Preparación: Distante
Si recordamos el supremo objetivo de la meditación, tomaremos consciencia de que
ella es la más elevada actividad del alma, y no puede ser llevada a cabo al azar, sino
mediante una debida y continuada preparación. Un gran cuáquero ha descrito el proceso
como una “amorosa relación entre Dios y el alma”. Un padre jesuita dice que ella es la
“elevación del alma hacia Dios” con el objeto de que cultivemos el sentido de la amistad
con Dios por frecuentes visitas, siendo el propósito de la meditación acercarnos a Dios y
enseñar al alma a conversar amorosamente con El, porque esto no es una forma de
preguntar, sino una manera de ser enseñado. Así aprendemos a ser “guiados par el espíritu”.
Un ocultista ha definido a esto como la “inexplicable ansia del hombre interno por el
Infinito”. Esto significa que el verdadero éxito de la meditación depende mayormente de la
habitual disposición del alma. Una vida que está orientada hacia la Meta Suprema, una vida
de recogimiento y devoción, es la gran preparación, porque “nosotros nunca dedicamos a la
oración o plegaria el tiempo suficiente, comparado con el tiempo que no oramos”.
Durante
la meditación, la mente se alimenta por el material acopiado por la vida y el pensamiento;
por eso, una disposición habitual hacia la reflexión profunda, y si es posible, una cierta
cantidad de estudio perseverante, son del más grande valor, como una ayuda subconsciente
para la meditación. La mente comprensiva y el corazón ardiente proveen el combustible
que alumbra el altar de la meditación. En monasterios y conventos los preparativos
comienzan durante la noche. Esto significa que la naturaleza psíquica lleva con ella, a
través del portal del sueño, la intención y el pensamiento, regresando en la mañana
fácilmente armonizada. Cerremos la puerta de nuestro dormitorio a todos los pensamientos
malos, duros y depresivos, durmiéndonos con los mas elevados y puros pensamientos que
conozcamos, de aquellos a quienes amamos puramente, del Maestro a Quien aspiramos a
servir, del Amor divino en el cual tenemos nuestro ser. Acaso unas palabras bellas de un
pequeño libro provean una agradable entrada al sueño.
Preparación: Cercana
Muy a menudo no tomamos consciencia de un acceso gradual al cenit de la
meditación. El esfuerzo da lugar a una elevación y vivificación de la consciencia. Esto es
respondido por una más rápida vibración de las envolturas de la consciencia e incluso de
los nervios físicos. De ahí la sensación de sobresalto que se siente algunas veces cuando
hace ruido una puerta o alguien grita cerca de uno que esta meditando. No podemos
ascender o descender del monte interior demasiado a prisa. Es bueno empezar suavemente,
con unos pocos momentos de lectura y reflexión. También, regresar poco a poco, abrir los ojos y permanecer en calma, y en silencio por varios minutos al terminar.
Postura y Lugar
La postura y el lugar adoptados son ayudas subsidiarias, pero no de tal importancia
que ellas no puedan ser dejadas de lado, si las circunstancias no las permiten. Un pequeño
rincón de una habitación, “lleno con objetos que ejercen influencia”, y usado habitualmente
para meditar pronto se satura con pensamientos meditativos tendientes a su creación y
repetición, pero si tal lugar queda expuesto a excesiva observación o provoca antagonismos
de otros, es mejor privarse de el. La antigua postura del Oriente es sentarse en el suelo con
las piernas cruzadas. Hecha en debida forma, esta es una posición sumamente confortable,
ya que la columna vertebral esta libre y el cuerpo equilibrado sobre los dos huesos pélvicos.
