sábado, 27 de julio de 2019

Concentración y Meditación - LA PEQUEÑA MEDITACIÓN

Supongamos que, tras múltiples promesas hechas a sí mismo y luego rotas, tras una serie de esfuerzos genuinos, pero por una u otra razón fallidos, el estudiante ha logrado al fin «ponerse en marcha». Supongamos también que, abriéndose paso entre una espesa jungla de dudas, demoras y decepciones, ha alcanzado ya el primer objetivo, reducir su díscola voluntad a la obediencia, y que a través de muchas fatigas y penalidades ha llegado a adquirir un grado pasable de eficacia en la concentración. Y ahora, ¿Qué?. Cuando el reflector de la mente está ya en condiciones de funcionar y su rayo es una espada luminosa obediente al brazo de nuestra voluntad, utilicémoslo para el alto fin a que fue destinado. En derredor de cada uno de nosotros resplandece un diminuto círculo de luz, recompensa de nuestra primera victoria, botín arrebatado a las tinieblas de la avidya (ignorancia). Sólo la meditación puede agrandar ese círculo hasta convertirlo en faro capaz de guiar a los menos afortunados. Tal es la finalidad de la meditación, una finalidad doble: acrecentar el fulgor de nuestra propia luz y compartir ésta con los millones de hombres que sufren. 

  Concentración y meditación 

Aunque no existe una clara frontera entre los hábitos y métodos respectivos de la concentración y la meditación, ambas prácticas difieren tanto entre sí que es esencial tener bien presentes los rasgos propios de cada una. En la primera, el estudiante se ejerce de modo consciente en el dominio de su instrumento, dándose perfecta cuenta de sus esfuerzos mentales, ya trate de reprimir pensamientos intrusos o de visualizar internamente un objeto. En la segunda, por el contrario, el mecanismo de la meditación no le preocupa y ni siquiera piensa en él, como tampoco piensa un conductor experimentado, cuando lleva el volante, en los intrincados procesos mecánicos que tanto le costó llegar a dominar en un principio. De ahora en adelante, una vez determinado el objeto de la meditación y enfocada en él la mente como hemos visto, el meditador debe estar seguro de poder mantener esa imagen inmóvil y sin cambio alguno hasta que la voluntad decida dirigirse a otro objeto o «desconectarse» del todo. 

 Un segundo punto que vale la pena destacar es éste: mientras la concentración resulta un ejercicio útil para afrontar la vida diaria, pero de por sí sin significado moral o espiritual, la meditación induce un estado de conciencia en que sólo la faceta espiritual tiene valor. Si el saber científico es como una expedición por el universo que nos rodea, la meditación equivale a un viaje al interior de ese universo. Aquí radica la diferencia esencial entre las leyes y condiciones pertenecientes a cada uno de ambos mundos. La ciencia de la concentración puede abiertamente enseñarse por dinero, y tales enseñanzas no merecen ni más ni menos respeto que las relativas, por ejemplo, al desarrollo físico. 
La meditación, sin embargo, introduce al estudiante en otra esfera, un mundo donde, como la experiencia se lo hará ver con claridad, todos los valores se hallan profundamente alterados, y la importancia recíproca de muchos «pares antitéticos» invertida. 

El motivo es aquí de suma trascendencia. Comienzan también a dejar sentir sus efectos leyes que hasta entonces se desconocían. En esta fase queda absolutamente prohibido no ya sólo vender los conocimientos o poderes adquiridos, sino usarlos en provecho propio. Al prostituir esos poderes con fines egoístas, se seca la fuente de donde proceden y, lo que es peor, se prepara el camino a un indecible sufrimiento en vidas por venir. De igual modo, podemos hacer a cualquiera partícipe de nuestras experiencias en la concentración; no hay por qué mostrarse reservado sobre lo que no es sino una réplica mental de los «ejercicios físicos». En la meditación, empero, intervienen nuevas consideraciones. Nos hallamos a punto de ascender a niveles de conciencia más espirituales, y por ello conviene que ciertos hábitos, que más tarde serán necesidades, se formen ya desde el principio. Es poco aconsejable comentar con extraños las propias aventuras espirituales, de no mediar una actitud de mutua ayuda. Antes o después, uno acaba por aprender no sólo a «saber» y a «osar», sino también a «guardar silencio». 

Ya desde los primeros pasos, no está de más persuadirse del valor de ese silencio y de la soledad ocasional. Hay todavía otro precio que pagar para seguir caminando por la Senda, pues es ley de vida que todo cuesta algo, lo espiritual como lo material, y que nada grande se obtiene sin sacrificio de lo pequeño. Quien pretenda desarrollar sus facultades internas habrá de pagar el tributo de una vida más pura. De lo contrario caerá, moralmente, en la tentación de un motivo indigno, y físicamente, en el peligro de verse arrollado y perjudicado por fuerzas espirituales que se alojan en un «vehículo» inepto. Si se hace pasar una corriente eléctrica demasiado intensa por un aparato débil o defectuoso, éste quedará destrozado. Lo mismo sucede con dichas fuerzas, que son mera electricidad en un plano muy superior. Cuidado, pues, con la satisfacción inmoderada de los propios deseos. 

La carne y otros alimentos toscos menoscaban la eficacia del instrumento físico de tales poderes, y el alcohol es incompatible con el crecimiento espiritual. Los excesos sexuales, los estupefacientes y drogas de todo tipo, constituyen ya en los comienzos un serio obstáculo al progreso en la meditación; con el tiempo se tornan decididamente peligrosos. A la inversa, el valor de las ayudas y complementos físicos para meditar con mayor provecho resulta indiscutible, aun cuando al principio no sea necesario recurrir a esos medios. Se verá también que es utilísimo atenerse a un horario fijo día tras día y, si es posible, no cambiar tampoco de lugar o habitación. A medida que uno progresa, se percata igualmente de la importancia cada vez mayor de poner coto a la lengua y a ciertos hábitos mentales ya censurados en páginas anteriores. Pero lo que ante todo ha de procurarse es excluir de la mente ese vicio que aventaja a todos los demás en sutilidad: el orgullo espiritual. 

No sin razón figura en el penúltimo lugar de la lista de las Diez Cadenas que mantienen al hombre atado a la Rueda del Devenir, ya que sólo la Ignorancia es capaz de sujetar todavía a quien se ha liberado del orgullo. Es fácil fijarse un ideal e iniciar la marcha hacia él, pero no lo es menos incurrir en el hábito de prestar mayor atención al «Yo» en movimiento que al ideal mismo. El hombre sabio posee la sabiduría de la humildad. De ahí la importancia de verificar constantemente la pureza de nuestros motivos, para asegurarnos de que las cimas alcanzadas no darán la medida de nuestro derrumbamiento, pues más de una vez el «Yo», como viento huracanado que sopla en lo alto de las montañas, ha precipitado al alpinista en los abismos cuando parecía tener la cumbre al alcance de la mano. Al intensificar su vida interior, el estudiante comprobará, si no lo ha comprobado ya, cuan profundo es el foso que se abre entre esa pseudomeditación, que no es más que un frívolo «soñar despierto», y el genuino dinamismo que nos lleva con paso seguro hacia el éxito. 

Esta misma fuerza es capaz, no obstante, de hacer aflorar tanto lo peor como lo mejor de nosotros. Yerros y flaquezas del pasado que desde hacía mucho creíamos muertos, cobran nueva vida renovando sus amenazas. Hasta que no se purguen estos desechos de un karma anterior, nuestra mente no podrá ser ese limpio conducto que ha de dar paso, sin obstáculos, a la pura iluminación. Muy temerario es quien imagina muerta una flaqueza pasada porque no da señales de actividad. Con el prestigio de su honda experiencia. La voz del silencio advierte: «Mata tu deseo, pero al hacerlo cuídate de que más tarde no resucite de entre los muertos». Toda evolución es una espiral ascendente; por ello, de vez en cuando atravesamos puntos ya conocidos, aunque lo hagamos en un plano superior, topándonos de nuevo con ciertos vicios que habíamos olvidado y que vuelven otra vez a acosarnos. A la luz de esta experiencia, el hombre sabio, cual montañero avezado, no fuerza demasiado el paso al principio, sino que en cada etapa de su ascensión se toma el tiempo necesario para aclimatarse, antes de reemprender la marcha hacia la próxima cresta por conquistar. 

Finalidad de la meditación 

¿Qué pretende la meditación?. Su finalidad es triple: 

1) Dominar el Yo inferior y separativo. 

2) Desarrollar las facultades superiores de la propia mente para llegar a una visión de la unidad esencial de la vida. 3) Fundir ese doble proceso en un permanente desenvolvimiento espiritual. 
  
  1. Dominar el Yo independiente

«Yo no soy yo, y sí lo soy». Estas pocas palabras encierran el secreto y la paradoja del hombre. Poemas, dramas, mitos y leyendas han intentado desde siempre, cada uno a su manera, representar el eterno combate que libran en el hombre los principios superiores y los inferiores, y la mayoría de cuanto se ha escrito acerca de la religión se reduce a un sinnúmero de métodos para lograr la victoria definitiva sobre los elementos inferiores. Nadie niega que tal empresa sea sumamente ardua. «Por más que uno triunfe mil veces contra mil hombres, quien se conquista a sí mismo es el mejor guerrero.» Todas las religiones de la antigüedad han hablado de la salvación como del momento en que el punto de enfoque de la conciencia «cruza el puente» o «traspasa el umbral» que separa los aspectos superiores e inferiores de nuestro complejo ser; quien de esta suerte haya conseguido elevar el nivel de su conciencia hasta un centro espiritual de gravedad será el mejor testigo de la encarnizada batalla que precede a la victoria. La conquista propiamente dicha del Yo inferior pertenece a la ciencia de la formación del carácter más que a la de meditar, pero la orientación espiritual del pensamiento y el autodominio moral engendrados por la práctica regular de la meditación contribuyen muchísimo al progreso de ésta y con razón pueden incluirse entre sus fines principales. 

2. Desarrollar las facultades superiores 

Estas facultades no han de confundirse con lo que llamamos «poderes», es decir, dones supranormales de clarividencia, psicometría y otros análogos, muchos de los cuales tienen más que ver con el psiquismo que con la espiritualidad. Tales poderes son manifestación de aspectos que hasta entonces dormían en el hombre interior y resultan de la deliberada expansión del campo de la conciencia, expansión laboriosa y esporádica al principio, pero que cada vez va haciéndose más fácil y durando períodos más largos. Podría describirse este proceso como una aceleración gradual del ritmo de las vibraciones mentales. La ciencia empieza ya a percatarse de que la Energía (o Espíritu) y la Materia constituyen dos polos de una misma fuente primordial, diferenciándose sólo en el ritmo de vibración con el que se manifiestan. 

La mayoría de nosotros, por ejemplo, tendemos a enfocar nuestra conciencia en lo que sentimos, o sea en la mente concreta, limitándonos así al mundo negativo de los efectos. Sin embargo, muy por encima de estos niveles está el mundo de las causas, y. por ello, quien aspire a colaborar en el ordenado mecanismo de la evolución cósmica o «devenir» deberá elevarse por su propio esfuerzo a un plano desde donde le sea posible comprenderlo. Se ha dicho que en la palabra expansión reside el secreto de la iluminación, pues sólo rompiendo progresivamente las cadenas que aprisionan su personalidad puede el hombre trascender y convertirse en ese «más» en perpetuo crecimiento, cuya última meta es la identificación con el Todo. Así se explica la frase de sir Edwin Arnold: «Al ir desapareciendo el yo, el Universo se transforma en “Yo”». Es más justo, en efecto, describir la gota de rocío «confundiéndose» en el Radiante Océano que, como en el famoso poema de sir Edwin, pintarla «deslizándose» o «cayendo» en él. No deja de resultar paradójico que, a medida que superamos nuestras limitaciones, deshaciéndonos de mezquinos prejuicios y deseos personales, veamos al hombre interior crecer en grandeza espiritual. 

  3. Armonizar el Yo superior y el inferior 

Hay quienes concentran sus energías en matar el propio egoísmo, así como los defectos y flaquezas de la personalidad; otros hacen oídos sordos a las exigencias del Yo inferior y tratan de rebasarlo mediante el desarrollo de una visión sintética y expansiva de la mente superior. Aún puede hacerse un tercer uso, no menos importante, de la meditación: fundir estos dos aspectos contradictorios del Yo en una unidad indivisa. De hecho, no existe una diferencia esencial entre ambos. Cuando el jinete sujeta bien las riendas de esos potros ariscos que son los deseos y los somete a su voluntad, cesa toda contienda. En el hombre perfecto no hay discordancia entre su voluntad soberana y los diversos «vehículos» de su personalidad. Pero llegar a esta armonía no es nada fácil, ya que, en un punto dado de su evolución, todo hombre asiste a la guerra a muerte en la que se enfrentan su Yo superior y su Yo inferior, guerra donde nadie puede ayudar a su hermano a ganar la batalla final. 

