sábado, 1 de junio de 2019

LA MEDITACIÓN Y SU OBJETIVO



¿Qué es la meditación? 

LA MEDITACIÓN es una práctica antigua e inmemorial de quienes siempre se han esforzado por tomar consciencia de sus posibilidades internas y por desentrañar el enigma del Universo. Como esa eterna incógnita solo se contesta desde dentro, su solución yace en las profundidades del pequeño universo que es el hombre. Meditación es, en primer lugar, reflexión, como un proceso mental dirigido hacia un fin espiritual, y hasta un cierto punto es verdad, pero significa mucho más que esto, porque en definitiva, la totalidad de los poderes conscientes son atraídos y orientados hacia la meta suprema. Ella puede ser considerada, al principio, como un pensar sistemático y sostenido, y como tal usado en nuestro mundo diario. En otras palabras, antes de que podamos lograr algún resultado deseado, pensamos acerca de el, y lo planificamos, y esa “meditación” preliminar puede durar desde un minuto hasta varias horas, y determinará, consciente o inconscientemente, la acción considerada. Si un pensamiento intencional y sostenido es necesario para lograr y comprender objetivos materiales, ¡Cuanto más infinitamente necesario será en las elevadas aventuras del espíritu!. De hecho, todos practicamos la meditación en cierto grado, particularmente cuando nuestras emociones son atraídas, cuando “nuestros corazones están en ello”. 

La mente, siendo una constructora de formas, bosqueja el plan de acción y la emoción la acompaña, suministrando la vida y el vigor necesarios. Algunas personas tienen buena mente y poco deseo para lograr algo. Otras tienen deseos arraigados pero carecen de fuerza y claridad mental. El éxito llega al hombre que puede desarrollar y armonizar a ambos. Se vera que la meditación es un intento para desarrollar y utilizar estos poderes y dirigirlos hacia la realización de metas espirituales. EI proceso no difiere, al principio, de aquel que el hombre emplea normalmente en su vida diaria, a pesar de que la fuerza y purificación logradas o realizadas al dirigir el corazón y la mente hacia alturas espirituales pone en definitiva en acción poderes de comprensión super-normales. 

La meditación NO ES como muchas veces se ha supuesto, un arte difícil y antinatural. Es la gloriosa expansión y sublimación de los poderes normales del corazón y de la mente, y puede ser practicada, en alguna medida, por todas las almas vivientes. Quizá la idea prevaleciente de que es un proceso extraordinario y abstruso provenga de libros mal interpretados y de enseñanzas concernientes a antiguos métodos de Yoga en el Oriente. La totalidad de los métodos orientales tienen inclinación hacia el Ocultismo, es decir, de alcanzar la autorrealización a través del pormenorizado y paciente desarrollo de las envolturas de la consciencia en todos los planos de la materia. 

Su perspectiva científica, su conocimiento de la constitución del hombre y su más profunda psicología hacen que Oriente sobrepase cualquier conocimiento que tengamos hasta ahora en Occidente. Su plena práctica exige tiempo libre y paz, y el dominio de un mecanismo físico finamente ajustado, producto de una herencia de antepasados que por miles de años se han abstenido de carne y de alcohol y practicado tenazmente la meditación. Tal ascendencia y condiciones no se dan en Occidente, de ahí el riesgo de crisis o trastornos nerviosos cuando se intentan los muy arduos métodos de Oriente. Por esta razón, tal vez, el método en Occidente se ha inclinado siempre hacia el misticismo y el desarrollo de la vida, sin haber tomado demasiado en cuenta la forma. Su perspectiva es artística. Tal vez esto seria mejor comprendido si tratamos de imaginarnos algo de nuestro propio carácter que nos permita ver el objetivo de la meditación, los poderes empleados y los resultados, cuando se ha seguido paciente y fielmente el método. 

El Triple Hombre 

En la vida ordinaria sabemos muy poco de nosotros mismos y, consecuentemente, nos juzgamos a nosotros y a otros superficialmente. Uno de los primeros requisitos en Yoga es lograr una creciente toma de consciencia de la realidad y poder de la vida interior, y esto se ayuda con un alejarse, en pensamiento, de una estrecha identificación con los vehículos de consciencia. Estamos convencidos que nosotros somos este cuerpo; debemos aprender a darnos cuenta que no lo somos, que él solo es un maravilloso y delicado mecanismo viviente, producido por evolución a través de eones de tiempo para nuestro uso y experiencia, pero él no es nosotros mismos. Comenzaremos, entonces, a vivir mas conscientemente como un alma, tomando consciencia que la “vida interior” es el mundo de motivos, de ideales, de sentimientos y de aspiraciones realmente mucho mas potentes para el auto-desarrollo y para afectar a otros que cualquier otra cosa que hagamos en el mundo físico. 