La meditación compele a las corrientes pránicas a circular vigorosamente. Por tanto, es
también una práctica saludable, y la posición oriental favorece esto. Si a pesar de todo, en
la situación de rigidez de huesos prevaleciente en Occidente hubiera una alguna pequeña
dificultad, esto es de escasas consecuencias. Adopte una posición que permita el olvido del
cuerpo. La tensión interna causada por los esfuerzos meditativos a menudo da por
resultado, al principio, una contracción de los nervios físicos. Si se observa esto, deténgase
por un momento y relaje la tensión nerviosa. No meditamos con nuestros nervios físicos y
debemos aprender a dejarlos quietos. Una de las primeras fallas es inmovilizar la vista
detrás de los párpados cerrados. La meditación, además, nunca debe realizarse hasta
después de pasado cierto tiempo de una comida fuerte o pesada.
La razón de esto se
comprende enseguida: las energías pránicas acuden al proceso de la digestión y no pueden
ser fácilmente divididas. El mejor momento de todos para meditar es por la mañana
temprano; así se establece la tónica o modalidad para el día. Si no se dispone de otro
momento, siéntese en la cama por diez minutos cada día. Si durante la meditación se
manifiesta una sensación de pesadez en la cabeza, o modorra, abatimiento o incluso dolor,
suspenda al instante la meditación, esto implica un esfuerzo excesivo de las células
cerebrales, no acostumbradas. En su lugar haga una elevación de pensamiento, o de un
ideal por cierto tiempo. Aquellos que están acostumbrados al alcohol encontraran que esto
les sucede tal vez por años, ya que el alcohol es sumamente destructivo para el más
delicado desarrollo de las células cerebrales. Espere hasta que el tiempo cambie lentamente
la situación. La meditación no debe ser muy prolongada: diez minutos a media hora. Cinco
minutos diarios son mejores que una hora una vez por semana, y no debe hacerse entre las
10 de la noche y las 2 de la madrugada. La naturaleza psíquica esta particularmente abierta
a influencias extrañas de toda índole en esos momentos, y podría exponerse a la
predisposición a la mediumnidad. La mediumnidad y la meditación son polos opuestos.
El Verdadero Proceso de la Meditación: Formación del Carácter
Sentados para la meditación, después de bañarse, si esto es posible, ya que el
proceso meditativo tiende a reabsorber las toxinas del cuerpo que han sido eliminadas,
cerramos nuestros ojos, ayudando de este modo a eliminar las distracciones externas y a recordar el objetivo de nuestros esfuerzos internos. Si durante la meditación, sonidos
extraños golpean en la consciencia, no dejemos que esto nos perturbe de manera alguna.
Dejemos que los oídos respondan a ellos si deben, pero serenamente haga que su
consciencia no los note. Vendrá un momento en que uno no los escuchará. El objetivo de
meditar es, en primer lugar, la unión con lo Supremo, pero además de eso, hay otros dos
propósitos a lograr: la realización del Maestro y la perfección del carácter.
Supongamos que
empezamos con el menor de los objetivos. Deseamos desplegar una vida más perfecta que
nos permita ofrecer al Maestro y a Dios un carácter que los refleje cada vez más y sea más
responsivo a sus propósitos. Esto puede ser echo sistemáticamente mediante un pensar
claro y una acción valiente. La influencia formativa de un pensamiento claramente definido
unido a una acción intencional es sencillamente incalculable. Con su ayuda, un hombre
puede rápidamente transformarse más allá de todo reconocimiento. Todos tenemos ideas
vagas de la clase de personas que nos gustaría ser. Haga vivido y claro ese ideal. Considere
un día las principales características de su carácter ideal y decídase a hacerlas propias.
Dígase a sí mismo, por ejemplo: “mi hombre ideal debería ser absolutamente confiable; su
palabra debería ser compromiso.
¿Puedo yo ejemplificar esta gran cualidad en vida?. Mi
hombre ideal nunca debería rezongar, quejarse o entregarse a su propia conmiseración. EI
siempre debería ser valiente y desinteresado. ¿Soy yo así? Benjamin Franklin, en su
juventud considero doce peculiaridades de un carácter ideal y las practico, a cada una,
durante una semana rotativamente. Que cada uno forje su propio ideal. Piense
valientemente cual es su principal defecto y visualice claramente la virtud opuesta.