Cuando el egoísmo haya cedido terreno y sea perceptible cierto grado de desinterés, habrá llegado el momento de comenzar a incorporar al Yo superior los subyugados principios inferiores, para que unos y otros, ya en paz, aprendan a caminar unidos hacia la meta de la iluminación. En ese empeño de armonizar los distintos vehículos de la conciencia, para que juntos constituyan un conducto de fuerza espiritual, radica en cierta manera el fin supremo de la meditación, pues en la medida en que ésta tiene éxito, el individuo deja de funcionar como entidad independiente y se convierte en «mera fuerza benéfica de la naturaleza», es decir, en la luz misma que lo iluminará.Frutos de la meditación En las primeras etapas, la meditación produce frutos tanto negativos como positivos. 
Al reducir sus reacciones mentales frente a los estímulos externos, el estudiante adquiere una ecuanimidad que nunca había experimentado antes; ve también cómo crece su comprensión de la naturaleza humana, incluida la de sí mismo, y su compasión ante ese «inmenso mar de aflicción que forman las lágrimas de los hombres». 

Esta íntima serenidad, que en todo instante y circunstancia permite mantenerse alerta y dueño de sí, ofrece dos aspectos. Por una parte, una calma imperturbable de cara a cualquier acontecimiento externo; por otra, una limpidez cada vez mayor de la mente, donde se refleja, como en un espejo, la luz interior. El mundo oriental, rico en simbolismo, compara la mente a un lago cuya superficie, agitada por los vientos de la ira o el deseo, es incapaz de reflejar el sol. Aconsejando a A. P. Sinnett no perder por ningún motivo la serenidad mental durante las horas consagradas a su labor literaria, escribía el Maestro K. H.: «La plácida y serena superficie de una mente impávida es el lugar donde las visiones que dimanan de lo invisible toman forma en el mundo visible». Dicho de otra manera, la inspiración no puede actuar a través de un medio turbulento o, si se prefiere este otro símil, el ojo de la sabiduría no ve con claridad en la niebla de las emociones y deseos. Ese equilibrio del espíritu, ese «sosiego interno y quietud del corazón», se patentiza en una excelsa y majestuosa dignidad que a su vez suscita en otros un hondo respeto hacia quien la ostenta, con la subsiguiente curiosidad por la filosofía que la engendró. 

Existen, con todo, numerosos sustitutivos falsos, desde la vana complacencia hasta la pomposidad ridícula, que no hacen sino poner más de relieve lo innoble del metal y la falta de esa necesidad espiritual llamada sentido del humor. La auténtica ecuanimidad es inconfundible, y en ella se combina una profunda dicha interior con cierto aire característico de quien ha «saltado la barrera» y alcanzado por fin un centro espiritual de gravedad. Tal es el gozo que se experimenta al entrever por vez primera la infinita felicidad que nace de la liberación del deseo. Se trata, en ese caso, de una cualidad noble, y aun sus primeros atisbos compensan con largueza los prolongados esfuerzos y la autodisciplina que nos permitieron llegar hasta ahí. Si dicha serenidad es en algún sentido negativa, al excluir la autoidentificación del sujeto con la circunstancia, es en cambio positivo su carácter esencial: la capacidad de crecer en la visión y comprensión de la conciencia humana, buena o mala, y la de percibir el mundo de las causas más allá del diario horizonte de los efectos. 

La meditación sobre esas leyes de la armonía a las que damos el nombre de karma induce en nosotros una progresiva inteligencia de nuestros propios actos y los del prójimo, así como la actitud mental que origina tales actos. De este diagnóstico cada vez más preciso nace el deseo de ayudar a otros, y al feliz poseedor de esa combinación de comprensión y compasión sólo le queda por añadir un poco de experiencia para poderse llamar médico espiritual en el sentido más genuino de la palabra. Cada virtud, no obstante, tiene sus propias tentaciones, y el hecho de ver claro en la naturaleza humana no es una patente de corso para intervenir en los asuntos ajenos. Siempre hay riesgo en entrometerse en el deber o los problemas de otros; la «ayuda» no solicitada puede hacer más daño que bien. 

La meditación en general y en particular 

Al hablar de la concentración, la dividíamos en dos aspectos: una actitud mental permanente y unos ejercicios concretos que deben practicarse en momentos determinados. Lo mismo pasa con la meditación. Los ejercicios particulares sólo tendrán valor si se integran en la totalidad de la vida diaria. Podríamos, en cada etapa de la meditación, llevar la cuenta de este doble aspecto, general y particular, de nuestra andadura. Usando de analogías y con un poco de reflexión, cada estudiante estará en grado de elaborar su propio esquema. Por ejemplo, una postura correcta durante la meditación en sentido estricto se traduce el resto del día por un buen trato y uso del cuerpo, vehículo físico de nuestra conciencia. Otro tanto puede decirse de la respiración: si aprendemos a respirar deliberada y profundamente, con vistas a utilizar esa técnica a voluntad, no nos será difícil adquirir el hábito de respirar bien todo el tiempo, disponiendo así de un medio útil para, llegado el caso, reprimir una excesiva agitación o vencer la fatiga. Por lo que toca al motivo, el autoanálisis detallado que llevamos a cabo a tal hora de la mañana o de la noche nos ayudará a «recogernos» en cualquier momento que así lo decidamos para examinar los motivos de cada uno de nuestros actos, haciéndolo cada vez con mayor regularidad. 

En definitiva, la capacidad, adquirida merced a la meditación, de «fundir» la propia conciencia con el objeto escogido no es más que una aplicación particular del ideal más amplio que consiste en mirar la vida desde un punto de vista Universal. Elección del método Los métodos de concentración varían, como decíamos, según las necesidades de cada individuo, pero todos ellos se orientan a un mismo fin inmediato: el control de los procesos mentales. No sucede así con la meditación. La gama de métodos posibles tiene aquí una amplitud muchísimo mayor, pues los diversos caminos que se abren ante el principiante pueden prolongarse durante varias vidas hasta coincidir en la Meta común. 
El fin de la concentración es inmediato y finito; el de la meditación es trascendental e infinito. 

En este campo, además, ¿Quién se atreverá a asegurar que comienza «aquí y ahora mismo»?. Nadie con un mínimo de experiencia en la vida interior es capaz de decir cuándo, exactamente, dio en ella los primeros pasos; si tanto le atrae ese tema en su vida presente, es muy probable que ya le haya interesado algo en vidas pretéritas. En nuestra vida actual, pues, sólo nos resta empezar otra vez desde el principio, recogiendo lo que quede del mosaico de las experiencias pasadas para tratar de recomponerlo hasta completar el dibujo. Por consiguiente, el problema no reside tanto en la línea o método de aproximación que cada uno de nosotros debe adoptar como en conocer bien el caminó donde ya nos hallamos o, en otras palabras, dar con los accesos más fáciles según lo requiera cada caso y cada individuo. Los senderos son legión, pero la Vía es única, por más que se nos ofrezca bajo distintos aspectos. La clasificación de todos éstos, al menos los conocidos, llenaría un grueso volumen. ¿Cómo saber lo que conviene a cada cual?. 

Hombre y mujer, oriental y occidental, místico y ocultista, introvertido y extravertido..., por no citar sino algunas categorías de sujetos, son otros tantos ejemplos de los «pares antitéticos» cuyo doble aspecto debemos experimentar para poder al fin situarnos en ese ideal que es la Vía Media. ¿Qué relación existe, digamos, entre el místico y el ocultista?. Es opinión común que el místico busca ante todo comprender la unidad esencial de la vida, y sólo después de haberlo logrado regresa con la «Visión Excelsa» definitivamente impresa en lo más íntimo de su conciencia. Al tratar de adquirir ese sentido de la unidad, con relativa exclusión de todo otro interés, se eleva en la escala del progreso espiritual saltándose muchos peldaños, mas luego, una vez en posesión de la conciencia mística, dirige enteramente su atención a la conquista de cada uno de los planos del ser, manteniendo sin cesar la visión del Todo cuyas partes son esos mismos planos. 

El ocultista, en cambio, asciende peldaño a peldaño por la escala de su complejo ser, hasta que, llegado a la cima, se encuentra finalmente en presencia de su propia Divinidad, de su realización como «buda». En esta y las demás clasificaciones debe cada individuo descubrir sus necesidades y dificultades específicas. El fin es idéntico para todos: un perfecto equilibrio de lo que hay de mejor en nosotros. A cada cual le toca decidir qué medios le convienen para alcanzarlo con mayor facilidad. Ningún hombre es totalmente uno u otro de esos «contrarios» que se complementan, pero la mayoría tendemos a inclinarnos, en cualquiera de nuestras vidas, a uno de los dos lados. Ambos son, desde luego, de igual valor, a condición de que sintamos y manifestemos una genuina tolerancia para con el método y punto de vista opuesto al nuestro. Quizá algunos descubran mejor su «tipo» en una de las ramas del yoga: la de la sabiduría (Jnana Yoga), la devoción espiritual (Bhakti Yoga) y la acción o servicio a la humanidad (Karma Yoga). Claro está que el hombre perfecto ostenta las cualidades de los tres métodos, pero los que aún no hemos llegado a la perfección debemos especializarnos forzosamente en uno de ellos, aunque tratando de adquirir al mismo tiempo las virtudes complementarias de los otros dos. 

Nuevas dificultades 

Con la meditación surgirán nuevas dificultades. 
En primer lugar, el mero hecho de esforzarnos por controlar el Yo inferior no puede menos de provocar, a modo de reacción, un aumento temporal de nuestro egotismo, y llegará el instante en que este Yo ilusorio se nos interponga en el camino del progreso como un obstáculo real. El estudiante ha de tener paciencia cuando se tope con este nuevo fenómeno, pues el espejismo de un desierto de innumerables vidas no puede borrarse en un día. Un problema más espinoso, por ser totalmente nuevo, lo constituyen las eventuales reivindicaciones del intelecto que, al tropezar con el antagonismo de los distintos «vehículos» cuando por vez primera intenta dominarlos, combatirá por su propia existencia usando de mil argucias, tan variadas como sutiles, y de falsos argumentos. Con típica arrogancia, hará lo posible por convencer al que medita de que sólo en esto o aquello reside la verdad. Por lo general el Occidente suele ser víctima de este engreimiento, como es harto sabido. De por sí, no obstante, el intelecto no es más que un moldeador de formas, y tarde o temprano la conciencia acabará por superar los límites que la forma le impone. De ahí la sentencia, ya antes citada, de La voz del silencio: «La mente es el gran asesino de lo Real. Aprenda el discípulo a matar al asesino». Hasta tal punto nuestro intelecto, o «máquina de pensar», nos domina a la mayoría, que durante las primeras etapas de la meditación ni siquiera sospechamos cómo y cuándo nos engaña. Muchos principiantes se imaginan, por ejemplo, que están meditando sobre el objeto señalado de antemano, para descubrir más tarde, al examinar de cerca las cosas, que el verdadero objeto de su meditación era «estoy meditando sobre esto o lo otro» 

  Meditación «con semilla y sin semilla 

La división arbitraria de la meditación en «pequeña» y «grande», que aquí hemos hecho por conveniencia, corresponde a lo que otros autores llaman meditación «con semilla» y «sin semilla». La «semilla» no es otra cosa que el tema. Hasta no haber logrado una considerable experiencia en la primera modalidad, no conviene embarcarse en la segunda, y aun cuando uno juzgue que ya puede dar este paso, ha de proceder con cautela. En efecto, la meditación abstracta practicada antes de tiempo puede llegar a suscitar una actitud mental negativa, con consecuencias para el desánimo, la falta de concentración y la pérdida de tiempo. La elección del «pensamiento-semilla» es, al igual que la del método, variadísima en posibilidades, pero la naturaleza del objeto no tiene importancia con tal que sea adecuado al método. Por ello no debemos mostrarnos demasiado ambiciosos en las fases iniciales, y más vale también escoger un punto de vista positivo que negativo. Si el tema es de carácter moral, por ejemplo, prefiérase el valor de una virtud al demérito de un vicio. 