La Sabiduría Antigua nos enseña que la vida y la consciencia del hombre trabajan a través de muchos niveles de materia sutil o grosera, cada uno de los cuales constituye un rumbo o esfera, interpenetrando a los otros proveyendo a cada hombre de un vehículo o “cuerpo” para la expresión y experiencia en cada plano. Estos planos de consciencia y materia son subjetivos para la consciencia física, para la cual solo el mundo físico es objetivo, pero ellos son visibles a la visión clarividente, y para todos después de la muerte. En estos mundos y en los cuerpos sutiles internos que les pertenecen, los pensamientos y sentimientos son poderes tremendamente creativos. 

Esta es la razón oculta que yace detrás de su desarrollo sistemático por medio de la meditación. La naturaleza del hombre puede ser clasificada de muchas maneras, difiriendo según el punto de vista tomado en cuenta. Tal vez, para nuestro propósito, la más simple sea la triple clasificación de San Pablo: cuerpo, alma y espíritu. 

Cuerpo 

Fue Ruskin quien nos dijo que el estudio de la derivación de las palabras trae mucha luz. La palabra “cuerpo” deriva de la anglosajona “bodig” y significa morada o lugar de residencia del alma. Arnold Bennett lo llama “La maquina humana”, si bien esta tiene una velada consciencia elemental propia, aparte de la consciencia superior que lo gobierna cuando estamos despiertos. Sería exactamente describirlo con las palabras del Maestro K. H. como “el caballo en el cual cabalgamos”. Es muy útil en la vida recordar a veces que no somos este cuerpo, que es una cosa maravillosa, la cual usamos temporalmente pero que no es nosotros mismos. 
Hay dos pequeñas prácticas meditativas que nos ayudaran a libertarnos de nuestros cuerpos. 

1) Estamos demasiado acostumbrados al pensamiento de que nuestros cuerpos están muy separados de todas las cosas, y sin embargo, esto no es así realmente. Invisiblemente desde su superficie, los átomos y las moléculas están siendo radiados constantemente, siendo reemplazados por otros desde la atmósfera circundante. Imaginemos este estado de flujo y que no hay línea demarcatoria entre nuestro cuerpo y sus alrededores. 

2) El pensarnos en términos de este cuerpo tiene un gran efecto sobre la materia sutil de nuestra propia psiquis, atrayendo la mayor parte de ese cuerpo mas fluido dentro de la periferia de la forma física, causando así una cierta congestión. Imaginémonos un aura en lugar de un cuerpo físico. Caminando a lo largo de un camino, imaginémonos yendo al frente del cuerpo andante. Alma La palabra griega que en nuestras escrituras se traduce por “alma” nos da las palabras “psiquis” y “psicología”. La investigación psíquica es un intento para explorar el dominio del alma desde el punto de vista de la materia o forma. 

La psicología penetra dentro del mundo de su vida o “consciencia”. Para los fines prácticos, podemos pensar de ella como ese ser sutil y brillante, replica glorificada del cuerpo físico; cuyos vividos poderes son el sentimiento y el pensamiento, que sobreviven ala muerte. Espíritu Alma y espíritu son a menudo confundidos. Ya en griego ambos son palabras diferentes, espíritu significa vida, aliento. Dios insuflo dentro del hombre el aliento de vida y se convirtió en un alma viviente. Este tercer factor es el factor inmortal e imperecedero en cada uno de nosotros. 

Nuestros cuerpos mueren continuamente. De la misma manera, después de un tiempo largo mueren nuestras propias almas, pero al termino de cada ciclo de encarnación, sus experiencias son sublimadas e incorporada al interior del hombre inmortal. El es el “Cristo en uno, la esperanza de gloria”; la “pequeña parte de Dios en el centro de cada uno de nosotros”, como lord Tennyson lo describió en una carta. El es incapaz de maldad y es siempre puro; es el ángel en un hombre que nunca dejó el seno del Padre. EI mas grande pecador, el más ignorante de los salvajes, tienen dentro esa posibilidad divina. Allí nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Dios; allí siempre somos sus hijos. Muy en lo profundo reside siempre “el hombre oculto del corazón, en lo no corruptible”. La Última cosa dentro nuestro no es el pecado sino la Divinidad. 

El Objetivo de la Meditación 

Aquí encontramos la verdadera meta de la meditación: la auto-realización. Según las palabras de San Ambrosio, debemos “convertirnos en lo que somos”. Debemos descubrir ese Ser Divino, profundo y oculto que vive en el interior de cada uno de nosotros, armonizar la mente y el corazón con El y finalmente unificarnos con El. Su conocimiento es el reino de los cielos dentro nuestro, que “es como un tesoro oculto en un campo que, cuando un hombre lo ha encontrado, lo oculta, y para gozarlo, el hombre va y vende todo lo que tiene y compra ese campo”. Pero el campo donde el tesoro celestial esta enterrado es nuestro propio ser, y el precio que tenemos que pagar para poseerlo es una completa devoción y una sinceridad total, “...todo lo que él tiene”. Cuando se lo encuentra y realiza, un aun más amplio y grande descubrimiento nos espera, y es que por convertirnos en uno con nuestro mas profundo ser misteriosamente nos hemos convertido también en uno con el más profundo ser de todas las otras cosas vivientes, porque la vida es una en todas partes y Vida es Dios. 

