras. Este es el caso de las representaciones plásticas del Gautama Buddha, en las que aparecen en particular seis mudras que guardan una estrecha relación con su doctrina y con su vida (números 41, 43, 46, 47, 48 y 49). Como ya he dicho, también en el Hatha-Yoga se conocen los mudras. Los yoguis sabían cómo se manifiestan en los gestos y en las posturas del cuerpo muchos estados anímicos como la trjsteza, la alegría, la ira, la calma, etc. y también, que mediante determinados gestos, se puede influir de forma positiva en la psique. Como vemos, el origen de los mudras se pierde en la oscuridad de los tiempos también aquí, reencontramos el misterio y lo inabarcable.


¿Cómo, dónde y cuándo se practican los mudras? 

¿Cómo se practican los mudras? 

Muy sencillo: coloque la mano con los dedos tal y como aparece en cada dibujo. La presión de los dedos es muy ligera y delicada y las manos están relajadas. Sin embargo, quizá piense que realizar algunos mudras no es tan sencillo como parece: los dedos se resisten, son demasiado rígidos, las manos se resbalan o se le cansan con rapidez. La movilidad de las manos tiene una relación directa con la movilidad de todo el cuerpo. Si hay tensiones en una determinada parte del cuerpo, esta tensión se manifiesta en la parte correspondiente de las manos. Incluso la edad de una persona puede determinarse a partir de los dedos abiertos, al menos eso es lo que dice la medicina china.

De todas formas, aunque mi cuerpo y mis manos han adquirido una gran agilidad gracias a los muchos años que llevo practicando el Yoga, el Mudra contra los dolores de espalda, que es precisamente el que más necesito, sólo lo puedo hacer con una mano, ya que con la otra me ayudo a aguantar los dedos en la posición correcta. Por eso, al principio, a usted quizá también le resulte imposible practicar algunos de los' mudras con las dos manos, tal y como se describe aquí, porque con una mano tendrá que colocar y sostener los dedos de la otra. Si es así, para empezar hágalos sólo con una mano. Y si los dedos que deberían estar extendidos se doblan de nuevo por sí solos, limítese a presionarlos contra la pierna o contra cualquier otra superficie. Con el tiempo, la tensión en los dedos o en la mano le desaparecerá y a efectos de eso, también en la parte correspondiente del cuerpo.


Practique el mudra lo mejor que pueda y su efecto acabará manifestándose. Es posible que de entrada, le suponga cierto esfuerzo mantener los dedos extendidos. Cuando se canse, déjelos descansar. Estoy segura de que con el tiempo, sus manos tendrán más fuerza, adquirirán una mayor movilidad y podrá utilizar las dos. También se sentirá más fresco y ágil, en general, y quizás hasta más joven. Aún cuando hayan ganado en movilidad y fuerza, trate siempre con cuidado y afecto a sus dedos. Un mudra, independientemente de cual sea el objetivo con el que se practica, no sólo debe ser un gesto terapéutico sino también santo. Los mudras pueden practicarse sentado, echado, de pie y andando~ Procure que la postura de su cuerpo sea simétrica y centrada y estar tan relajado y distendido como le sea posible. 

Si lo practica sentado en una silla, deberá mantener la espalda erguida y los pies bien afianzados en el suelo. Y si lo hace echado, sepa que la posición más adecuada es, por supuesto, tumbado de espaldas. Si por las razones que sean se ve obligado a estar en esta posición durante un periodo de tiempo prolongado, colóquese un almohadón pequeño bajo el cuello para descargar la nuca o bajo las rodillas o los muslos para descargar la espalda. Lo importante es que esté relajado y distendido, ya que cualquier tensión impide el flujo interior de la energía, y lo que pretendemos con los mudras es hacer fluir algo nuevo. 

Si lo practica andando, mantenga un paso regular, tranquilo y rítmico. Y si lo hace de pie, separe las piernas a la anchura de las caderas, con las rodillas relajadas y las puntas de los pies dirigidas hacia delante. y por supuesto, si dispone de algo más de tiempo, practique los mudras con la posición sentada de meditación, lo que le permitirá realizar una meditación más prolongada. Si lo hace así, respete los principios propios de la técnica de la meditación: 

• Siéntese sobre una superficie estable, con la pelvis abierta y la columna vertebral erguida. Apoye ambas rodillas planas en el suelo o manténgalas a la misma altura (si es necesario, póngase unos almohadones bajo de las rodillas, pero que estén a la misma altura). 

 • Descanse las manos distendidas sobre los muslos. 

• Los hombros distendidos hacia atrás y hacia abajo, el pecho debe estar abierto y libre. 
• La barbilla recogida y la nuca recta y relajada. 