De la misma manera, es mejor progresar mirando siempre al futuro que, como quien dice, caminar hacia atrás con los ojos fijos en el pasado. Para asegurar la continuidad de esta actitud positiva de la mente, evítese toda forma de autohipnosis, ya inducida por procedimientos físicos, espejos, puntos luminosos, etc., ya por algún medio más sutil como la repetición de palabras. Recuérdese que el mundo de la meditación abunda en fuerzas hostiles, ¡as cuales, aunque meras secuelas de nuestro karma pasado, resultan mucho más peligrosas que cualquier enemigo exterior. Por esto suele compararse al meditador con un guerrero que a veces utiliza, es cierto, extraños métodos de lucha, como «conquistar rindiéndose», pero que siempre conserva una actitud positiva y dinámica, amén de una «férrea determinación e indomable voluntad». 

  Cómo prepararse a la meditación 

Hora. Si es posible, comiéncese el día con el ejercicio de meditación. Es fácil de comprender que al final de una larga jornada de trabajo y acontecimientos diversos la mente esté inquieta, mientras que por la mañana disfruta todavía de cierta paz, pudiéndose elevar con menos trabajo a niveles superiores de conciencia. Una vez más insistimos en que, si empezamos el día enfocando la mente en valores espirituales, al menos parte del mismo se nos revelará desde una perspectiva espiritual y, en cuanto hayamos adquirido ese hábito, sólo será cuestión de tiempo que toda nuestra vida diaria acabe por modelarse según los ideales de la meditación. 

Lugar. También es aconsejable meditar cada día, dentro de lo posible, en el mismo lugar, pues éste podrá así poco a poco irse sintonizando con las vibraciones mentales del que medita. Esta «sintonía» puede llegar a ser tal que constituya, como si dijéramos, un ropaje de sustancia incorpórea del que el meditador echa mano a voluntad, ahorrándose la energía que supone volver a «crear la atmósfera» cada vez. En este caso, el ejercitante iniciará su meditación diaria en un nivel ya relativamente alto, sin tener que ponerse a plantar de nuevo los cimientos del edificio en cada ocasión. Tocante al uso de una imagen o símbolo, dependerá en buena parte de que durante la meditación los ojos se mantengan abiertos o cerrados. En esta segunda hipótesis, toda imagen es superflua; en la primera, la imagen puede servir a los comienzos de punto de referencia para enfocar la mente y, con su poder de evocación, inducir en el sujeto una actitud mental apropiada. 

Debe luego considerarse la respiración, que ha de ser plena, rítmica y profunda en los ejercicios preliminares, para suavizarse después progresivamente hasta llegar a ser casi imperceptible cuando la meditación absorbe por completo el espíritu. Como más adelante lo describiremos, algunos empiezan su meditación combinando la respiración profunda con el ejercicio de «pasar a través de los cuerpos», para apaciguar al mismo tiempo la mente, las emociones y el vehículo físico, lo que les permite funcionar sólo con las facultades superiores. 

El poder de la calma 

A medida que el largo proceso de autodesarrollo, ese incesante «ir a más», se convierte en algo verdaderamente serio, el estudiante aprende a tener cada vez mayor confianza en sus propias reservas de fuerza y sabiduría, en suma, a recogerse en sí mismo. Ello no implica ni debe implicar mal humor, taciturnidad o cosa parecida, ni tampoco alteración alguna de las buenas relaciones que uno guarda con sus amigos y con sus conocidos ocasionales. Mucho menos todavía debe ser signo de fatua autosuficiencia. Tal actitud es más bien el resultado de una intuición creciente de la unidad de la vida, que permite comprender cómo cada unidad vital tiene sus raíces en un Todo común. Este doble punto de vista, es decir, que en el interior del hombre reside toda sabiduría, pero es preciso activarla en la mente, y que esa misma sabiduría impregna también todos los demás aspectos de la única Vida, nos prepara el camino para comprender el poder que emana de la calma. En cualquier momento puede esto experimentarse de alguna manera, pero al principiante le será más fácil sentirlo si busca de intento dicha calma, en la belleza natural de un paraje tranquilo (para los afortunados que vivan en el campo o sus cercanías) o donde buenamente pueda. 

Aprendamos a descubrir nuestras propias potencialidades latentes en los «secretos rincones del corazón», esa reserva íntima en la que radican las soluciones de todos nuestros problemas espirituales, la fuerza capaz de contrarrestar nuestras flaquezas y la visión destinada a fundirse un día con la Luz definitiva. Ahí, desde las plácidas cumbres de su propia divinidad, de su naturaleza de «buda», el hombre contempla los sucesos de la vida cotidiana como lo que son, una serie de efectos cuyas causas anidan en la mente, por el momento en calma; y ahí,en esa misma quietud interior, el peregrino se repone de sus fatigas para reanudar con nuevos bríos su marcha hacia el ideal. 

El poder del ideal 

Todos cuantos han escrito sobre el tema del desarrollo espiritual coinciden en atribuir al ideal un poder especialmente eficaz para elevar al hombre a ese nivel superior que es el fin de la meditación. Nada mejor que rendir culto a un alto ideal para superar el tedio que a todos nos invade alguna vez y transfigurar el desánimo en renovado entusiasmo. No tema el estudiante entregarse de lleno a esta actitud, pues sólo cuando el objeto de nuestra veneración es indigno o falaz se convierte en obstáculo. Un ideal noble, adoptado con firmeza y perseguido con fidelidad, es el agente más poderoso que el hombre conoce para ayudarse en su propio desarrollo. Es a la vez estrella que nos guía por las tinieblas de nuestra imperfección y modelo inspirador de nuestros pensamientos y actos. 
El proceso evolutivo de que hablábamos no consiste sólo en un perpetuo «hacerse», sino en un perpetuo «hacerse más». Y si somos capaces de definir y ver con suficiente claridad ese Más último que nos hemos dado por meta, no tardaremos mucho en alcanzarlo. 

Christmas Humphreys

viernes, 26 de julio de 2019

REENCARNACIÓN Y EL VIAJE ASTRAL - LAS CARAS DE BÉLMEZ

En los anales de la parapsicología existen infinidad de reportes de cosas extrañas, clasificadas como telepatía, aparecidos, bolas de luz, sincronismos extraordinarios (llamados "serendipias"), desapariciones transdimensionales y un largo etcétera de fenómenos cuyo estudio se hace dificil o imposible casi siempre, por la escasa duración de los mismos. Sin embargo en Bélmez de la Moraleda (Pcia. de Jaén, España), existe un fenómenos que comenzó el 23 de Agosto de 1971 y ahora mismo, comenzando el año 2005, el asunto sigue en todo su vigor, provocando discusiones entre los investigadores de la S.E.I.P. por una parte (los que realmente trabajan y gastan dineros para llegar al fondo del asunto) y ese puñado de gente que siempre opina y critica sin conocimientos, nihilistas a ultranza que dicen ser "escépticos", sin comprender que los verdaderos escépticos se dedican a investigar, en vez que a criticar a los que lo hacen. 

Habiendo fallecido la propietaria de la casa el 03 de febrero de 2004, a quien se endilgaban la autoría de las caras, éstas han seguido apareciendo. 

Los nihilistas decían que las dibujaba y algunos de los investigadores y parapsicólogos sospechaban que producía el fenómeno con su mente. En ese caso se trataría de una "teleplastia". Por mi parte, sospeché desde 1981 (cuando supe del fenómeno que ya llevaba diez años de existencia y conseguí suficiente información) que los parapsicólogos tendrían razón. María Gómez Cámara podría estar generando una especie de proyección mental (a modo de "Tulpa"). Pero en 1988, en la Sierra Pacaraima (al Sur de Venezuela) me enseñaron los aborígenes una antigua mina donde a unos cuantos metros de la boca, sobre una pared de color amarillo calcáreo, se ve el dibujo de un hombre arrodillado, con las manos en posición de súplica. La mina, que se llamaba "Cachuita" y su propietario era un tal Angasto Pérez, pero ahora abandonada, se llama "El Implorante". El hombre dibujado es un minero que quedó dentro tras un derrumbe y fue reconocido en el dibujo en 1978 por unos antiguos compañeros suyos. 

No obstante, nadie ha querido remover los escombros, porque el accidente ocurrió en octubre o noviembre de 1969 y saben que aquello sólo puede ser una tumba. La mina cobre, oro y blenda de Paramillos, en Argentina - (abandonada hace varias décadas)- tiene también una historia muy relacionada a esto. En la mina Sur se podía ver perfectamente a un hombre sentado dibujado en una roca a unos doscientos pasos de la boca, en una ramificación donde hay una grieta y un derrumbe. Unos estudiantes de geología le echaron ácido clorhídrico y desapareció para reaparecer en casi idéntica posición dos metros más adentro. Al menos hasta 1994, se veía perfectamente el chorrón de ácido de su antigua posición y el hombre sentado. 

Esto me convenció de que se trata de una manifestación Astral sobre la materia, puesto que ni allí ni en la mina de El Implorante vive nadie que pueda mantener una proyección psíquica, y en ambos casos no pasan de dos o tres la visitas que reciben al año, de investigadores o exploradores. 
Allí terminé de formar mi teoría magnetotelúrica, pues que no se trata de una "teleplastia", sino de una "psicoplastia", es decir que entran factores psíquicos, pero no necesariamente proyectados por la mente de una persona viva. Esto se confirma ahora una vez más, a un año de la muerte de María Gómez Cámara, pues no sólo siguen ahí las caras en Bélmez, sino que sigue produciéndose el proceso de transformación lenta y han aparecido otras caras en una casa cercana. 

Una hipótesis que sugieren las investigaciones documentales realizadas y publicadas por Iker Jiménez y Luis Mariano Fernández ( ´Tumbas sin Nombre`, edit. EDAF) , refrendadas con estudios técnicos de la Policía Científica española; indica que varias de las caras presentan enormes coincidencias físonómicas con los rostros de unos familiares de María asesinados en la Guerra Civil española. Pero cualquiera sea la razón histórica de la aparición de las caras y/o las causas astrales, la manifestación física de las misma ha de obedecer a algún tipo de catalizador de tipo "magnético", algún elemento o fuerza sutil que relacione ambos planos (Astral y físico), a modo de puente que permita esas apariciones. 

  MI TEORÍA GEOMAGNÉTICA 

Descartando ya que se traten de proyecciones mentales de María Gómez Cámara, se confirma su parecido con el fenómeno de "El Implorante", donde parece haber causas magnético-telúricas, que podrían y deberían ser consideradas, para estudiarse mediante radiónica, radiestesia y/o rabdomancia. Ya que estamos, permítanme aclarar estos términos: El método científico propiamente dicho (usando gravímetros, magnetómetros, espectrógrafos aéreos, radiosensores, etc.) es el llamado "Radiónica", mientras que el intuitivo-instintivo se llama "Rabdomancia" (Exige estar en el terreno, con varas, péndulos, etc., o sin esos instrumentos). Un tercer método, consistente en pura intuición, por mentalismo, y que se puede aplicar a distancia, sobre un mapa (con péndulo o sin él) se llama "Radiestesia". (Los colores son sólo para marcar las palabras, sin relación metafísica con el tema). 
Yo mismo practico la Rabdomancia y la Radiónica, y muy raramente la Radiestesia. 

La Rabdomancia, como es intuitiva-instintiva, no requiere de datos objetivos ni aparatos (salvo péndulos, una vara acorde, etc., pero no obligatoriamente), sino de una técnica orgánica, como deshidratarse un par de días si se desea buscar o marcar los cursos de agua; "afinarse" una semana con un trozo del mineral que se busca y luego dejarlo el día en que se lo busca en el terreno... y otras técnicas por el estilo, a fin de sensibilizar nuestro propio organismo a un determinado orden vibratorio, percibiendo luego las cosas por diferenciación subconsciente. 

Es decir por la carencia (como en los casos que he explicado) o la sobrecarga (método menos recomendable y complicado). Pero si bien estos métodos intuitivo-instintivos me sirven y en la práctica son verificables, no sólo interesa en estos asuntos como el caso Bélmez, hacer una comprobación para nosotros, sino también -y de suma importancia- tener elementos probatorios de todas y cada una de las partes del hecho estudiado, a fin de poder analizarlo, llegar a conclusiones y divulgarlo, con los fundamento que las ciencias convencionales requieren. Ello facilita la comprensión y "apertura mental" de los escépticos y la gente en general. Al fin y al cabo, uno de los objetivos (tácito pero fundamental) de las investigaciones parapsicológicas, es la didaxis posterior, sin la cual poco sentido tendría una investigación en cualquier tema. 

Un estudio geológico sería en este asunto lo más útil, para analizar los fenómenos en cuanto a la teoría de transducción por diferencias vibracionales. Las Líneas Hartamann, aunque tienen importante repercusión en el plano material y especialmente el orgánico, no suelen ser suficientes para ninguna manifestación astral, puesto que hay una enorme diferencia en la escala vibratoria, pero sí que pueden actuar como coadyuvantes de estos procesos, en que la materia astral adquiere características físicas. Se trataría de un fenómeno "teleplástico" sólo en el caso de que María hubiera sido realmente una catalizadora. Si María no era en modo alguno responsable o colaboradora del fenómeno, deberíamos llamarle "psicoplastia astral". 