Supongamos que nos falta valor, o paciencia, o simpatía. Escojamos una cualidad por mes,
pensemos en ella por unos pocos minutos cada mañana, tratemos de ver que es realmente,
su necesidad, su uso, su atractivo, como luce o sobresale en la vida de alguien a quien
nosotros admiramos. Piense en incidentes imaginarios en los que usted podría ser probado
al respecto. Imagínese a usted mismo actuando en forma ideal. Imagine como el Maestro, o
el Cristo, pondrían esto en evidencia en cada hecho de la vida diaria. Imagine esto en
acción y decídase a ponerlo de manifiesto usted mismo cuando se presente la oportunidad.
Al principio no lo recordara a tiempo.
Usted debe construir nuevas corrientes nerviosas en
esa dirección; pero, un día, con un amable sentido de poder, tendrá éxito. EL autodominio
es generador de equilibrio y paz. A continuación se sugieren doce características, las cuales
duraran un año. Lo mejor de todo es hacerlas propias.
DEVOCIÓN – CONSTANCIA – PERSEVERANCIA – DESINTERES -
COMPASIÓN Y SIMPATÍA - CORTESÍA – ALEGRIA – PACIENCIA - CONTROL
DE LA PALABRA – VALOR – DISCRECIÓN - GENEROSIDAD.
El Acercamiento Interno al Maestro
Con creciente pureza, constancia y agudeza del corazón y de la mente, estos se
armonizan con algo de aquella Belleza Suprema que siempre irradia de los Hermanos
Mayores de la raza, aquellos que han alcanzado la meta de la evolución humana y se han
unificado con la Vida. El ideal del Maestro es de semejante atractivo y apremiante poder
porque en El cada hombre ve la futura perfección de si mismo. El Maestro nos muestra
cuan humano es Dios y cuan divino es el hombre. Si bien es semejante a Dios en poder y belleza, el Maestro es aun un hombre, que ha “aceptado el infortunio de nacer”, por nuestra
causa no por la Suya, y que no tiene mas nada que aprender de la vida y de la muerte. Y
dado que El siempre está allí, en todos los mundos o planos de existencia del género
humano, es que siempre es posible encontrarlo y es siempre accesible. Sea lo que fuere lo
que pensemos de cualquier parte del universo, lo que toquemos en consciencia en el
momento de pensar, estamos allí, porque el pensamiento elimina tiempo y espacio.
Si
pensamos en un amigo, de esta parte de la vida o de la otra, estamos realmente con el en
cuanto lo pensamos. Si pensamos en el Maestro, un Maestro de Sabiduría, o en el Gran
Maestro de todos, el Instructor del Mundo, el Señor Cristo, estamos con El en pensamiento,
“ausentes del cuerpo y presentes en el Señor”. En la medida en que pensemos en El, que
nos acerquemos a Él con la imaginación, algo de Su inmortal amor evoca una respuesta
emocional. No podemos comprender o tomar consciencia de una minúscula vislumbre de
esa belleza celestial sin responder con creciente amor y adoración, porque “nosotros
necesariamente amaremos al Altísimo cuando veamos aquella pequeña vislumbre”. Por lo
tanto, tratemos de ver, de comprender, y cuando nuestro corazón se agite en respuesta,
arrojémonos sin reservas al pie de nuestro Ideal, porque el amor, la adoración y la
reverencia elevan al hombre sobre potente alas para unirse con el objeto de sus amores.
Este es un mundo en que la insinceridad no es posible.
