domingo, 16 de junio de 2019

Meditación: Su Práctica y Resultados - EL PROCEDIMIENTO DE LA MEDITACIÓN



Preparación: Distante

Si recordamos el supremo objetivo de la meditación, tomaremos consciencia de que ella es la más elevada actividad del alma, y no puede ser llevada a cabo al azar, sino mediante una debida y continuada preparación. Un gran cuáquero ha descrito el proceso como una “amorosa relación entre Dios y el alma”. Un padre jesuita dice que ella es la “elevación del alma hacia Dios” con el objeto de que cultivemos el sentido de la amistad con Dios por frecuentes visitas, siendo el propósito de la meditación acercarnos a Dios y enseñar al alma a conversar amorosamente con El, porque esto no es una forma de preguntar, sino una manera de ser enseñado. Así aprendemos a ser “guiados par el espíritu”. Un ocultista ha definido a esto como la “inexplicable ansia del hombre interno por el Infinito”. Esto significa que el verdadero éxito de la meditación depende mayormente de la habitual disposición del alma. Una vida que está orientada hacia la Meta Suprema, una vida de recogimiento y devoción, es la gran preparación, porque “nosotros nunca dedicamos a la oración o plegaria el tiempo suficiente, comparado con el tiempo que no oramos”.

Durante la meditación, la mente se alimenta por el material acopiado por la vida y el pensamiento; por eso, una disposición habitual hacia la reflexión profunda, y si es posible, una cierta cantidad de estudio perseverante, son del más grande valor, como una ayuda subconsciente para la meditación. La mente comprensiva y el corazón ardiente proveen el combustible que alumbra el altar de la meditación. En monasterios y conventos los preparativos comienzan durante la noche. Esto significa que la naturaleza psíquica lleva con ella, a través del portal del sueño, la intención y el pensamiento, regresando en la mañana fácilmente armonizada. Cerremos la puerta de nuestro dormitorio a todos los pensamientos malos, duros y depresivos, durmiéndonos con los mas elevados y puros pensamientos que conozcamos, de aquellos a quienes amamos puramente, del Maestro a Quien aspiramos a servir, del Amor divino en el cual tenemos nuestro ser. Acaso unas palabras bellas de un pequeño libro provean una agradable entrada al sueño.

  Preparación: Cercana

Muy a menudo no tomamos consciencia de un acceso gradual al cenit de la meditación. El esfuerzo da lugar a una elevación y vivificación de la consciencia. Esto es respondido por una más rápida vibración de las envolturas de la consciencia e incluso de los nervios físicos. De ahí la sensación de sobresalto que se siente algunas veces cuando hace ruido una puerta o alguien grita cerca de uno que esta meditando. No podemos ascender o descender del monte interior demasiado a prisa. Es bueno empezar suavemente, con unos pocos momentos de lectura y reflexión. También, regresar poco a poco, abrir los ojos y permanecer en calma, y en silencio por varios minutos al terminar.


Postura y Lugar


La postura y el lugar adoptados son ayudas subsidiarias, pero no de tal importancia que ellas no puedan ser dejadas de lado, si las circunstancias no las permiten. Un pequeño rincón de una habitación, “lleno con objetos que ejercen influencia”, y usado habitualmente para meditar pronto se satura con pensamientos meditativos tendientes a su creación y repetición, pero si tal lugar queda expuesto a excesiva observación o provoca antagonismos de otros, es mejor privarse de el. La antigua postura del Oriente es sentarse en el suelo con las piernas cruzadas. Hecha en debida forma, esta es una posición sumamente confortable, ya que la columna vertebral esta libre y el cuerpo equilibrado sobre los dos huesos pélvicos. La meditación compele a las corrientes pránicas a circular vigorosamente. Por tanto, es también una práctica saludable, y la posición oriental favorece esto. Si a pesar de todo, en la situación de rigidez de huesos prevaleciente en Occidente hubiera una alguna pequeña dificultad, esto es de escasas consecuencias. Adopte una posición que permita el olvido del cuerpo. La tensión interna causada por los esfuerzos meditativos a menudo da por resultado, al principio, una contracción de los nervios físicos. Si se observa esto, deténgase por un momento y relaje la tensión nerviosa. No meditamos con nuestros nervios físicos y debemos aprender a dejarlos quietos. Una de las primeras fallas es inmovilizar la vista detrás de los párpados cerrados. La meditación, además, nunca debe realizarse hasta después de pasado cierto tiempo de una comida fuerte o pesada.