Ese medio físico, capaz de coadyuvar a que las energías psíquicas (materia astral, en realidad), de un orden magnético muy sutil, se manifiesten en imágenes visibles ¡Y además con movimiento!, pueden ser ciertos minerales, como los cristales de talco muy bien formados hasta la transparencia, cualquiera de la familia de los cuarzos cristalinos pero incluyendo el amorfo de tipo "murrión", galena bien cristalizada (no es transparente pero forma cubos perfectos), goethita en cualquiera de sus formas y, en fin, otros minerales, generalmente en formas de cristal, transparentes o no. Estos fenómenos son bastante conocidos por los mineros de profundidad en los garimpos de Brasil, Venezuela, Colombia, Bolivia y Perú. Cuando alguien muere en una mina o una zona de cristales, tienen mucho cuidado de sacar el cadáver para que el astral no se aparezca en la mina y muchas veces han aparecido "pintados" en las paredes. 

  HIPÓTESIS:

Si se estudia el terreno alrededor de la casa de María en especial y alrededor de la población en general, se hallarán formaciones minerales muy curiosas. Algunas de ellas, si la hipótesis es correcta, apuntarán sus vetas en los diámetros o largos mayores a la casa directamente. Si no existen estudios geológicos de la región, al menos han de haber referencias en el Ayuntamiento. También las muestras de terreno de la excavación servirían como base para saber qué tipos de minerales hay en el sector y con algunas deducciones puede saberse qué conformación ha de presentarse en un área mayor. Sin ésta influencia física, del orden de los 350 a 450 Hz emanados como radiación en ultrafrecuencias por alguno de los conjuntos minerales hacia la zona de los hechos, el fenómeno de Bélmez es difícil de concebir por la "fuerza bruta" de la psiquis de una única persona. 

El cuerpo humano tiene un promedio de 440 Hz, (que obviamente no se considera "ultrafrecuencia") pero existe un sin fin de actividades celulares, especialmente en las neuronas, que estando en rangos muy diferentes, se corresponden en la escala vibratoria universal con esas octavas tan bajas del orden de unos pocos Herzios. Igual ocurre con todos los seres, pero también con los minerales y con casi todo cuerpo en el espacio. Se puede analizar un cristal de cuarzo y se verá que tiene exactamente 440 Hz, sin embargo, si se analiza arqueométricamente (con aparaterío un poco más caro) se comprueban radiaciones hasta en 35.200 Billones de c/s, o sea unos 35.200.000 Ghz. 

Más allá del ultravioleta y cerca de los Rayos X. Aquí ya estamos en el umbral del plano Astral, aunque aún no del cuerpo Astral humano. Pero haciendo un poco de cálculos, considerando que la pérdida espectrométrica del cuarzo es aún de menos de la mitad (media vida) en ese rango, debemos deducir que el cuarzo tiene una radiación que llega, -siguiendo la progresión de la media vida- al orden de los quintillones de Hz, entonces aquí llegamos al nivel de los rayos Gamma y un poco más. Cuando los minerales entran en resonancia con otras manifestaciones energéticas, dichas manifestaciones pueden densificarse, es decir: Pueden recorrer la escala vibracional en sentido contrario a la radiación, en la misma proporción que dicha radiación alimenta a la manifestación energética. En realidad, un simple fenómeno cibernético de transducción, en el que el mineral aportaría la energía y la forma astral densificaría su expresión hasta plasmarse ¿Dónde?: En el sílice del cemento. ¿Por qué en el sílice?. 

Porque el cuerpo astral humano tiene aproximadamente las mismas "notas" de la escala que el cuarzo y que el cuerpo humano físico. Sería muy raro encontrar un fenómeno de este tipo en maderas o metales; en tal caso habría que hablar de teleplastia, más que de psicoplastia astral. Si María Gómez Cámara no tenía realmente nada que ver con el proceso, estaremos ante una fenómeno PARANORMAL muy natural (por lo espontáneo, a pesar de lo raro) en que una serie de cascarones astrales -sería muy difícil que fueran seres conscientes- se han hecho visibles, densificándose hasta el orden vibratorio del sílice y en sintonía con éste mineral. Si María obraba de alguna manera, aportando algún elemento a la transducción y al comportamiento de los cascarones astrales (mi criterio es que así era, pero sólo como coadyuvante) y las caras se empiezan a borrar, podríamos hablar de un fenómeno PARAPSICOLÓGICO, aparte de ser simplemente "paranormal". 

En este caso sí que podría tratarse de Seres conscientes que estando en el Astral han podido ser alimentados bioenergéticamente por María y de allí su relación con ella. Pero en cualquier caso, y aún suponiendo que mi teoría estuviera completamente errada en sus causas, hay allí una cuestión FISICA, visible, en que la materia (el cemento) ha variado su coloración, permitiendo una forma de expresión desde el astral al físico. 

EL AGUA: A veces su incidencia es benéfica y otras dañina. 
El agua, encima de sus características minerales, tiene una movilidad que le permite traer, según los minerales por los que atraviesa, cargas de iones pesados (acción dañina para los que vivan donde éstos se amontonan), o de eliminarlos de un sitio determinado, arrastrándolos hacia otros puntos (acción benéfica para los que vivan sobre el agua circulante, donde ésta no deposita los iones). Por lo general, las napas subterráneas que vienen desde lejos o las afloraciones, son muy benignas, excepto cuando hay mucho hierro, casiterita, plomo o cobre. 

El problema lo producen las napas de inmersión cercana, las cañerías o cualquier conducto artificial, etc., porque el agua que sube a la superficie adquiere muchos iones positivos (pesados) y los arrastra hasta ciertos "remansos". Pero aparte de esto, en el caso de Bélmez, independientemente de lo que pueda ser dañino o benéfico para la salud humana, casi siempre el agua subterránea facilita los fenómenos relacionados al plano Astral. Alquímicamente, el Astral es "agua". Uno de los posibles usos de la Pirámide de Keops era la permanencia para revitalización, mientras se salía en astral (el faraón y los sacerdotes). ¿Qué tenemos en la Cámara del Rey?. Pues una pila de agua (que sólo los cortos de capacidad deductiva pueden llamar "sarcófago"). 

En todo caso pudo usarse como bañera, puesto que el agua es "alimenticia" para el astral, y ayuda a mantenerse en ese plano más tiempo sin perder consciencia, así como ayuda a ciertos cascarones astrales a permanecer más tiempo vigentes. No es así con el agua de mar o con aguas freáticas muy mineralizadas, sino con el agua más o menos pura. En Bélmez, si hay una napa cercana, constituiría un elemento muy importante en este estudio. Sobre todo si más abajo del sitio de los huesos, hubiera un pequeño lago o remanso. Aunque el agua allí se renovara, los remansos son sitios de acumulación de iones pesados, las corrientes magnéticas telúricas hacen ziceos (en especial las Líneas de Hartmann, si las hay medianas), lo que produce la desorientación y otras alteraciones cerebrales. Esperemos que los investigadores que están sobre el caso, puedan conseguir buen material geológico.

 Granada Ramiro 

sábado, 20 de julio de 2019

PLANTAS SAGRADAS - Influencia de los Astros


Sobre la influencia de los astros en las sustancias terrestres y cuerpo humano decíamos en nuestra Revista, que habíamos prometido dar a nuestros lectores una importante clave acerca de este tema. Así lo cumplimos, con el objeto de dar a conocer la importancia de nuestras enseñanzas y la trascendencia científica de la Astrología. Nos expresábamos del siguiente modo: Sostiene la Astrología, que las irradiaciones de los planetas actúan constantemente de manera eficaz y positiva en todas las actividades terrenas por cuya causa, desde los tiempos más remotos, ha dedicado un metal distinto a cada uno de ellos. Por ejemplo: El Sol es el astro que figura en armonía directa con el Oro y todos los tratadistas afirman y comprueban su actuación alquímica sobre tan preciado metal. Igual sucede con la Plata, la que se encuentra en la misma relación con la Luna, sufriendo y agitándose en constante atracción bajo su influencia. Marte, actúa del mismo modo sobre el Hierro, Mercurio, sobre el Azogue, Saturno sobre el Plomo, Júpiter sobre el Estaño y Venus sobre el Cobre. Al conocer los químicos estas teorías, no pueden aceptarlas más como ideas fantásticas sin una posible comprobación científica y aseguran manipular con todos los preparados y soluciones sin trabas de ningún género, no interesándoles para nada ni la situación ni la influencia de las estrellas. 

Con esta afirmación, creen haberlo dicho todo, pero, a pesar de ello, no llevan razón ni saben lo que afirman. La química actual es materialista en extremo y no va más allá de un estrecho límite. He aquí por qué los Rosa Cruces podemos probar sus múltiples errores dando a conocer, dentro de esta ciencia, otro campo más amplio de investigación y otras conclusiones bien distintas. Vamos a ofrecer el siguiente experimento: Hagamos una solución de nitrato de plata al uno por ciento que puede depositarse en un vaso descubierto. Sobre dicho recipiente se coloca un marquito de madera del que debe pender un trozo de papel absorbente de filtro, de tal modo dispuesto, que dicha solución se vea obligada a ascender a través de ese papel. A los diez minutos de hecho este experimento o a las dos horas como máximo, hemos de observar que las sales de plata han subido a cierta altura, dejando una porción de dibujos inesperados. 

Téngase en cuenta ahora que si este experimento se verifica a las ocho de la noche – horas éstas en que la Luna está siempre en distinto signo zodiacal - ha de notarse una diferencia marcada en cada ensayo por esta circunstancia. La solución, naturalmente, debe ser hecha de modo idéntico y el papel de filtro que se utilice, de la misma calidad. También las condiciones atmosféricas han de ser siempre semejantes. Esta experiencia, puede repetirse en fechas distintas bajo las mismas condiciones a fin de reunir un material adecuado que evidencie y pruebe con toda exactitud la influencia lunar sobre la plata. Exactamente lo mismo ocurre con el sulfato de hierro para llegar a la conclusión de que Marte ejerce sobre él indudable influencia, mientras que la de la Luna no tiene en este caso validez. Pero si esperamos para operar a una conjunción de ambos astros y la experiencia la hacemos dos o tres horas antes y dos o tres horas después de la aproximación de ambos astros y aun en el mismo instante de ella, podemos observar que los dibujos obtenidos son interesantes y soberbios. 

Para poderlo ejecutar con mayor eficacia, debemos estar cerca de una de las ventanas del laboratorio desde la cual pueda verse la Luna para ir controlando con toda exactitud este fenómeno. 
Idéntica experiencia puede utilizarse con nitrato de plomo, cuando rige Saturno y si al final hacemos una confrontación entre los papeles de filtro, ella nos ofrecerá claramente las diferencias tan marcadas que se operan cuando influye esta constelación o cuando está en vigor la de otros planetas. Si queremos investigar cómo actúa el Sol y la Luna cuando están en conjunción, mezclamos oro disuelto en ácido clorhídrico con una solución de plata y nos dará resultados insospechables, siempre que vayamos verificando ducha influencia. 

Se puede continuar este experimento con el cloruro de estaño durante las fases de Júpiter o bien con los preparados de cobre en los momentos que fulgura Venus. Bastan algunos simples ensayos para hacer comprender a los químicos incrédulos que mientras los metales se encuentran en estado sólido, están sujetos principalmente a las leyes terrestres, pero una vez disueltos en agua u otros líquidos, cambian en absoluto, quedando sensibles a las influencias cósmicas de los planetas. Sería curioso que los aficionados a la Astrología hicieran constelaciones con solución de metales y experimentaran luego bajo la proyección de los astros. Con seguridad que sentirían igual emoción que nosotros cuando nuestro Maestro nos dio a conocer estas enseñanzas por vez primera, obligándonos a practicar con miles de ensayos. Veamos ahora lo que ocurre en nuestro organismo.

 Sabemos que dentro de él, bullen todos estos metales totalmente diluidos y que están en nosotros en más o menos auge según la constelación de nuestro nacimiento. Así podemos afirmar que la Alquimia y la Astrología son dos hermanas gemelas que se deslizan de la mano. Si confeccionamos un amuleto puede hacerse la misma comprobación y por iguales métodos observando la sangre y las figuras que surjan en las constelaciones de los metales en correspondencia con sus astros respectivos. De este modo probaremos si existe antagonismo o bien armonía entre la sangre y los metales combinados. Hacer estas experiencias, significa tanto como unir nuestra Filosofía con las Ciencias Exactas que es el único, el verdadero camino para llegar a altas conclusiones mediante una sincera comprobación. Pero del mismo modo que a cada planeta corresponde un metal determinado, de igual manera corresponde también un árbol especial. 