La Visualización de la Meta 

Nosotros podemos percibir la meta, pero veladamente, porque aun no la hemos alcanzado. Estamos en la posición de un niño no nacido aún, o de una flor que todavía no se ha abierto. ¿Como podrían ellos conocer la gloriosa y brillante inmensidad del mundo en el que en breve entraran?. La flor siente el calor del Sol y ese calor causa la apertura de su corazón y desarrollo. Así, “como a través de un vidrio oscurecido”, así también nosotros vislumbramos la belleza del sol de nuestras almas, y el amor naciente y una incipiente adoración traen el florecimiento interno. Al principio vemos a Dios, que es Vida, Amor y Belleza a través de la ventana de un ideal. A medida que miramos y tratamos de vivir en su luz, la distancia entre nosotros y aquella lejana estrella disminuye, y la ventana a través de la cual miramos se torna cada vez más grande y bella. “Busca el camino con profunda reverencia del alma, a la velada estrella que arde en el interior. Invariablemente, a medida que uno observa y adora, su luz se tornará más fuerte. Entonces uno puede saber que ha encontrado el comienzo del camino. Y cuando ha encontrado el final, esa luz repentinamente se convertirá en luz infinita”. 

Los Tres que son Uno 

Podemos ver nuestra meta desde uno o desde los tres aspectos. Para nosotros uno quizás parezca más que otro, pero todos son uno. Podemos llamarlos el Padre, el Hijo y el espíritu Santo. El centro de la divinidad dentro de nosotros mismos es el espíritu Santo, por siempre individualizado, de larga permanencia en la matriz de nuestra naturaleza humana, porque nuestra alma y nuestro cuerpo son siempre el Templo del espíritu Santo. Cuando pensamos en El, lo visualizamos como un Hombre Perfecto, el ideal de nosotros mismos, en el cual anhelamos convertirnos, el Yo Superior. Otras veces pensamos en Alguien que ya ha alcanzado aquella meta de auto-realización y Quien, habiéndose convertido en “uno con Dios”, es de este modo un Mediador, un Salvador, que revela a los hombres la humanidad de Dios y que también les enseña la divinidad del hombre. 

A medida que Lo contemplamos, su belleza suprema estimula el crecimiento de la misma belleza en nosotros, es el aspecto Hijo. Finalmente, tratemos de imaginarnos la vastedad y la universalidad de Dios, aquella Vida Inmortal en la cual todas las casas viven, se mueven y tienen su ser. Este es aquel poder y gloria en el cual los átomos de los Dioses están incluidos, aquello que Jan Ruysbroek llama “el fundamento o razón de nuestro ser, Dios el Padre. Este ultimo es mas difícil de visualizar que los otros dos, porque la mente del hombre contempla con dificultad lo inmensurable. 
EI ser humano puede vislumbrar mejor esto a través de una forma cercana y querida. Por eso el Hijo, el Manifestado es más fácilmente visto que el Padre, el Inmanifestado. Sin embargo, estos tres son Uno. El Yo Superior es uno con el Maestro, como El es uno con Dios. “Ninguno esta delante o detrás del otro”, y de acuerdo con nuestro temperamento, contemplamos a uno o a otro con mayor inclinación. 

 EI Ascenso al Monte Carmelo 

Este, a la sazón, es el propósito de la meditación, el ascenso hacia la cima de nuestro propio ser, esa pura y serena altura sobre las nubes de la ilusión, donde reina Dios el Bello, o para usar otro símil, es “sumergirse en las gloriosas y misteriosas profundidades del propio recóndito ser” donde lo profundo llama a lo Inmortal Profundo externo, y siempre busca ese océano que es a la vez fuente y meta de su ser. “Dios en nuestras profundidades recibe al Dios que viene hacia nosotros; es Dios contemplando a Dios, Dios en Quien moran la Salvación y la Paz”. El símil de la montaña es frecuentemente usado por escritores místicos. “Quien ascended el monte del Señor?. 

El que tenga las manos limpias y el corazón puro”. Cuando nuestro Señor “subió al monte, aparte, para arar”, tal vez no fue a una montaña física sino a las alturas de su propia consciencia interna. 
El afianzamiento de la mente sobre estos altos y sublimes tópicos produce una sucesiva elevación y purificación de la consciencia. Esto es respondido por la vibración más rápida de los vehículos de la consciencia, originando un refinamiento gradual de la materia que los constituye. Por eso es que el hombre de meditación crece refinado, puro y noble. Su alma crece y alza el vuelo hacia la Estrella de su ser. En el Capitulo siguiente consideraremos las alas con las cuales él vuela.

Clara M. Codd

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