La razón de esto se comprende enseguida: las energías pránicas acuden al proceso de la digestión y no pueden ser fácilmente divididas. El mejor momento de todos para meditar es por la mañana temprano; así se establece la tónica o modalidad para el día. Si no se dispone de otro momento, siéntese en la cama por diez minutos cada día. Si durante la meditación se manifiesta una sensación de pesadez en la cabeza, o modorra, abatimiento o incluso dolor, suspenda al instante la meditación, esto implica un esfuerzo excesivo de las células cerebrales, no acostumbradas. En su lugar haga una elevación de pensamiento, o de un ideal por cierto tiempo. Aquellos que están acostumbrados al alcohol encontraran que esto les sucede tal vez por años, ya que el alcohol es sumamente destructivo para el más delicado desarrollo de las células cerebrales. Espere hasta que el tiempo cambie lentamente la situación. La meditación no debe ser muy prolongada: diez minutos a media hora. Cinco minutos diarios son mejores que una hora una vez por semana, y no debe hacerse entre las 10 de la noche y las 2 de la madrugada. La naturaleza psíquica esta particularmente abierta a influencias extrañas de toda índole en esos momentos, y podría exponerse a la predisposición a la mediumnidad. La mediumnidad y la meditación son polos opuestos.

  El Verdadero Proceso de la Meditación: Formación del Carácter

Sentados para la meditación, después de bañarse, si esto es posible, ya que el proceso meditativo tiende a reabsorber las toxinas del cuerpo que han sido eliminadas, cerramos nuestros ojos, ayudando de este modo a eliminar las distracciones externas y a recordar el objetivo de nuestros esfuerzos internos. Si durante la meditación, sonidos extraños golpean en la consciencia, no dejemos que esto nos perturbe de manera alguna. Dejemos que los oídos respondan a ellos si deben, pero serenamente haga que su consciencia no los note. Vendrá un momento en que uno no los escuchará. El objetivo de meditar es, en primer lugar, la unión con lo Supremo, pero además de eso, hay otros dos propósitos a lograr: la realización del Maestro y la perfección del carácter.

Supongamos que empezamos con el menor de los objetivos. Deseamos desplegar una vida más perfecta que nos permita ofrecer al Maestro y a Dios un carácter que los refleje cada vez más y sea más responsivo a sus propósitos. Esto puede ser echo sistemáticamente mediante un pensar claro y una acción valiente. La influencia formativa de un pensamiento claramente definido unido a una acción intencional es sencillamente incalculable. Con su ayuda, un hombre puede rápidamente transformarse más allá de todo reconocimiento. Todos tenemos ideas vagas de la clase de personas que nos gustaría ser. Haga vivido y claro ese ideal. Considere un día las principales características de su carácter ideal y decídase a hacerlas propias. Dígase a sí mismo, por ejemplo: “mi hombre ideal debería ser absolutamente confiable; su palabra debería ser compromiso.

¿Puedo yo ejemplificar esta gran cualidad en vida?. Mi hombre ideal nunca debería rezongar, quejarse o entregarse a su propia conmiseración. EI siempre debería ser valiente y desinteresado. ¿Soy yo así? Benjamin Franklin, en su juventud considero doce peculiaridades de un carácter ideal y las practico, a cada una, durante una semana rotativamente. Que cada uno forje su propio ideal. Piense valientemente cual es su principal defecto y visualice claramente la virtud opuesta. Supongamos que nos falta valor, o paciencia, o simpatía. Escojamos una cualidad por mes, pensemos en ella por unos pocos minutos cada mañana, tratemos de ver que es realmente, su necesidad, su uso, su atractivo, como luce o sobresale en la vida de alguien a quien nosotros admiramos. Piense en incidentes imaginarios en los que usted podría ser probado al respecto. Imagínese a usted mismo actuando en forma ideal. Imagine como el Maestro, o el Cristo, pondrían esto en evidencia en cada hecho de la vida diaria. Imagine esto en acción y decídase a ponerlo de manifiesto usted mismo cuando se presente la oportunidad. Al principio no lo recordara a tiempo.

Usted debe construir nuevas corrientes nerviosas en esa dirección; pero, un día, con un amable sentido de poder, tendrá éxito. EL autodominio es generador de equilibrio y paz. A continuación se sugieren doce características, las cuales duraran un año. Lo mejor de todo es hacerlas propias. DEVOCIÓN – CONSTANCIA – PERSEVERANCIA – DESINTERES - COMPASIÓN Y SIMPATÍA - CORTESÍA – ALEGRIA – PACIENCIA - CONTROL DE LA PALABRA – VALOR – DISCRECIÓN - GENEROSIDAD.