Képler ha escrito una obra cuyos apuntes he debido tomar de manuscritos antiguos, pues concuerdan con los que posee nuestra Fraternidad, en al que figura cada uno de los planetas representado por un árbol. De este modo, Mercurio está representado por el Olmo en el que se han encontrado cantidades, aunque pequeñas, de azogue. Venus, por el Abedul, que contiene mucho sílice. 
El Sol, por el Fresno, donde los químicos expertos han encontrado el oro. Marte, por el Roble, que contiene grandes porciones de hierro. Júpiter por el Arce o Plátano Falso donde se encuentra el zinc. Saturno, por el Pino o el Ciprés, donde hay plomo y la Luna, por el Cerezo, donde existe vestigios de plata. Todas estas Plantas, se consideran sagradas y corresponden, en Medicina Oculta, a los distintos órganos de nuestro cuerpo que están relacionados con los signos zodiacales. 

Por eso en la Iglesia Gnóstica, invitamos a los fieles a tomar de estas Plantas sobre las manos, según el día en que se celebra. Tan sólo cuando no pueden encontrarse estos árboles, se utilizan ramas de Acacia[2] que es el árbol que brota en todas partes y es de todas las épocas. 

Dr. KRUMM-HELLER - V. M.


 NOTA [[2] Grado de Maestro en la masonería. 

Concentración y Meditación - EJERCICIOS DE CONCENTRACIÓN


Los ejercicios siguientes constituyen sólo una selección, y a cada estudiante se le recomienda que busque o incluso invente otros por su cuenta. Esta lista abre ya un vasto campo de posibilidades. 
Lo importante no es el ejercicio concreto que se escoge, sino el modo de hacerlo y la finalidad que con él se persigue. En un objeto físico Es indiferente optar por uno u otro objeto, con tal que sea pequeño y sencillo, como una naranja, una caja de cerillas, un reloj o un lápiz. Algunos manuales mencionan también ciertos objetos luminosos o incandescentes: una lámpara, la punta de un pebete encendido, etc. Pero este tipo de concentración puede llegar a provocar un estado de hipnosis, y por eso es mejor evitarlo. Colóquese el objeto a unos pocos metros de distancia y, una vez acabados los preliminares, trátese de dirigir la mente hacia él, como si se enfocara con un reflector. 

El estudiante pensará primero acerca del objeto, para ir luego poco a poco estrechando su campo mental hasta pensar exclusivamente en él. A pesar de su aparente semejanza, hay entre ambos «enfoques» una diferencia considerable. Al reflexionar acerca de una caja de cerillas, por ejemplo, uno examina sus diversas partes y propiedades, sus lados, dimensiones, forma, color, material, superficie..., mientras que al pensar en ella todos estos «productos» del análisis desaparecen, y en el campo de nuestra conciencia queda un solo y único objeto: la caja de cerillas. De ahí la conveniencia de escoger un objeto diminuto y sencillo, que pueda visualizarse fácilmente en su totalidad. También es posible concentrarse en una figura o pequeño dibujo trazado a grandes rasgos, pero en tal caso debe fijarse bien la mente en el dibujo como objeto único, evitando que los pensamientos, por asociación natural, se vayan a la elaboración de la figura, sus posibles variantes o a la abstracción que representa. Admítase con franqueza que esto es sólo una gimnasia mental sin valores morales ni intelectuales, y pruébese a mantener el pensamiento fijo en el objeto durante sesenta segundos, no permitiendo la más mínima desviación en ese tiempo. 

Si ello no se logra, afróntese la humillación con entereza. No hay mal que por bien no venga, y así se dará el estudiante cuenta, quizá por vez primera, del abismo que le separa de un verdadero control de la mente, aun el más elemental. Cuando uno se vea ya capaz de realizar este ejercicio con éxito durante tres minutos seguidos, podrá pasar al siguiente. Nótese que en este primer ejercicio sólo se utiliza uno de los cinco sentidos: la vista. Pero, como dice Ernest Wood, «el aislamiento y la quietud totales no son posibles ni siquiera por un tiempo muy breve. Esto, sin embargo, no tiene mayor importancia si uno entrena sus sentidos a prescindir de lo que captan los órganos sensoriales. 
Cuando nos hallamos ensimismados en la lectura de un libro, a menudo no nos percatamos de que los pájaros están cantando fuera, ni percibimos el tictac del reloj que descansa en la repisa de la chimenea. No es que el oído material se haya embotado y no responda a esos sonidos, sino que los sentidos se han disociado momentáneamente de sus órganos». 

De ahí el valor de aprender a controlar las reacciones de nuestros sentidos ante los estímulos exteriores. Por ejemplo, decida el estudiante concentrarse sólo en la vibración de la luz, que afecta a los órganos de la vista, y excluir todos los demás estímulos sensoriales. En etapas ulteriores, la atención se verá reclamada por estímulos de tipo más subjetivo: un cosquilleo en el pie, los latidos del propio corazón... Cosas como éstas serán las que entonces vengan a distraer la mente. En ciertos casos, cuando uno ya está más adelantado, cualquiera de ellas puede incluso constituir el tema de la concentración, pero a menos que se escojan deliberadamente como tales — el tictac de un reloj, por citar un ejemplo —, debe hacerse todo lo posible por mantenerlas fuera del campo mental. 

Con la práctica de este ejercicio iremos viendo que no sólo es un entrenamiento útil, sino también necesario, para abordar los de visualización subjetiva que describiremos más adelante. Muchos han hecho ya notar que un individuo así entrenado es capaz, en todo momento, de concentrar su atención en cualquier objeto de los que se le presentan comúnmente a lo largo del día, captándolo por entero con su mente en un tiempo mínimo y sin mayor esfuerzo. Más aún, puede llegar a retener y, por decirlo así, transportar consigo una imagen mental para considerarla o detallarla posteriormente con calma. Es obvio también que este ejercicio contribuye a desarrollar en quien lo practica una gran capacidad de memorización y una facilidad notable para borrar de la mente cualquier imagen cuando ya no interesa. 

  En el ritmo respiratorio 

La concentración en un objeto físico requiere mantener los ojos abiertos y es puramente objetiva. 
El ejercicio al que ahora nos referimos se sitúa a medio camino entre la concentración objetiva y subjetiva. Carece de importancia el que los ojos se tengan abiertos o cerrados. Se trata básicamente de contar las propias aspiraciones y espiraciones, que deben ser lentas y profundas. 
Como la respiración es la esencia misma de la vida física, conviene que aprendamos primero de todo a controlarla. Manuales y métodos de las diversas escuelas existentes difieren en cuanto al valor relativo de las formas posibles de respirar, es decir, si uno debe limitarse a hacerlo normalmente, aspirando y espirando a intervalos regulares, o si después de aspirar debe retener el aire por cierto tiempo, para luego expulsarlo y volver a contener la respiración antes de llenar de nuevo los pulmones. Incluso en este último ejercicio puede darse una gran variedad de ritmos. 

El más común consiste en aspirar un número determinado de veces, retener el aire aspirado sólo la mitad de esas veces, y hacer lo mismo al espirar; por ejemplo: ocho aspiraciones, reteniendo el aire en cuatro, y ocho espiraciones, parándose igualmente en cuatro. Lo principal es llenar los pulmones al máximo de su capacidad y vaciarlos también al máximo. Al cabo de unas pocas semanas de este ejercicio, el sujeto experimentará ya, como resultado incidental, una marcada sensación de equilibrio y fuerza interiores, amén de una sustancial mejoría de su salud física. 

En todo momento debe atenderse a que el cuerpo conserve una postura confortable y holgada, sin tensiones ni esfuerzos superfluos. Para aprender a respirar bien y plenamente, puede servir de ayuda la siguiente descripción tomada del método Zen, tal como le fue propuesta a cierto estudiante europeo en el Japón; el lector que se atenga a ella verá cuan beneficiosa le resulta, además de no hacerle correr ningún peligro: «Empieza por respirar lenta y profundamente, con los labios cerrados, inhalando y exhalando el aire por la nariz. Al aspirar, dilatarás y alzarás el pecho, hundiendo al mismo tiempo el abdomen y elevando el diafragma. Al expulsar el aire, se hace lo contrario: el pecho se contrae, el vientre se relaja y el diafragma desciende. Este modo de respirar es exactamente lo contrario de lo que prescriben la mayoría de los métodos, ya que al respirar se piensa en elevar lo más posible la pared del diafragma, mientras que al expeler al aire se empuja dicha pared hacia abajo contra el plexo solar. A medida que vayas adelantando en el ejercicio, sin necesidad de concentrarte demasiado en el control muscular de la respiración, notarás que es posible hacer descender el diafragma cada vez más, hasta tener la impresión de que lo has llegado a situar justo por debajo del ombligo. Observa que tu atención debe ir a la expulsión del aire. 

La espiración ha de efectuarse mucho más lentamente que la inhalación, y el acto de espirar, junto con la presión del diafragma hacia abajo, debe continuarse hasta hacer que la aspiración subsiguiente no sea más que un reflejo de la espiración». Una vez que el ejercitante ha aprendido a respirar, empezará a contar sus respiraciones, sin pensar en nada más que en el mero hecho de contar. Esto parece fácil.... hasta que uno prueba a hacerlo. La sangha budista viene usando de este ejercicio desde tiempo inmemorial, y aun hoy lo utilizan corrientemente todos cuantos practican el budismo en cualquiera de sus formas. Por ello ha de mirarse con gran respeto. Se comprobará también que es más difícil de lo que parece. Pero prosigamos con la cita del estudiante de Zen: «Comienza ahora por contar tus respiraciones hasta diez. Luego empiezas de nuevo la cuenta a partir de uno y continúas así, de diez en diez, indefinidamente. Tu pensamiento debe concentrarse en esa cuenta y sólo en ella. Cuando te vengan otras ideas, no luches por quitártelas de encima: limítate a seguir contando sin hacer caso de ellas. 

Cualquier tentativa deliberada de combatirlas no hará sino incrementar tu turbación. 
Ten paciencia y cíñete a la cuenta, reanudándola cuantas veces sea preciso. Este ejercicio me resultó muy difícil al principio. Trescientas respiraciones, o sea diez veces treinta, se considera la meta ideal a la que ha de tenderse, pero uno debe llegar a esa cifra sin que la cuenta se interrumpa en ningún momento con otras ideas». A los principiantes les bastará probablemente contar hasta cincuenta en las mismas condiciones, es decir, con perfecta concentración mental y recordando que cada acto respiratorio ha de ser lento y completo. Si es posible, se practicará este ejercicio frente a una ventana abierta.


En el examen de otras ideas 

Suponiendo que el estudiante sea ya capaz de concentrarse por tiempo fijo en un objeto previamente determinado, podrá, si lo desea, utilizar como objetos de su concentración esos mismos pensamientos intrusos que tanto le estorbaban en la etapa anterior. El primer paso consiste en adoptar ante ellos una actitud enteramente impersonal, sentando así las bases de la ulterior eliminación del propio egoísmo. Destruir éste será el fin primordial de la meditación. Cuando dichos pensamientos desfilen por la mente, pregúnteseles: «¿De quién sois?». Y cuando llegue la inevitable respuesta: «No tuyos», considérense de manera impersonal, contemplando «de lejos», por así decirlo, cómo esa idea o aquel deseo nace en nuestra mente, cómo la va cruzando, cómo la abandona... Obsérvese con calma y sin pasión este incesante proceso. Nótese cómo tales pensamientos fluyen en ininterrumpida sucesión, dependientes unos de otros, pero sin que la visión mental perciba nunca esa dependencia en más de dos al mismo tiempo. 