Si el amor todavía no asoma, si la
realización demora en venir, espere pacientemente y continúe esforzándose para la
concepción y comprensión. Alguno preguntara: ¿como hemos de imaginar al Maestro si no
sabemos como es? Eso no importa, ya que la imagen mental que creamos del Maestro no es
el Maestro sino el marco a través del cual miramos al Infinito y a través del cual el Infinito
nos mira a nosotros. Imagine el marco en la forma en que usted desee, pero siempre igual y
mire a través de el esforzándose por percibir, por responder, a la amorosa vida que es la del
Maestro. Si tenemos fuerte poder de visualización esto será fácil. Podemos mentalmente
construir una forma del Maestro tan vivida y claramente que nos parecería estar de pie
delante de El. Podemos seguir el método de San Ignacio de Loyola, imaginándonos escenas
de la vida de nuestro Señor, ubicándonos imaginariamente en la multitud que Lo siguió,
luego dejando todo excepto la figura central, ante Quien nos arrodillamos con profundo
amor.
Si no podemos visualizar fácilmente, tal vez será mas adecuado colocarnos ante una
PRESENCIA, manteniéndonos allí, muy quietos y apacibles, tratando de intuir y
responder. A través de esta imagen de EI mismo, este punto focal creado por nosotros, el
Maestro mismo enviara Su voz, llevándonos hacia la más profunda comprensión de lo que
EI realmente es. Es bueno imaginar a nuestro amado Maestro siempre en la misma forma.
Si tenemos una imagen o una estatua de El, contemplémosla atentamente; entonces, con los
ojos cerrados, reproduzcamos la cara y forma con devoción reverente, colocándonos en
pensamiento a Sus pies. Imaginémoslo siempre en las mismas circunstancias, o en Su
jardín, o en Su casa, como hemos escuchado describirlo, o sobre la ladera de una colina, o a
la orilla de un arroyo, o en un santuario interno, donde cada luz es símbolo de una brillante
virtud del alma que nosotros podríamos alcanzar para su servicio, virtud que brilla
gloriosamente en El.
Entrando en esa Presencia cada mañana, contemplando esa Belleza,
comenzaremos a reflejar un poco de Ella, y así, por contemplación, “somos transformados
en su imagen, de un grado de gloria a otro”. Dentro de esa Presencia, además, podemos
introducir en pensamiento a aquellos a quienes amamos y a aquellos a quienes deseamos
ayudar, y El, cuyo poder es mas fuerte que el nuestro, enviara a través de canal así provisto por nuestra devoción y pensamiento, bendiciones y auxilio.
La Realización de lo Supremo
La belleza del Maestro ayuda a tomar consciencia de la belleza de Dios. El tercer
paso en la meditación es alcanzar la Vida Infinita. Aquí, el método depende mayormente de
nuestra psicología y entrenamiento. Piénsese, en la forma más natural que se pueda, en la
más interna Vida Divina en la cual “vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”.
Piénsese de ella como entorno de uno y dentro de uno, y piénsese intensamente que se es
uno con Ella. Siguen ahora algunos pensamientos que son modos de realización de la Vida
Una. Dígase:
1) “Dios es Uno, Dios es Infinito. El esta en todas partes y mas allá de todo”. Piense en la inmensidad del cielo, del espacio y trate de sentir Su inmensidad.
2) “Dios es Verdad. El es todo esto. Todas las cosas son una mascara a través de la cual El brilla.
El esta viviendo dentro de mi ser, el Alma de mi alma,” e imagínelo como una llama blanca o violeta asentada dentro del corazón.
3) Imagine una luz dentro y fuera; diga: “Mas radiante que el Sol, mas puro que la nieve, mas sutil que el éter, es el Ser, es Espíritu dentro de mi corazón. Yo soy ese ser, ese Ser soy yo”.
4) “Dios es Pureza, yo estoy en El, yo debo ser puro; Su pureza brilla a través de mi corazón hacia el corazón de todos los demás. El es la Serenidad, la Compasión, la Alegría, el Amor, y como todo eso El brilla a través de mi hacia todos los demás”.