• Respire regular, lenta, fluida y suavemente. 
• No interrumpa la meditación de manera brusca, sino siempre con un estiramiento enérgico.
También puede practicar un mudra y mientras tanto pensar en otra cosa, aunque yo he comprobado que su efecto se acelera y refuerza cuando al practicarlo se adopta una posición meditativa activa, sintiendo las manos y observando la respiración. Estar pendiente del flujo normal de la respiración, influir en ella, o dirigirla, es un refuerzo muy importante. Le explicaremos cómo hacerla en cada uno de los mudras. Y para que nunca se convierta en una rutina, practique las correspondientes visualizaciones y afirmaciones, ya que también refuerzan el efecto del mudra. Hay ejercicios en los que ya no sé con certeza qué es lo que actúa en mayor proporción, el mudra, la técnica de respiración, la imagen visual izada o las palabras pronunciadas. ¡Pero no importa, cumple con su objetivo, me va bien, me hace feliz y con eso basta!

HIRSCHI GERTRUD

¿Qué son los mudras?




Mudra es un concepto con muchos significados. 

Con la palabra «Mudra» se hace referencia a un gesto, a una posición mística de las manos, a un sello o a un símbolo. Pero también hay posiciones de los ojos, del cuerpo y técnicas de respiración que reciben el nombre de mudras. Estas posiciones simbólicas de los dedos, de los ojos o del cuerpo permiten representar de forma plástica determinados estados o procesos de la conciencia. Y a su vez, cada una de esas posiciones concretas puede llevar a los estados de la conciencia que simboliza. Pero ¿qué significa todo esto? Si alguien, por ejemplo, repite con frecuencia y convencimiento los gestos propios de la intrepidez, presentes a menudo en la representación de las divinidades indias, con el tiempo se verá libre de su miedo. Por lo tanto, los mudras estimulan determinados ámbitos de nuestro cerebro o de nuestra alma y ejercen sobre ellos la influencia que les corresponde. 

Pero también actúan a nivel físico. El modo en que esto sucede puede leerlo en el capítulo «¿Cómo producen su efecto los mudras?». De manera que podemos interpelar e influir de manera efectiva en nuestro cuerpo y ep nuestra mente doblando, cruzando, extendiendo o rozando unos dedos con orros dedos. ¿No es maravilloso? En el Hatha-Yoga1 se conocen 25 mudras, entre los cuales se cuentan también posiciones (Asanas) y claves (Bandhas) de los ojos y del cuerpo.  
Es en el Kundalini- Yoga donde se practican sobre todo los mudras de la mano al mismo tiempo que las posturas del cuerpo para reforzar su efecto. El experto en Kundalini, Lothar- Riidiger Liitge dice al respecto: «El Kundalini-Yoga afirma, en este contexto, que a cada zona de la mano se le atribuye una zona refleja de la parte del cuerpo y del cerebro. En este sentido, las manos pueden contemplarse como un espejo de nuestro cuerpo y de nuestra mente ». 

Al meditar sobre el concepto «Mudra», me di perfecta cuenta del simbolismo del sello, en el sentido de que utilizamos a menudo, y de forma inconsciente un gesto para sellar algo, por ejemplo, cuando queremos otorgar a una decisión un determinado peso o cuando llegamos a un acuerdo con otra persona o incluso con la Conciencia Cósmica. Asimismo, podemos sellar algo con nuestras fuerzas interiores y establecer un pacto con nosotros mismos. Un sello oculta siempre lo misterioso. 

No creo que jamás lleguemos a comprender del todo la esencia de un mudra. El misterio, a su vez, está siempre enraizado en lo divino, por lo que, en definitiva, cada mudra establece para nosotros una conexión especial con la Conciencia Cósmica (o como quiera llamarse lo divino). Este simbolismo se pone de manifiesto sobre todo en el mudra de la mano más conocido del Yoga, el Chin-Mudra. 

El pulgar es el símbolo de la Conciencia Cósmica (divina) y el dedo índice de la individual (humana). El último y también el primer objetivo del Yoga es la unión del ser humano con la Conciencia Cósmica. Con este gesto, el ser humano expresa este deseo, este anhelo. No deja de ser interesante que en la Doctrina china de los Cinco Elementos  estos dos dedos correspondan al Elemento Metal, y que el metal sea el mejor conductor de energías. Según esta doctrina, el Elemento Metal también establece la conexión con lo cósmico. A su vez, en este elemento habitan la inspiración y la intuición. El índice representa la inspiración (energía de fuera) y el pulgar la intuición (energía interior). 
Al componer este gesto, la intuición y la inspiración forman una unidad cerrada, la fuerza del micro y el macrocosmos se unen y se fecundan mutuamente. Si nos sumergimos en las profundidades de las antiguas doctrinas -o si nos elevamos a las alturas - al final se produce el encuentro.