jueves, 20 de octubre de 2016

La Mente



¡Cuán extraordinaria es la mente! Tan vasta que Modo lo abarca, tan sutil que todo lo penetra. 
Su incremento no provoca el exceso; su disminución no provoca la carencia.
Silenciosa, funciona con espontaneidad; serena, responde con habilidad. Sin correr, es rápida;
Sin ir, llega a cualquier sitio. El lugar o la materia no pueden restringirla; las medidas y los números no pueden sondearla.

Está claramente allí, en medio de las actividades cotidianas, pero los estudiantes no logran verla porque están atrofiados por sus emocionales pensamientos, obnubilados por su afán de ganancia. En el aspecto sutil, viven coaccionados por la creación, la subsistencia, el cambio y la extinción; en el aspecto más burdo, viven coaccionados por la tierra, el agua, el fuego y el aire. Olvidándose de sí mismos, persiguen todo género de cosas; abandonan lo real y persiguen lo artificial. Y finalmente acaban desapareciendo de modo irrevocable, todas las personas son así.

Si logras disipar los velos de la mente, restablecer la raíz de la naturaleza y percibir con claridad la mente en medio de la vida cotidiana, en este caso las emociones, los pensamientos y los deseos, la creación, la subsistencia, el cambio y la extinción, la tierra, el agua, el luego y el aire llegarán a ser tus propias funciones sutiles.

Ch'ih-chueh

miércoles, 12 de octubre de 2016

Ojos y pie



Si sólo te entiendes a ti mismo, sin comprender el mundo que te rodea es que tienes ojos pero careces de pies. Si comprendes el mundo que te rodea, sin entenderte a ti mismo, tienes pies pero careces de ojos. 
En ambos casos sientes constantemente una vaga sensación en tu pecho. Ya que esa sensación anida en tu pecho, siempre sientes desasosiego, y te quedas atascado a lo largo del camino, ¿cómo puedes alcanzar la paz interior? Uno de los antepasados espirituales afirmó: 
«Si te aferras a ella, pierdes el equilibrio e inevitablemente te deslizas por un falso camino. Deja de aferrarte a ella, sé natural; la esencia nunca se va ni se queda».
Tsu-hsin

domingo, 9 de octubre de 2016

El descubrimiento de la mente

Los maestros se manifestaron en el mundo para ayudar a descubrirla, extendiendo una red donde recoger a los dotados de la más alta capacidad. Si consigues captar la esencial sutileza de los maestros, no tardarás en descubrir tu propia mente. Una vez tu mente está clara, la palabra «claridad» pierde el significado; es como un copo de nieve sobre una candente chimenea. Cuando alcanzas este estado, necesitas todavía purificarte y perfeccionarte durante largo tiempo para completar tu maduración. Una vez arraigadas las raíces, no hay necesidad de preocuparse por si florecen las ramas. Sólo entonces puedes resolver asuntos de importancia y asumir grandes responsabilidades. 

La vida y la muerte, la calamidad y la fortuna, no consiguen alterarte; aunque tu vida se desarrolle en la adversidad o la prosperidad, en el retraimiento o la expansión, en la actividad o la quietud, de cualquiera de las maneras das de lleno en la liana. En la acción, te adaptas a los cambios con intuitiva penetración y completa fluidez, sin ninguna atadura. 
En la quietud, eres claro y espacioso, iluminado e independiente, no te dejas aprisionar por ningún estado maravilloso. Esto es lo que viene a significar esta sentencia: 
«Soy capaz de vivir en cualquier tiempo y lugar». 

  Wu-chun

miércoles, 5 de octubre de 2016

Llega a la Raiz



Cada persona debería aclarar su propia mente, yendo a la raíz en vez de perseguir las ramas. Basta con llegar a la raíz para que las ramas vengan por sí solas. Si quieres llegar a la raíz, debes conocer tu mente. La mente es fundamentalmente la raíz de todos los fenómenos mundanos y supramundanos. Mientras la mente no se obsesione con la dualidad de lo bueno y lo malo, comprobarás que todas las cosas son esencialmente esto.
Ta-mei

sábado, 1 de octubre de 2016

TU MISMO



«Nues­tra mis­ión en la tier­ra es de­scubrir nue­stro pro­pio camino. Nun­ca ser­emos fe­lices si vivi­mos un tipo de vi­da idea­do por otra per­sona»
JAMES VAN PRAAGH

 ¿Hac­er lo que uno ama hac­er, o hac­er lo que el resto con­sid­era que debe­mos hac­er porque es mejor para nosotros? Lo primero, y aunque hayas de avan­zar en la más com­ple­ta soledad y no cuentes más que con el so­porte que tú mis­mo seas ca­paz de darte, y aun ar­rostran­do penurias y sac­ri­fi­cios, te col­mará de sat­is­fac­ciones. Lo se­gun­do, y aunque ten­gas mil apoyos que al­la­nen la di­fi­cul­tad del camino, te frus­trará, porque te hará es­cla­vo de una ex­is­ten­cia le­jana a tus de­seos, in­tere­ses e ilu­siones más puros y reales.