 El Acercamiento Interno al Maestro

Con creciente pureza, constancia y agudeza del corazón y de la mente, estos se armonizan con algo de aquella Belleza Suprema que siempre irradia de los Hermanos Mayores de la raza, aquellos que han alcanzado la meta de la evolución humana y se han unificado con la Vida. El ideal del Maestro es de semejante atractivo y apremiante poder porque en El cada hombre ve la futura perfección de si mismo. El Maestro nos muestra cuan humano es Dios y cuan divino es el hombre. Si bien es semejante a Dios en poder y belleza, el Maestro es aun un hombre, que ha “aceptado el infortunio de nacer”, por nuestra causa no por la Suya, y que no tiene mas nada que aprender de la vida y de la muerte. Y dado que El siempre está allí, en todos los mundos o planos de existencia del género humano, es que siempre es posible encontrarlo y es siempre accesible. Sea lo que fuere lo que pensemos de cualquier parte del universo, lo que toquemos en consciencia en el momento de pensar, estamos allí, porque el pensamiento elimina tiempo y espacio.

Si pensamos en un amigo, de esta parte de la vida o de la otra, estamos realmente con el en cuanto lo pensamos. Si pensamos en el Maestro, un Maestro de Sabiduría, o en el Gran Maestro de todos, el Instructor del Mundo, el Señor Cristo, estamos con El en pensamiento, “ausentes del cuerpo y presentes en el Señor”. En la medida en que pensemos en El, que nos acerquemos a Él con la imaginación, algo de Su inmortal amor evoca una respuesta emocional. No podemos comprender o tomar consciencia de una minúscula vislumbre de esa belleza celestial sin responder con creciente amor y adoración, porque “nosotros necesariamente amaremos al Altísimo cuando veamos aquella pequeña vislumbre”. Por lo tanto, tratemos de ver, de comprender, y cuando nuestro corazón se agite en respuesta, arrojémonos sin reservas al pie de nuestro Ideal, porque el amor, la adoración y la reverencia elevan al hombre sobre potente alas para unirse con el objeto de sus amores. Este es un mundo en que la insinceridad no es posible.

Si el amor todavía no asoma, si la realización demora en venir, espere pacientemente y continúe esforzándose para la concepción y comprensión. Alguno preguntara: ¿como hemos de imaginar al Maestro si no sabemos como es? Eso no importa, ya que la imagen mental que creamos del Maestro no es el Maestro sino el marco a través del cual miramos al Infinito y a través del cual el Infinito nos mira a nosotros. Imagine el marco en la forma en que usted desee, pero siempre igual y mire a través de el esforzándose por percibir, por responder, a la amorosa vida que es la del Maestro. Si tenemos fuerte poder de visualización esto será fácil. Podemos mentalmente construir una forma del Maestro tan vivida y claramente que nos parecería estar de pie delante de El. Podemos seguir el método de San Ignacio de Loyola, imaginándonos escenas de la vida de nuestro Señor, ubicándonos imaginariamente en la multitud que Lo siguió, luego dejando todo excepto la figura central, ante Quien nos arrodillamos con profundo amor.

Si no podemos visualizar fácilmente, tal vez será mas adecuado colocarnos ante una PRESENCIA, manteniéndonos allí, muy quietos y apacibles, tratando de intuir y responder. A través de esta imagen de EI mismo, este punto focal creado por nosotros, el Maestro mismo enviara Su voz, llevándonos hacia la más profunda comprensión de lo que EI realmente es. Es bueno imaginar a nuestro amado Maestro siempre en la misma forma. Si tenemos una imagen o una estatua de El, contemplémosla atentamente; entonces, con los ojos cerrados, reproduzcamos la cara y forma con devoción reverente, colocándonos en pensamiento a Sus pies. Imaginémoslo siempre en las mismas circunstancias, o en Su jardín, o en Su casa, como hemos escuchado describirlo, o sobre la ladera de una colina, o a la orilla de un arroyo, o en un santuario interno, donde cada luz es símbolo de una brillante virtud del alma que nosotros podríamos alcanzar para su servicio, virtud que brilla gloriosamente en El.

Entrando en esa Presencia cada mañana, contemplando esa Belleza, comenzaremos a reflejar un poco de Ella, y así, por contemplación, “somos transformados en su imagen, de un grado de gloria a otro”. Dentro de esa Presencia, además, podemos introducir en pensamiento a aquellos a quienes amamos y a aquellos a quienes deseamos ayudar, y El, cuyo poder es mas fuerte que el nuestro, enviara a través de canal así provisto por nuestra devoción y pensamiento, bendiciones y auxilio.

La Realización de lo Supremo


La belleza del Maestro ayuda a tomar consciencia de la belleza de Dios. El tercer paso en la meditación es alcanzar la Vida Infinita. Aquí, el método depende mayormente de nuestra psicología y entrenamiento. Piénsese, en la forma más natural que se pueda, en la más interna Vida Divina en la cual “vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”. Piénsese de ella como entorno de uno y dentro de uno, y piénsese intensamente que se es uno con Ella. Siguen ahora algunos pensamientos que son modos de realización de la Vida Una. Dígase:

1) “Dios es Uno, Dios es Infinito. El esta en todas partes y mas allá de todo”. Piense en la inmensidad del cielo, del espacio y trate de sentir Su inmensidad.

