sábado, 15 de junio de 2019

REENCARNACIÓN Y EL VIAJE ASTRAL - RECUERDOS DE ADOLESCENCIA



Al cumplir los trece años ingresé en la escuela secundaria y en el primer año tuve algunas experiencias askásicas, pero la primera con verdadera relevancia ocurrió en la clase de historia. 
Le dije a la profesora que el friso que habían dibujado en el manual, representando a dos hoplitas enfrentados y con una sóla polaina cada uno, era un error. - Se combate usando ambas piernas -le dije- y desproteger una equivale a dar un punto débil al enemigo, recuerdo que en una de las batallas lo que hicimos fue... Después de explicar durante un cuarto hora las razones por las que habíamos ganado una batalla los hoplitas atenienses y espartanos contra los persas que desembarcaron en Codoris para intentar por tierra llegar a Kalámata, la profesora me pidió que todo aquello se lo diera por escrito. Uno de mis compañeros me hizo una seña con el dedo en la sien, como diciéndome "chalado". En ese momento me di cuenta que estaba cometiendo una brutal anacronía. 

Estuve hablando en modo personal, contando lo que había vivido y cómo "habíamos", "fuimos", "hicimos", "luchamos"... Comprendí que no estaba diciendo nada estudiado ni leído, sino que se había tocado un tema en que mi memoria empezó a funcionar y perdí la noción de la diferencia cronológica... ¡ 24 siglos !. Así que con las experiencias de la infancia, me asusté porque pensaba que la profesora me pedía un escrito para mandarme directamente al manicomio. Ella hizo una breve exposición según el plan de estudio y terminó la clase antes de sonar el timbre. En la tarde comencé a preparar el escrito, que me ocupó casi hasta la madrugada y tuve que continuar en la tarde siguiente, cuidando de hablar de modo impersonal (una prematura y obligada aventura literaria de la que podía depender mi libertad y "normalidad" o la reclusión en un hospital psiquiátrico). 

En la clase posterior entregué a la profesora el escrito de unas veinte páginas mecanografiadas, y le dije con franqueza que si pensaba solicitar una revisión médica, por favor no lo hiciera. Con la misma sinceridad me dijo que lo había pensado por un momento, pero la finalidad del pedido del escrito era otra. Durante las próximas vacaciones se iría a Grecia a continuar unas investigaciones iniciadas el año anterior y lo que yo había dicho en la clase era demasiado interesante, exacto en lo que se sabe y completaría cosas que se desconocían. - No sé de dónde has sacado tanta información -me dijo- pero estoy segura que no aparece nada de eso en los manuales ni en libros en español. Has hablado como si estuvieras recordando todo y con una naturalidad espantosa. 

No creo en la reencarnación, pero he quedado impresionada y tus compañeros también. - Si, ya me tienen por loco. Pero mientras no se demuestre que lo estoy.... - Eso es difícil, pero no digas más nada a nadie de esas cosas. Puede que seas un mitómano y te estés montando una personalidad imaginaria, pero habría que ser un genio para hacerlo como lo haces. Voy a averiguar más cosas en Grecia y cuando vuelva hablaremos. - Muy bien, profesora. A mí también me dan algo de pánico estas cosas. No he leído nunca nada de los griegos, salvo las novelas de Homero y algunos escritos famosos como los de Platón, etc.. Pero nada sobre aquellas batallas, que aún recuerdo perfectamente. Además, fíjese que he puesto un mapa con algunas cosas que recuerdo. 

El mapa lo calqué del manual pero he puesto sitios que no figuran. En este, precisamente, podrá encontrar un friso enorme, parecido al de los hoplitas del manual, pero ahí están bien representados, con las dos polainas y no con una. Uno tiene espada corta a la cintura, un tridente y una red con anzuelos; el otro tiene una espada corta y escudo redondo y muy pequeño. La profesora tomó nota de estos últimos comentarios y dejamos ahí el tema, del que no volvimos a hablar. Yo estaba seguro de lo que recordaba, pero me atormentaba que la maestra no encontrara los datos que le di o no encajaran en la historia conocida. Poco después, durante las vacaciones me fui a pasar unos días a la casa de un Amigo donde trabajaba con mis pirámides. En aquel campo, en contacto con las piedras de un cerro ubicado en la misma propiedad, empecé a sentir una sensación intangible, como si alguien me acechara. Me mantuve en guardia pensando que me podía estar siguiendo un gato montés, aunque normalmente no son peligrosos, a menos que me acerque demasiado a un cubil donde haya crías muy jóvenes. Pero en vez de irme, seguí subiendo entre las piedras y de pronto tuve la sensación de que algo me atravesaba en el abdomen, causándome un dolor cada vez más fuerte. 

Una lanza o una flecha me había perforado y caí al suelo; sentía como la vida se me iba y repentinamente las ropas no eran las mismas. En vez que mis pantalones azules y la camisa de rayas, era una especie de bata de lana gruesa y tosca. Intenté entender lo que me estaba sucediendo y un pájaro que había hecho su nido en la escarpa, casi donde cayó mi cara, remontó vuelo. Creo que perdí el conocimiento por un rato, pero al despertarme no había allí ningún nido y mis ropas eran las propias, de pantalón y camisa. Me toqué el costado izquierdo del abdomen esperando encontrarme sangre, puesto que aún sentí dolor y la sensación de estar mojado con ella. Incluso era fuerte el olor de la misma, pero no toqué nada mojado. Me incorporé con dificultad y me di cuenta que había corrido cierto riesgo, porque no disponía de más un metro entre esas rocas, y hubiera podido rodar entre ellas unos cien metros. No tenía ninguna herida y el dolor empezó a irse, desapareciendo unos minutos más tarde. 