El examen desapasionado del flujo de ideas que asaltan sin tregua nuestro cerebro nos permitirá controlar con más facilidad esa turba de entrometidos visitantes cuando deseemos concentrarnos en algo distinto. Pero el peligro de este ejercicio, si se inicia demasiado pronto, es que la mente, aún no del todo domeñada, corra en pos de cualquier pensamiento que la atraiga, como un perrillo callejero que se va detrás de los transeúntes. Así pues, al practicar el ejercicio que nos ocupa, debe mantenerse la mente bien activa y despierta, para que pueda ir contemplando ese desfiles de ideas sin apegarse a ninguna de ellas. Más adelante, en etapas de mayor madurez, podrá uno volver a este ejercicio y usarlo para meditar sobre la inestabilidad de las cosas, la naturaleza de la conciencia y la inexistencia de un yo personal. Afín a este ejercicio es otro en el que el sujeto se remonta En imágenes visuales 

La facultad de formar imágenes mentales claras y bien definí das es esencial para progresar en la meditación, y cuanto más a fondo seamos capaces de desarrollarla tanto más fáciles resultarán los ejercicios que corresponden a las etapas finales. Comiéncese por colocar enfrente de sí algún objeto bidimensional, como un simple diagrama o dibujo, y, después de concentrar en él la mente por completo, ciérrense los ojos. Acto seguido, usando del poder de la imaginación, o sea la aptitud de nuestro cerebro para construirse imágenes, trátese de reproducir mentalmente el objeto o, al menos, sus partes esenciales. Si alguna de estas partes no se llegara a visualizar con suficiente claridad, ábranse los ojos para corregir la propia observación y memoria hasta que la imagen formada coincida con su original. Logrado esto, repítase el ejercicio con un objeto de tres dimensiones, por ejemplo una caja de cerillas, pero cuidado de que su color no peque ni de chillón ni de mate. Sin esta precaución, se corre el riesgo de acrecentar las dificultades, al reproducir en la retina ocular una imagen del objeto con colores y valores luminosos contrarios a los reales. 

Esta imagen percibida con claridad, por ejemplo al mirar por una ventana abriendo y cerrando alternativamente los ojos, puede llegar a confundirse con la auténtica imagen mental, que es del todo subjetiva y debiera reproducir con exactitud el original. En una fase más avanzada, si uno desea perfeccionar sus facultades de memoria y observación, podrá practicarse el juego inmortalizado por Kipling en Kim: uno dispone, digamos, de un minuto para contemplar una pequeña colección de pequeños objetos vistos por primera vez; luego, con los ojos cerrados o vuelto de espaldas, ha de describir esos objetos con el mayor detalle posible. Sin embargo, este juego es primordialmente un ejercicio para desarrollar la agudeza de observación y la memoria. Lo que nosotros pretendemos aquí es el desarrollo de esa atención concentrada que fotografía, por así decirlo, en la pantalla de la memoria hasta el mínimo detalle de lo que voluntariamente habíamos antes abarcado en el campo de nuestra visión. Pasemos ahora al control de la propia conciencia, cuyo secreto reside en aprender a disociar ésta del «vehículo» a través del cual funciona en un momento dado. 

Coloque el estudiante frente a sí una caja de fósforos vacía; forme luego un duplicado mental de la misma, utilizando esa sustancia plástica que es el pensamiento, y empiece a considerar dicha imagen desde varios puntos de vista. Puede figurarse que la observa desde arriba, desde abajo, etc. 
A continuación trate de meterse dentro de la caja. Si este proceder le parece curioso, recuerde que, aunque la conciencia debe servirse de algún tipo de vehículo, en el sentido de «manifestarse a su través», de por sí no está vinculada con ninguno. Por ello, tan posible es imaginar la propia conciencia ocupando enteramente una caja de fósforos como una catedral, ya que el tamaño de su vehículo acostumbrado, el cuerpo físico, carece en absoluto de importancia. 

No poca sabiduría se encierra en algunos cuentos escritos para niños. Por ejemplo, cuando la heroína de Alicia en el País de las Maravillas crecía o se achicaba según mordisqueara por uno u otro lado el hongo sobre el que se sentaba la oruga filósofa, no hacía sino experimentar lo que cada uno de nuestros estudiantes debe descubrir y practicar consigo mismo, aunque sea subconscientemente. 
Una de las más notables afirmaciones de los guías orientales de desarrollo mental es que la mente humana posee, aunque todavía apenas desarrolladas, todas las facultades que el hombre occidental ha conseguido hacer valer con sus instrumentos científicos. Se dice, por ejemplo, que en una mente ya muy desarrollada se dan poderes tanto microscópicos como telescópicos, sin más límites que los de ese desarrollo. Quienes hayan leído los relatos donde se describe la exhibición de estos poderes por ciertos yoguis de Oriente, dispuestos a mostrarlos a los occidentales, no tendrán dificultad en creer que el verdadero experto los posee efectivamente. 

Tales poderes, no obstante, se hallan por lo común muy fuera de nuestro alcance, al menos para la inmensa mayoría, pero los ejercicios arriba descritos para aprender a controlar la conciencia son, no cabe duda, una útil preparación con miras a esas aventuras mentales más difíciles. Como en el caso del ejercicio con la caja de fósforos, apréndase a trasladar la conciencia de un punto a otro por una habitación o una casa. Si asistimos a una conferencia, por ejemplo, imaginémonos de pie junto al conferenciante y contemplemos al público desde su punto de vista. Otra variante consiste en cerrar los ojos cuando se viaje en un tren u otro vehículo, tratando de persuadirse de que uno viaja en sentido contrario. A quien arguya que estos ejercicios le parecen triviales y hasta tontos se le responderá lo siguiente: o los puede o no los puede hacer con éxito; en este último caso, no tiene motivo para despreciarlos; y si de hecho le resultan fáciles, que prescinda de ellos y pase adelante sin tardanza. Aparte de enseñarle a uno a concentrarse, su valor radica en que tienden a acabar con esa actitud estrecha y egocéntrica de la mente, que es producto de la ilusión de poseer una conciencia individual, ilusión nefasta para un auténtico desarrollo mental. 

Los que se concentran en un diagrama o dibujo imaginado se topan a menudo con la dificultad de mantener la imagen quieta, sin alteración. Y se sienten incómodos al no poderlo conseguir. Unas veces la imagen se contrae o se dilata, otras se esfuma y reaparece alternativamente..., sin que estos movimientos puedan controlarse. Hasta llegar a dominar este fenómeno, será más prudente sustituir el diagrama por palabras, atendiendo no a su significado sino a las letras que las componen, o por simples caracteres, glifos, símbolos, etc., aunque de todos modos la imagen nos gastará siempre alguna jugarreta, pareciendo en ocasiones tener vida propia. 

Una vez más debemos recordar que el objeto escogido carece de importancia. Lo esencial es que la imagen permanezca clara e inmóvil en la mente. deliberadamente al origen de cada pensamiento intruso. Al hacerlo así, uno obliga a sus ansias y emociones reprimidas a comparecer ante el tribunal de la razón, donde, a la luz de un trío análisis, pueden destruirse inmediata y definitivamente, si no ofrecen excesiva complejidad o están demasiado arraigadas. No es prudente, empero, ponerse a «pensar hacia atrás» con vistas a rememorar vidas anteriores. En primer lugar, ello se traduce por una pérdida de energía y tiempo preciosos. Además, al concentrarse en extravagancias pasadas o acciones ruines, uno tiende a reproducirlas en su conciencia actual, resucitando así lo que es mucho mejor dejar enterrado. Toda nuestra atención debe volcarse en el momento presente. En cierto sentido somos, como lo demuestra la ley del karma, el producto de nuestros propios actos pasados, y por eso nos acercaremos bastante más aprisa a la Meta caminando siempre hacia adelante que parándonos a mirar hacia atrás. 

  En el color 

Éste no es, en realidad, más que otro ejercicio de visualización, pero merece clasificarse con todas sus variantes, en una categoría propia. Al no tener forma el objeto visualizado, el ejercicio resulta mucho más arduo que los hasta aquí descritos. Llevarlo a cabo con éxito revela ya un grado considerable de desarrollo mental. Se trata de inundar el campo de visión de la mente con alguno de los colores elementales, para poco a poco, a través de los diversos matices y combinaciones, ir pasando hasta otro color elemental. Supongamos, por ejemplo, que uno quiere pasar del azul al amarillo. Comenzará por cerrar los ojos y visualizar el azul, no una cosa azul, sino el propio color azul. 
A continuación intente añadir a ese azul el amarillo, viendo como el primero se torna cada vez más verdoso. Esto debe hacerse no por partes aisladas, como si el azul fuera cubriéndose de manchas o lunares amarillos, sino imbuyendo simultáneamente y por igual todo el color. 

Prosígase así, dando al azul una tonalidad más y más verde hasta llegar al punto medio, donde la conciencia se ve como sumergida en un verde vivo. Durante todo el tiempo del ejercicio, recuérdese que, a la mínima aparición de una cosa o forma verde o de cualquier otro pensamiento que no sea el verde mismo, en abstracto, hay que empezarlo todo de nuevo. Se continuará después del mismo modo, naciendo ese verde cada vez más amarillento y pasando por todos los matices hasta transformar el color que primero fue azul y luego verde en amarillo total, sin tacha ni imperfección que recuerde en manera alguna el azul primitivo. Por último, si así se desea, puede invertirse el proceso pasando del amarillo al azul a través del verde. Al igual que con la vista, es posible utilizar procedimientos análogos con los demás sentidos para ejercitarse en la concentración. 

Demos, por ejemplo, una nota musical en el piano. Restablecido el silencio, retengámosla en la mente el mayor tiempo que podamos. Más adelante, la nota se imaginará desde el principio, sin ayuda del instrumento, y el ejercicio podrá repetirse con distintas variantes. Si uno entiende de música, represéntese un acorde algo más complejo, una vez haya logrado éxito con la nota sola, y trate de oír por separado las notas o elementos que lo componen. Puede también pasarlo al tono menor y luego proceder a la inversa, manteniendo siempre separadamente cada nota en su oído mental. Lo mismo puede hacerse con el sentido del tacto (por ejemplo, imaginando una temperatura determinada, elevándola gradualmente hasta un grado máximo de calor y regresando después, también poco a poco, al frío), el olfato y el gusto. El principio es idéntico en todos los casos: la atención ha de concentrarse en la sensación escogida, excluyendo todo otro estímulo sensorial, subjetivo u objetivo, y toda otra cosa o idea ajenas a dicha sensación. 

Resumen 

Para resumir esta primera parte de nuestro libro, proponemos al lector los siguientes puntos que debe tener bien en cuenta: 

1.- Hasta que la mente no haya sido plena y pacientemente entrenada en la concentración, es tanto inútil como peligroso ponerse a meditar. Inútil, porque sin la facultad de concentrar su pensamiento y enfocarlo del todo en un punto, como hemos visto, el estudiante no podrá nunca meditar con éxito. Peligroso, porque la aplicación, de energías indómitas y sin control a problemas espirituales es susceptible de provocar en el sujeto trastornos mentales, que a menudo se manifiestan también en el plano físico, degenerando en desórdenes corporales. 

2. La pureza de motivación es de extrema importancia, pues aun el más insignificante vestigio de egoísmo y vanidad equivale a una semilla pronta a desarrollarse con increíble rapidez, como una mala hierba, para sofocar la flor de una naciente espiritualidad. 

3. Cada hombre camina hacia la perfección por su propio pie. «Incluso los budas no hacen sino indicar la Senda.» No hay progreso alguno por intermediarios. Ni libros, ni cursillos, ni conferencias pueden jamás llegar a sustituir el esfuerzo personal. Recuérdese en todo instante la última prescripción del Buda: «Obra tu propia salvación con diligencia». 

4. Todo cuanto puede decirse o escribirse sobre el tema de la concentración se resume en tres palabras: «Comienza y persevera».

Christmas Humphreys

jueves, 18 de julio de 2019

REENCARNACIÓN Y EL VIAJE ASTRAL - OTRAS TÉCNICAS ASTRALES



Hay otras técnicas, que por su peligrosidad sólo las expongo a nivel informativo, pero sólo recomiendo la ya expuesta. Estas otras técnicas requieren ciertas condiciones de comodidad, como estar acostados en una colchoneta o una cama, una temperatura entre 15 y 20 grados, todo el silencio que podamos, que nada nos moleste, una técnica de relajación previa. Algunas de ellas son más técnicas de relajación que de proyección pero pueden servir:

1.- CONCENTRACIÓN CON UNA VELA

Sentado cómodamente en un sillón, a la luz de una vela, se busca la relajación mirando la llama hasta perder noción del entorno, como si la 89 vela fuese una extensión de nuestra propia consciencia. Mientras se repite la frase "Yo Salgo", se trata de proyectar el cuerpo Astral hacia la vela, tomando idea de que se está realizando en verdad. Se supone que esto ha de producir una salida en Astral, pero por lo general produce una Proyección Psíquica mediante el Chakra Frontal. En todo caso, es muy difícil salir en Astral o en Proyección Psíquica al primer intento, por lo que la práctica deberá repetirse cada día hasta lograrlo, para después analizar objetivamente la experiencia. De todos modos, tiene el riesgo de que la Voluntad "arranque" al cuerpo Astral, en vez de que éste se proyecte espontáneamente, lo que puede derivar en algunos problemas muy serios.