Cualquiera de los métodos expuestos que emplee, úselo con concentración e
intensidad. No es necesario usar exactamente las mismas palabras. Las palabras ayudan,
especialmente al principio, para fijar la atención. Ustedes pasaran de las palabras a la idea,
de la idea a la actitud del alma y de la actitud a la Vida misma. En todas las formas de
meditación el proceso es una retirada gradual desde una periferia a un centro. Esto puede
ser simbolizado así:
1) Muchos pensamientos verbalmente expresados;
2) Alcanzando el símbolo, la idea, la imagen interna;
3) Alcanzando la firme dirección, la actitud “sin forma” del alma;
4) Alcanzando la Esencia viviente trascendente.
A partir de aquí, cuando la mente y el corazón se han remontado hasta lo posible
llenos de energía positiva e intención, manténgase sereno, apacible, por algunos minutos
mirando, escuchando, aspirando. Imperceptiblemente allí crecerá la consciencia de una
Presencia, de una Vida, algo con lo que los poderes del alma, que están despertando,
comienzan a entrar en contacto. La percepción de esa tremenda Vida no es una percepción
de los sentidos; es más bien una apercepción evocada por la actividad en niveles más
elevados de emoción y pensamiento. “El Principio que da vida reside en nosotros y fuera de
nosotros; es imperecedero y eternamente benefactor; no se lo ve, ni se lo oye, ni se lo siente, pero es percibido por quien desea la percepción”. Si bien está mas allá de la
percepción sensorial, puede ser descrito en términos sensoriales, como lo dijo el Salmista:
“Oh, gusta y ve que el Señor es bueno”. Debemos entonces volver al pensamiento del
Maestro, el hombre divino a través del cual brilla Dios y sentir aun más profundamente Su
tremenda unidad. Luego invoquemos mentalmente a aquellos a quienes amamos y
desearíamos ayudar, trayéndolos dentro del esplendor que brilla alrededor nuestro, y
finalmente imaginemos ese esplendor brillando como el sol a través de todo nuestro ser
hacia el mundo circundante, bendiciendo nuestros hogares y nuestra ciudad con todo amor,
alegría y paz.
El Descenso del Monte Carmelo
Cuando haya “regresado”, y sus ojos se abran, siéntase tranquilo por un rato breve,
y retroceda en pensamiento sobre su meditación. Reflexione sobre pensamientos
iluminadores que puedan haber surgido, fíjelos en la mente, considere como ellos se habrán
de relacionar con su vida individual. Propóngase que ellos rindan ciertos y determinados
frutos. Ofrezca esa determinación al Maestro y ofrézcala también a El al día siguiente. Al
tomar determinaciones evite una aplicación demasiado general. No diga: “Yo nunca
perderé la paciencia otra vez”, sino: “seré paciente con este o aquel cuando ellos me
prueben hoy día”. Al final de una meditación es muy útil hacer una o dos respiraciones
profundas y serenas. Los ejercicios respiratorios que inducen a los estados meditativos no
son convenientes para los cuerpos occidentales, y pueden incluso llegar a ser peligrosos. En
los momentos de profunda meditación, la respiración física se altera, cambia a veces. Esto
es natural y esperado, pero no se debería ni inducir ni tratar de hacerlo.
Un Esquema de Meditación
Es muy útil tener algún plan o proyecto para desarrollar en meditación. El siguiente
es una sugerencia: Comenzar con la lectura de un aforismo o algo similar de algún libro
convencional, por ejemplo “A los pies del Maestro”. Piense sobre ello profundamente.
Cierre el libro, cierre los ojos, medite por unos minutos en la cualidad del carácter deseada.
Pase a la contemplación del Maestro; luego, intente tomar consciencia de la Vida Divina.
Retorne al pensamiento del Maestro, viendo esa Vida que resplandece a través de El.
Recuerde a aquellos que deberíamos bendecir o ayudar. Irradie bendiciones hacia el mundo.
Si se desea, la meditación puede continuar muy productivamente sin el pensamiento de
algún Maestro de Sabiduría en particular.
Clara M. Codd
No hay comentarios:
Publicar un comentario