2) “Dios es Verdad. El es todo esto. Todas las cosas son una mascara a través de la cual El brilla.
El esta viviendo dentro de mi ser, el Alma de mi alma,” e imagínelo como una llama blanca o violeta asentada dentro del corazón.

3) Imagine una luz dentro y fuera; diga: “Mas radiante que el Sol, mas puro que la nieve, mas sutil que el éter, es el Ser, es Espíritu dentro de mi corazón. Yo soy ese ser, ese Ser soy yo”.

4) “Dios es Pureza, yo estoy en El, yo debo ser puro; Su pureza brilla a través de mi corazón hacia el corazón de todos los demás. El es la Serenidad, la Compasión, la Alegría, el Amor, y como todo eso El brilla a través de mi hacia todos los demás”.

Cualquiera de los métodos expuestos que emplee, úselo con concentración e intensidad. No es necesario usar exactamente las mismas palabras. Las palabras ayudan, especialmente al principio, para fijar la atención. Ustedes pasaran de las palabras a la idea, de la idea a la actitud del alma y de la actitud a la Vida misma. En todas las formas de meditación el proceso es una retirada gradual desde una periferia a un centro. Esto puede ser simbolizado así:

1) Muchos pensamientos verbalmente expresados;
2) Alcanzando el símbolo, la idea, la imagen interna;
3) Alcanzando la firme dirección, la actitud “sin forma” del alma;
4) Alcanzando la Esencia viviente trascendente.


A partir de aquí, cuando la mente y el corazón se han remontado hasta lo posible llenos de energía positiva e intención, manténgase sereno, apacible, por algunos minutos mirando, escuchando, aspirando. Imperceptiblemente allí crecerá la consciencia de una Presencia, de una Vida, algo con lo que los poderes del alma, que están despertando, comienzan a entrar en contacto. La percepción de esa tremenda Vida no es una percepción de los sentidos; es más bien una apercepción evocada por la actividad en niveles más elevados de emoción y pensamiento. “El Principio que da vida reside en nosotros y fuera de nosotros; es imperecedero y eternamente benefactor; no se lo ve, ni se lo oye, ni se lo siente, pero es percibido por quien desea la percepción”. Si bien está mas allá de la percepción sensorial, puede ser descrito en términos sensoriales, como lo dijo el Salmista: “Oh, gusta y ve que el Señor es bueno”. Debemos entonces volver al pensamiento del Maestro, el hombre divino a través del cual brilla Dios y sentir aun más profundamente Su tremenda unidad. Luego invoquemos mentalmente a aquellos a quienes amamos y desearíamos ayudar, trayéndolos dentro del esplendor que brilla alrededor nuestro, y finalmente imaginemos ese esplendor brillando como el sol a través de todo nuestro ser hacia el mundo circundante, bendiciendo nuestros hogares y nuestra ciudad con todo amor, alegría y paz. 

 El Descenso del Monte Carmelo

Cuando haya “regresado”, y sus ojos se abran, siéntase tranquilo por un rato breve, y retroceda en pensamiento sobre su meditación. Reflexione sobre pensamientos iluminadores que puedan haber surgido, fíjelos en la mente, considere como ellos se habrán de relacionar con su vida individual. Propóngase que ellos rindan ciertos y determinados frutos. Ofrezca esa determinación al Maestro y ofrézcala también a El al día siguiente. Al tomar determinaciones evite una aplicación demasiado general. No diga: “Yo nunca perderé la paciencia otra vez”, sino: “seré paciente con este o aquel cuando ellos me prueben hoy día”. Al final de una meditación es muy útil hacer una o dos respiraciones profundas y serenas. Los ejercicios respiratorios que inducen a los estados meditativos no son convenientes para los cuerpos occidentales, y pueden incluso llegar a ser peligrosos. En los momentos de profunda meditación, la respiración física se altera, cambia a veces. Esto es natural y esperado, pero no se debería ni inducir ni tratar de hacerlo. 

  Un Esquema de Meditación 

Es muy útil tener algún plan o proyecto para desarrollar en meditación. El siguiente es una sugerencia: Comenzar con la lectura de un aforismo o algo similar de algún libro convencional, por ejemplo “A los pies del Maestro”. Piense sobre ello profundamente. Cierre el libro, cierre los ojos, medite por unos minutos en la cualidad del carácter deseada. Pase a la contemplación del Maestro; luego, intente tomar consciencia de la Vida Divina. Retorne al pensamiento del Maestro, viendo esa Vida que resplandece a través de El. Recuerde a aquellos que deberíamos bendecir o ayudar. Irradie bendiciones hacia el mundo. Si se desea, la meditación puede continuar muy productivamente sin el pensamiento de algún Maestro de Sabiduría en particular.

Clara M. Codd

No hay comentarios:

Publicar un comentario