2.- AUTOIMAGEN PROYECTADA:

Se coloca un espejo de cuerpo entero y, a dos pasos de él, justo enfrente, un sillón cómodo y una mesita con una lamparita. Nos miramos en el espejo por la noche, a la hora en que normalmente nos vamos a dormir, después de un día de actividad. En este caso es muy probable que al ir a la cama caigamos directamente dormidos. Se permanece sentado, mirándose en el espejo, inspeccionándose como si fuese la primera vez que uno se ve. Es decir que se hace una imagen mental de uno mismo como si acabara de conocerse. Mientras tanto puede uno levantarse y caminar, como intentando conocer a quien tiene enfrente, repitiendo varias veces el propio nombre. Esto actúa con la fuerza del mantram, asociado a la imagen. Se intenta formar la idea de que lo que está vivo es la imagen, tanto como nosotros mismos. Durante unos diez minutos hay que hacerse a la idea de que la imagen es lo que vive y actúa. El practicante vuelve a sentarse, se relaja, apaga la luz y se supone que se producirá la separación del Astral, porque lo hemos "proyectado" hacia el espejo. No he realizado esta práctica porque no he tenido necesidad, pero me parece algo riesgosa, porque sí he practicado hace muchos años otra similar, con un serio riesgo y cierta impresión desagradable.

3.- TÉCNICAS POR ESTÍMULO DE LA IMAGINACIÓN

A) ELONGACIÓN ASTRAL:

En cualquier posición muy cómoda, se trata de producir una descoincidencia entre los cuerpos (el Astral y el físico), por partes separadas. Se imagina uno cómo las piernas son más largas, sintiendo que en realidad es la pierna Astral la afectada. Luego con los brazos, se los siente torcidos, hacia abajo o arriba, mientras el físico queda inmóvil y sin el menor esfuerzo o reflejo muscular. No es muy peligrosa esta práctica, pero es preciso una gran concentración. 

 B) LA PUERTA: Se permanece acostado como para dormir, pero se imagina uno que está saliendo por la puerta del dormitorio, y así se hace tantas veces como sea posible antes de dormirse. Esta técnica casi no reviste peligro, pero aunque muy probablemente ocurrirá que se saldrá en Astral, lo difícil es que se conserve la consciencia onírica. Es decir que será raro recordar la experiencia, porque no se tendrá consciencia de haber salido en Astral. 

C) LA CUERDA: Se trata de imaginar, en la misma situación previa a dormir, que se ha lanzado una cuerda desde el cielo y se saldrá del cuerpo ayudado por ella, aferrándose a sus nudos. El resultado será más o menos como en la anterior. 

4.- TÉCNICA DE SATURACIÓN MENTAL 

Consiste en mantener una constante relación de la mente con el tema propuesto de salir en cuerpo Astral. Algunos lo hacen leyendo durante muchos días, sólo literatura que trate sobre el particular, pero esto tiene poco de serio y más tendencia a producir desvíos por desinformación. La Técnica de las Cuatro Preguntas y la disciplina diaria para hacerlas cada dos horas, forma parte implícita en esta técnica, pero sin riesgos de desvaríos por falsa literatura. 

CONSCIENCIA Y MEMORIA ONÍRICA 

Consciencia onírica y memoria onírica (o sea durante el sueño) son cosas diferentes. El desarrollo de ambas es importante para el discípulo que quiere Trascender, no se trata de algo muy difícil ni complicado. Sólo es preciso realizar la rutina o disciplina que se describe en las indicaciones para realizar el viaje Astral. Veamos algunas cuestiones estadísticas. 

a) La gran mayoría de las personas no tienen más que un poco de memoria, recordando sólo el último tramo del sueño de unos minutos, antes de despertar. Prácticamente, ni conciencia ni memoria onírica. 

b) Pero hay un porcentaje pequeño de personas que recuerdan todo, aunque durante el sueño en si, apenas si tienen poca o ninguna consciencia de que están soñando. Entonces si tienen pesadillas sufren mucho aún después de despertar, por la impotencia y hasta miedo de dormirse. Estas tienen memoria onírica, pero no consciencia onírica. 

c) Unas muy pocas personas tienen conciencia plena mientras están soñando aunque no recuerden nada al despertar. Estas tienen consciencia onírica pero no memoria onírica. (Mi caso particular, aunque conservo bastante memoria si me programo para ello).


d) Y ya en el terreno de lo excepcional, aunque quizá no tanto, pero no se puede hacer una estadística firme, están los que tienen consciencia y memoria onírica total al mismo tiempo y siempre.

La Catarsis psicológica muchas veces se extiende al tiempo de sueño, cuando se ha entrenado a la mente para la autovigilancia constante. Ello acentúa la memoria onírica, por lo que se puede determinar con extraordinaria precisión algunas actividades Astrales y en general obtener mucho provecho de esas vivencias. El hecho de que la consciencia (el Ego) controle las actividades durante el sueño hasta cierto punto, no debe generar cansancio, pues cuando el cuerpo realmente duerme, las funciones vitales se corresponden a la de cualquier persona dormida. La diferencia es que uno puede observar lo que ocurre en la mente, en el campo emocional, salir en Astral espontánea o voluntariamente, determinar cuándo se quiere despertar o decidirse a reposar en consciencia también, durmiéndose el Ego. Cuando se tiene sobre estas cosas cierto nivel de control y entrenamiento, pocas veces se sale en Astral, a menos que se haga conscientemente.

Ello es una ventaja porque se descansa más durante el sueño. Así y todo, puede salirse en Astral inconscientemente por algún razón que el Alma conoce, y aunque no se tenga conectada la memoria se obra con plena consciencia durante la permanencia fuera del cuerpo físico. Pero desde ya que una persona con consciencia onírica (tenga o no memoria) no ha de sufrir jamás pesadillas, o sólo las tendrá si está agobiado psicológicamente y su consciencia se adormece durante la vigilia, lo que la hará adormecerse también durante el sueño. Algunas personas dicen que no duermen nunca y están siempre "cansadas", porque nunca dejan de estar en plena consciencia. Sin embargo, curiosamente, son gente que no para durante todo el día, trabajando como el que más. En realidad el agobio surge por la reacción psicológica, en la creencia de que "necesitamos dormir".

La verdad es que sólo el cuerpo físico, el cerebro y parte de la mente necesitan dormir. El resto del conjunto no lo precisa. El Astral, cuando necesita hacer ciertos procesos de regulación, se duerme aunque estemos en una ocupación intelectual como escribir, conducir, analizar, labores mecánicas, etc., y este "sueño del Astral" no afecta en absoluto a los procesos de la consciencia ni de la mente. Por lo tanto las personas que dicen "no dormir nunca", en realidad duermen las partes que precisan dormirse y permanecen con consciencia onírica. Si tienen un poco de esta instrucción, bien podrían aprovechar esa ventaja innata, aunque no es conveniente ocupar esas horas de sueño en actividades mentales propiamente dichas, porque eso exigiría un movimiento general de la mente y se despertaría. Pero sí puede aplicarse ese tiempo para la propia catarsis y para ejercicios en el Astral.

EL TIEMPO EN EL ASTRAL

En Astral el tiempo es el mismo, aunque a la memoria cerebral le parezca diferente.
El cuerpo Astral es la "mente emocional" y ya sabe el Lector que un día muy feliz se hace un momento, una hora de angustia parece días, como cinco segundos mientras le están pisando un callo se hace una eternidad. En realidad el tiempo es el mismo y mientras más consciente se está en Astral, más se ajusta éste en la percepción, al tiempo material. O sea que mientras más consciente, el reloj cerebral se tiene más en cuenta y más afecta a los procesos orgánicos del cuerpo Astral cuando éste sale del cuerpo físico. Ten en cuenta que el Astral, siendo réplica exacta del físico, más otros órganos propios en exclusiva y ciertas funciones de la mente, es un cuerpo MATERIAL.

A pesar de sus escasos gramos (2,8 grs. en una persona de 80 kilos) no pertenece a ninguna "otra dimensión", salvo por la diferencia de cualidad vibratoria. Aunque atraviesa casi cualquier materia como si no existiese (salvo la plata, el acero de triple templado y algunos cristales minerales), está sujeto a la Ley de Temporalidad. Lo de "manipular el tiempo" es en todo caso una regresión, en la que intervenimos en la memoria del cuerpo Mental, aunque como es lógico se activen factores emocionales (del cuerpo Astral) y lo primero que se suele recordar -o al menos en relación a ellas- son las emociones. Otro asunto muy distinto es la entrada en el Askasis Planetario, o sea la "memoria magnética" del planeta. Pero esto no se hace con el cuerpo Astral fuera del físico. Les ha ocurrido a muchas personas en lugares de condiciones geomagnéticas especiales, como en las Pirámides, Machu Picchu, Stonehenge, etc.. No tiene nada que ver con el viaje Astral.

El viaje Astral, aunque nos desplacemos sin obstáculos, corriendo (pocas veces), volando (las menos) o instantáneamente (la mayoría), es en presente y la pérdida del sentido temporal sólo implica una distorsión en cuanto al cálculo. Por lo general, creemos haber estado horas y hemos estado minutos. Cabe destacar -para los que actualmente lo estén haciendo- que hay que tener cuidado con eso, porque si se sale dejando el cuerpo físico de espaldas, éste se enfría más rápido y pasados quince o veinte minutos (reales) se puede entrar en hipotermia, a menos que se esté bien abrigado. Cuando se tiene consciencia muy clara no existe este problema, porque sentimos todo lo que siente el físico.
El viaje Astral en sí no es difícil. De hecho la mayor parte de la gente sale cada noche.

El problema está en desarrollar la consciencia onírica, es decir: Mantener el contacto completo con el cerebro, para que éste pueda funcionar a pleno, con toda su capacidad de percibir, objetivizar, razonar y memorizar. En ese caso uno puede tomar decisiones razonadas en astral, a la vez que no pierde contacto visual, auditivo y olfativo con el plano físico, aunque no podrá "tocar" ni "gustar". Al desconectarse la mayor parte del cerebro, se tiene percepción únicamente del plano astral, funcionando muchas veces sólo el cerebro límbico. Por eso es común ver a las personas que han salido en Astral, totalmente dormidas, haciendo "tareas imposibles", cosas sin sentido, o que lo tienen sólo en su imaginación, aunque con el cuerpo Astral estén efectivamente moviéndose. Incluso "trabajando", de modo que se levantan más cansadas que cuando se acostaron. Por muchas razones es importante desarrollar consciencia onírica, aunque no se use para salir en Astral solamente.

La Técnica de las Cuatro Preguntas es, sin duda alguna, la mejor de todas. Permitirá tomar consciencia y saber cuándo se está soñando, cuando se está en Astral (generalmente ocurren ambas cosas para el viajero Astral inconsciente) o cuando se está haciendo una "Proyección Psíquica", que como he dicho ya, es un desplazamiento real de la consciencia pero no con el cuerpo Astral. Respecto al modo de comprobación objetiva, que muchos "escépticos" reclaman, ya he dicho antes cómo se hace. No cuesta nada, pero ha de hacerlo y probarlo cada uno por sí mismo. Hacer un experimento demostrativo (lo he hecho muchas veces) sólo alienta el morbo de los curiosos y llama la atención de gente muy desagradable, interesada en usar a los viajeros Astrales para fines espurios. No sé por qué resulta tan difícil a la mayor parte de la gente hacerse una disciplina diaria de ocupar cinco minutos cada dos horas.

EXPERIENCIAS ASTRALES HABITUALES

Casi todas las personas han tenido experiencias de desdoblamiento Astral con algún leve grado de consciencia, pero por lo general han sido desagradables, por cuanto además de los miedos, han sido estimuladas o producidas desde el mismo plano Astral por entidades, que generalmente no son precisamente buena compañía. Estos fantasmas aprovechan a sustraer energía vital, cuando pillan al sujeto con el cerebro en estado alfa, funcionando de modo estable. En realidad eso indica que la persona tendría propensión a salir fácilmente en Astral, pero como he advertido antes, es posible encontrarse a menudo con cosas desagradables, aunque si no se tiene miedos, se pueden alejar o combatir con relativa facilidad. En la mayor parte de los casos, basta utilizar algunos Arquetipos, dibujándolos en el Astral, para que toda entidad discordante salgo huyendo.

Al margen de esas cosas de baja calidad Astral, Seres, cascarones u otros elementos molestos -de baja vibración-, el miedo es el único problema, porque en Astral se puede combatir fácilmente ese tipo de entidades o ayudarles en su proceso evolutivo post-mortem (cuando se trata de personas muertas que no abandonan el Astral ni vuelven a encarnar, por pura ignorancia o por apegos psicológicos a personas, lugares y/u objetos). Los cascarones se pueden "quemar" muy fácilmente, siempre que no existan ciertas condiciones geológicas que los doten de alguna resistencia. Hay lugares específicos donde es muy difícil quemar cascarones o cualquier elemento Astral. La destrucción de estos restos Astrales no implica la muerte de nadie, puesto que se trata de un trasto abandonado. La manera de quemarlos -desde el Astral o aún desde el cuerpo físico, sin salir en Astral- es emitiendo una fuerte visualización de la Llama Violeta. A veces basta una visualización instantánea, a condición de que sea clara y segura, para que todo un ejército de estos fantasmas vacíos sea destruido.