Hay ex­pec­ta­ti­vas aje­nas que al­gunos adop­tan co­mo propias, no sé si por con­formis­mo o por un in­com­pren­si­ble páni­co a de­sagradar. Y así, van eligien­do, por ejem­plo, no lo que les gus­taría es­tu­di­ar, sino aque­llo que sus padres de­ci­den por el­los que han de apren­der. Es­co­gen pare­ja en fun­ción del im­pacto, pos­iti­vo o neg­ati­vo, que cause en su en­torno o, in­clu­so, van mold­ean­do su carác­ter para en­ca­jar­lo en de­ter­mi­na­dos am­bi­entes, de­spre­cian­do y an­ulan­do su gen­uina for­ma de ser y con el afán de no de­sen­tonar con lo que otros es­per­an de el­los. ¿Pero quién es al­guien fuera de ti mis­mo, te planteo, para es­table­cer lo que debes o no debes ser, lo que has de es­tu­di­ar o no, o de quién o de quién no te has de en­am­orar?

Las eti­que­tas aca­ban por definir a quienes mar­can, y al­guien a quien se til­da de in­teligente o de bon­da­doso o de for­mal o de per­ver­so… o del con­cep­to, cualquiera que sea, que le haya endil­ga­do su en­torno, car­gará para siem­pre con ese es­tereotipo, a no ser que se re­bele y ha­ga al­go al re­spec­to.
El may­or peli­gro es que el pa­pel asig­na­do por otros re­sulte có­mo­do y no se pre­ten­da nun­ca romper la ca­de­na in­vis­ible que nos ata a esa per­son­al­idad ir­re­al: «¿Es­to es lo que quieren que sea? Pues bi­en, eso seré», dice aquel que se rinde y re­nun­cia a ser él mis­mo, plegán­dose al es­tereotipo que le ad­ju­di­ca el resto.

En el bosque, había un ár­bol tor­ci­do y un ár­bol rec­to. Ca­da día, el ár­bol rec­to decía al ár­bol tor­ci­do: «Mírame... Soy al­to y es­bel­to. Soy guapo. Mi­ra sin em­bar­go tú... tú es­tás por com­ple­to tor­ci­do y dobla­do; acaba­do antes de cre­cer. Nadie quiere verte». Y se cri­aron en el bosque ape­nas sep­ara­dos un­os met­ros el uno del otro. Un buen día vinieron los madereros y vieron jun­tos al ár­bol tor­ci­do y el ár­bol rec­to, y se di­jeron: «Corte­mos so­lo los ár­boles rec­tos y de­je­mos el resto». Así que los madereros trans­for­maron to­dos los ár­boles er­gui­dos en tablones de madera, palil­los de di­entes y pa­pel. Y el ár­bol tor­ci­do aún sigue ahí, ca­da vez más fuerte y ex­traño.

Tom Waits 

Y aho­ra y de­spués de leer to­do es­to: ¿vas a ser tú de una vez?

«Nor­mal no es na­da más que un ci­clo de una lavado­ra»

 Si eres ca­paz de ser so­lo tú mis­mo, no tienes com­pe­ten­cia. To­do lo que debes hac­er es in­cre­men­tar más y más tu es­en­cia. Es de­cir: ser más TÚ.Este mun­do puede lle­gar a ser cru­el y obli­garte a de­jar de ser tú para que quepas en él per­fec­ta­mente. ¡Nié­gate: haz que el mun­do quepa en ti!El mo­men­to en el que ya no te im­por­ta lo que otros pien­san de ti, em­piezas a ser tú mis­mo. Dibu­ja una línea y vive por enci­ma de el­la.Con­fía en ti. Pien­sa por ti. Ac­túa por ti. Habla por ti. Sé tú mis­mo. La im­itación es un sui­cidio.Te ten­tarán para que cam­bies a su mo­do. Te dirán que su opinión es la cor­rec­ta. Ser fiel a uno mis­mo es la prue­ba más difí­cil de la vi­da.Eres difer­ente, o sea, autén­ti­co y va­liente. Alé­grate; mien­tras mu­chos viv­en pen­di­entes de ser co­mo otros, tú vives pen­di­ente de ser co­mo tú.Es­cribirás a lo largo de tu vi­da al­gunos muy ma­los ver­sos. Te equiv­ocarás. Te ex­traviarás. No se tra­ta de ser sub­lime, sino de ser autén­ti­co.¿Para qué es­ta­mos en el mun­do? Para cam­biar­lo. ¿Có­mo? Sien­do nosotros el cam­bio. ¿Para qué? Para que cuan­do te vayas al­go sea difer­ente.Quién fuiste, quién eres y en quién te con­ver­tirás son tres per­sonas com­ple­ta­mente difer­entes. Nun­ca serás el mis­mo, aunque te parez­cas.Un mun­do difer­ente no puede ser con­stru­ido por gente in­difer­ente. Dé­jate ver y oír. Par­tic­ipa. Mues­tra tu apoyo o dis­cor­dia. ¡Im­plí­cate!

Ignacio Novo