En el último y menos deseable de los casos, se puede "quemar" el cuerpo Astral de una entidad, si ésta, luego de intentar convencerle de abandonar sus pretensiones y molestias, sigue obrando en perjuicio de los encarnados. Es lamentable porque en vez de aprovechar para encarnar inmediatamente, tendrá la "Segunda Muerte" yendo al Devachán en casi todos estos casos, con los riesgos y demoras evolutivas que ello implica. Pero así y todo, encontrarse con estas entidades en Astral es tan normal pero a la vez tan poco común, como encontrarse con un perro agresivo andando por la calle. Puede ocurrir y de hecho le ha pasado a mucha gente, pero no es lo más habitual. En todo caso, lo del perro sí que es más peligroso para nuestra persona; pero al igual que ocurre con la cuestión Astral, nuestro miedo o la ausencia de él determinará lo que ocurra... Para combatir cualquier entidad, por poderosa que sea ésta, sólo hace falta un poco de conocimiento, pero sobre todo, un poco de experiencia, que únicamente se obtiene por uno mismo, sabiendo que la materia Astral tiene una serie de reacciones a la orden de la consciencia, muy diferente que con la materia palpable.

Cabe mencionar sobre esta posibilidad de destrucción de un Astral desencarnado, la excepción de los cuerpos Astrales que tienen mucho Vraja Rojo, los cuales no corresponden a Seres ni temibles ni molestos, sino a Magos, personas de elevada consciencia, llamadas "Champiwilkas". En todo caso, el encuentro en Astral con uno de estos Seres, equivale en lo físico, a encontrarse en la calle con un buen policía. Si uno no anda haciendo "brujerías" ni molestando a nadie, un "Champiwilka" puede enseñarnos cosas, protegernos, guiarnos o simplemente saludarnos. Por eso, no me cansaré de repetir que EL MIEDO, es el principal obstáculo para la actividad en Astral. Lo que sí es muy habitual ver en el Astral, son personas que están dormidas (si se sale de noche, claro), los elementales de las plantas (depende más de las estaciones del año, cambios climáticos y las lunaciones, que de los ciclos diurnos) y de algunos animales.

No quisiera entrar en una descripción de los elementales, que cada uno debe aprender a ver por si mismo, pero también es preciso advertir al neófito que no es raro encontrarse con grandes felinos en Astral, que en realidad son nuestros mansos y mimados gatitos, cuyo doble etérico no sólo es entre tres y cinco veces más grande que el físico, sino que también "ensayan" a formar un cuerpo Humano, como lo hacen también los perros o los elefantes. De ese fenómeno derivan algunas leyendas como el Licántropo (Hombre-lobo) y los "hombres tigres" de África y América. Pero ya se trate de nuestras amadas mascotas o un león africano, en Astral no hay nada que temer de ellos. Un gran felino o cualquier otra bestia puede lanzarse contra el viajero Astral, siguiendo su instinto. 

El resultado, si se está dormido, será para el viajero una pesadilla, pero si se tiene algo de consciencia onírica ni siquiera será necesario despertarse volviendo al cuerpo. Bastará darse cuenta que no nos puede hacer daño y verá cómo las garras no rajan, los dientes no muerden y el confundido será el felino, que no comprenderá como un bocado tan especial le resulta inasible, intangible e imposible siquiera de tocar, interpenetrándolo y pasando de largo sin dañarlo. Aunque el ejemplo es válido en lo didáctico, sería muy raro en la práctica, porque la mayoría de los animales saben diferenciar el plano Astral, del físico. O sea que si paseamos en Astral por en medio de un grupo de leones, sería muy raro que uno de ellos -seguramente joven e inexperto- se nos echara encima para llevarse un chasco.
Otra experiencia que puede tenerse muy a menudo, es encontrarnos en Astral, dentro de nuestra casa, a un vecino que ha venido dormido o a cualquier otra persona.

En principio, conviene no agredirle intentando "defender nuestra propiedad", sino hablarle amablemente a esa persona, explicándole que está sólo con su cuerpo Astral y que no se debe entrar en ese estado en ningún sitio para el que no esté autorizado a entrar sin pedir permiso, igual que en el plano físico. Incluso los "Champiwilkas", con su inmenso poder y manejo del Astral, muy raramente entran sin permiso en algún sitio, a menos que se les conceda previamente una "autorización permanente", como hice yo con mi guía y maestro, que en realidad es simplemente un gran Amigo. Así y todo, jamás apareció ante mi durante alguna actividad íntima. Algo muy importante que este Amigo me enseñó durante los primeros contactos, es que jamás, por ningún motivo, debo confiarme plenamente a una entidad Astral, a menos que se trata de una cuestión muy clara y necesaria, donde no haya mejor opción que confiar.

Esto es así porque si a una persona encarnada, a la que podemos agarrar de las solapas si nos miente, no nos podemos confiar totalmente, cuánto menos a una entidad Astral, que puede ser inhallable en cualquier momento, por más entrenamiento que tengamos para movernos en Astral. Nuestro cuerpo Astral, por su maleabilidad en muchos sentidos, responde a nuestra consciencia inmediatamente, de modo que nos presentamos desnudos, vestidos con lo que querramos y con toda la gama de colores a nuestra disposición. También podemos cambiar de forma con un poco de práctica, aunque esto sí que requiere un gasto considerable de energía. De modo que confiarnos sin más de cualquier cosa que veamos en Astral, es simple ignorancia de las posibilidades. Lógicamente, mientras más experiencia se tenga en el Astral, hay cosas que no se nos escapan una vez reconocidas las diferencias. Hay personas que -estando muertas o sólo desdobladas- pueden simular un cuerpo de Vraja Rojo, pero el disfraz, por mejor visualizado que esté, tiene diferencias enormes con el verdadero Vraja Rojo, que es imposible de reproducir falsamente por la consciencia mejor entrenada en la visualización. Tiene una luz que le hace bien distinto, pero además, un disfraz no es así invulnerable. En una ocasión, cierta mujer con muchos conocimientos de estos temas, pero que los usa equivocadamente, quiso hacerme creer que tenía dicha condición.

El resultado para ella fueron varios magullones y azotes, que -hechos por mi con los elementos adecuados- se manifestaron en su cuerpo físico. Pagó con mucha vergüenza y un poco de dolor el tratar de engañar a un discípulo, que, si no muy avanzado, al menos ha salido del "primer curso" y se maneja bien en el Astral. Quién no respete las normas éticas en Astral, puede sufrir represalias iguales o peores que si las falta en lo físico, pero peor que las reacciones externas, son las propias, puesto que la personalidad se va descomponiendo, y el discípulo irrespetuoso puede perder rápidamente lo que tanto le ha costado alcanzar. Creerse "superior" a los demás porque se tengan ciertas facultades, es un craso error que se paga caro. Mientras más se sabe, mientras más se puede, mayores son las responsabilidades ante el Ser Unico, que somos en la Realidad Total, todos los Seres del Universo. La Consciencia Divina es UNA SÓLA. Y a la corta o a la larga, el esoterista que no medite lo suficiente en esto, ha de cometer errores que cuestan caros. Hay que respetar tanto la UNIDAD, como la DIVERSIDAD; ambos aspectos de Dios son reales, pero hemos de considerar a ambos con la misma importancia.

AFECTAR LA MATERIA DESDE EL ASTRAL

No es muy común que una entidad Astral logre afectar la materia, pero de hecho se han dado muchísimas situaciones esporádicas en que personas muy difíciles de sugestionarse han recibido sustos o -cuando menos- sobresaltos notables por haber sido tocados por "algo invisible". Más común es el fenómeno de diferencias térmicas. Como poder afectar en algún grado la materia desde el plano Astral, ciertamente se puede, siempre que estén dadas unas condiciones. Vemos algunas de ellas. 

1) Ha de tenerse un cuerpo Astral con una gran densidad de Vraja (materia astral propiamente dicha). Ello se obtiene mediante el Tantra. Es decir que la única vía de obtención del Vraja es la energía seminal sublimada. 

2) Se necesita cierto conocimiento sobre el modo de operar de las leyes físicas integralmente, para poder aplicarlas desde el Astral, por parte de un "viajero" o por parte de un desencarnado. 
El Vraja de por sí, siempre pasará a través de los objetos, pero puede, mediante la focalización de la conciencia, concentrada en un punto, generar una "onda de choque", es decir una combinación de cambios atmosféricos con ciertos impulsos emanados del propio Vraja. Cuando hablamos del Vraja Rojo, ésto no es una redundancia.

El Vraja PURO es rojo, pero la mayor parte de los cuerpos astrales tienen una mezcla de otras materias que hay que depurar. (Hablando ruda y claramente, "mierda" producida por los parásitos emocionales, que cagan como todo el mundo, puesto que procesan energía, que para el plano astral es "materia". Esa materia fecal de los parásitos emocionales es la que contiene los "gérmenes" del mismo parásito, por eso luego de una fuerte catarsis vuelven a aparecer una y otra vez, hasta que la mente aprende a eliminarlos apenas brotan). Una persona cuyo cuerpo astral es de Vraja Rojo, es alguien completamente depurado psicológicamente, lo cual ya es algo.

Cuando ese Vraja es "consistente", merced a un par o más encarnaciones con el mismo astral, puede -si tiene ciertos conocimientos incorporados en la memoria astral- mover objetos. A veces no importa demasiado (tratándose de objetos simples cuyo peso no exceda a lo que puede mover el cuerpo físico) cuán pesados sean éstos materialmente, sino el orden vibratorio de los mismos. Entre los más susceptibles de ser afectados desde el astral, están los vidrios y los cuarzos (440 Hz), y los metales no magnéticos, con excepción de la plata (muy pesada - ¡Pesadísima!- pero que no puede atravesar el cuerpo Astral). 

3) Téngase en cuenta que el desgaste energético producido por una acción de movimiento de materia físicamente palpable, es mayor que el desgaste producido por un viaje astral alrededor de la Tierra siguiendo las isogonas (líneas magnéticas mayores del campo magnético telúrico). Mover un vaso diez centímetros quizá equivalga a hacer un largo viaje Astral de Este a Oeste (o viceversa, digamos en sentido transversal a los meridianos).

Curiosamente, si el vaso contiene agua, será más fácil moverlo a pesar de la diferencia de peso.

4) Una persona física que sale en Astral, tiene más energía para estas travesuras que un muerto, puesto que dispone de una carga vital mayor y cuenta con la posibilidad (mediante el desarrollo apropiado) de transferir impulsos eléctrico-nerviosos al Astral. Esto es lo que saben hacer muy bien algunos médicos que hacen auténticas cirugías desde el plano Astral. Generalmente lo hacen con plena consciencia, pero no relacionada a la memoria cerebral.

5) Una pista para los prácticos: Puse cinco fichas de piedra (de un juego de Damas) bajo la cama, sobre una hoja milimetrada. Cuando tomé conciencia de estar en Astral, gracias al método de las Cuatro Preguntas, inmediatamente fui a moverlas. En mi primer experimento con estas piedritas, éstas se desplazaban en sentido contrario al que yo pretendía darles.

No tuve en cuenta que la "onda de choque" puede actuar en sentido inverso (como que es magnética) y la ficha se movía hacia mi mano. Unos minutos de práctica y quedé como si hubiera trabajado a pico y pala, abriendo una zanja de varios metros de largo por dos o tres de profundidad. Sin agujetas ni calambres, pero me tuve que quedar en la cama todo el día siguiente.

 6) Es más fácil, si se está muy consciente, sugerir a alguien en estado de vigilia, que haga el trabajo. Pero hacer cosas así implica invadir de alguna manera la intimidad de las personas, de modo que un encarnado ha de tener mucho cuidado con hacer experimentos de esta clase. 7) Usar cualquiera de estos conocimientos fuera de la Ética de la Consciencia, equivale a cometer un crimen, pero para el que no hay abogado (ni el "Abogado del Diablo") que nos libre de las consecuencias. 8) Podríamos decir que los cascarones Astrales no pueden mover objetos ni afectar directamente a la materia. Sin embargo hay al menos hay un caso en que lo que parece causar ciertos fenómenos llamados psicoplastias, son justamente cascarones Astrales y no entidades conscientes, aunque existen dudas. Veámoslo en el siguiente tema: Continuará...

Granada Ramiro