La sensación de soledad me volvió a la normalidad pero estaba muy asustado. Observé las piedras y comprendí que había un parecido enorme entre éstas y aquellas, cuando me perseguían... Y todo el resto del recuerdo se hizo patente, diáfano, como si hubiera ocurrido hacía un rato. En ese momento recordé que me habían llamado por mi nombre, pero era otro que no es el actual; yo huía en dirección a aquel hombre que me llamaba. Me había quedado durante una batalla, tras la línea enemiga y alguien me lanceó mientras intentaba llegar junto a mis compañeros. Me puse a llorar recordando que había dejado desesperados a mis amigos, impotentes para salvarme y -aunque no lo sentí cuando me desmayé- recordaba que mis últimas impresiones era el tropel de enemigos pasando sobre mi cuerpo moribundo. El recuerdo empezó a desvanecerse con todos sus dolores tras más de media hora en que el desconsuelo era apenas calmado por mi mente objetiva, que me decía que aquello no podía ser, que era una pesadilla y que estaba en la estancia de los padres de mi Amigo Rubén, quizá a miles de kilómetros y cientos de años de donde ocurrió aquello. 

Pensaba que si aquello había ocurrido realmente y yo estaba ahora aquí, seguramente estarían también mis amigos y mis enemigos... Pero algo me inquietaba más que eso: Que podía ser que yo estuviese loco, rematadamente paranoico, esquizofrénico o algo así. No tenía mucho conocimiento de psicología, pero con lo que había estudiado ya, sabía que la sensación de persecución que había sentido, si la contara, sería causa de un diagnóstico de complejo de persecución. Decidí callarme para siempre lo sucedido y esperaba que no se repitieran aquellas experiencias, que si bien habían sido simples las anteriores, podían convertirse en un martirio. No podía descartar que hubiese sido una pesadilla en estado de vigilia, producto de alguna película, de una insolación o algo por el estilo. De cualquier manera guardaría silencio y así lo hice hasta el día de hoy, salvo a unas pocas personas que creí en condiciones de comprenderme sin ponerme rótulos ni hacerme colocar una camisa de fuerza. Incluso entre muchos espiritistas encontré una gran suspicacia, incredulidad contradictoria con todo lo que proclaman y sostienen más como creencia que como saber. 

A poco de comenzar nuevamente las clases, tras los meses de vacaciones, por razones políticas y de huelgas de profesores, casi no había actividad escolar, así que me fui con unos compañeros al centro de la ciudad para tomar un café en el sitio de los "novilleros". Tuve una sensación que no podía definir, pero la incomodidad o incertidumbre de no saber qué me pasaba, me ponía de mal humor. 
Les dije a mis amiguetes que me iba a casa, pero empecé a deambular por las calles sin rumbo fijo. Seguía una especie de instinto pero con escasa consciencia de lo que me ocurría. Pensaba que algo me estaba preocupando demasiado, aunque no tenía motivos para ello, salvo las malditas "matemáticas modernas" que finalmente fueron un fracaso didáctico, porque nos cambiaban el sentido de las matemáticas hasta el absurdo. 

 Pero me daba cuenta que eso no podía preocuparme tanto. Finalmente me dirigí como un autómata a la calle de los cines y ante una gran cartelera se produjo la crisis a la que mi Alma me estaba llevando. La película "Spartaco" estaba de estreno. Corrí unos cuatrocientos metros, hasta donde se encontraban aún mis compañeros, y pedí prestadas unas monedas que me faltaban para completar la entrada al cine. Volví y entré momentos antes de empezar la película. El comienzo del filme fue poco impactante. Lo más fuerte parecía haber pasado, sin embargo empecé a notar algunos graves errores en la escena. Espartacus bajaba una montaña montado en un caballo que no era el que yo conocía, llevando un precioso escudo muy bien hecho, cosa que vi ridícula. Tampoco la espadita que llevaba estaba bien; había sido desechado el mandoblón que... En fin, mil detalles incorrectos. Me di cuenta que me estaba "haciendo mi propia película"... O estaba recordando cosas. Toda la historia estaba tergiversada. El Espartacus de la película era una farsa con la que se engaña a las multitudes, con más o menos intencionalidad arquetípica. 

En realidad el gladiador no tenía nada contra los romanos en la historia real y muchas veces fue ayudado por las tropas romanas, a fin de liberar esclavos sometidos por los fenicios, hebreos y otros pueblos, así como los caringios, que eran una horda de esclavistas remanente de los volkches, aplastados por los romanos un siglo antes y los cartagineses (especie de sucursal económica y política de Judea, dirigida en secreto por el Sanedrín), también anulados por Roma durante las guerras Púnicas. Se mezclan en los libros sobre Espartacus -que tras aquella experiencia devoraba con avidez, porque hasta entonces me era desconocido todo esto- una supuesta "esclavitud romana" con levantamientos y rebeliones exageradas como sombra chinesca, cuando en realidad fueron las mismas situaciones que se producen en las cárceles modernas, donde los presos hacen motines para escapar o para conseguir mejoras y reducciones de penas. 

Los "esclavos" romanos eran delincuentes de todas partes del Imperio, que en vez de ser mantenidos como a los actuales, se les ponía a trabajar, gozando de salarios según sus talentos, así como se les daba ocasión de reducción de penas si se enrolaban en los cuerpos de gladiadores -ya para el circo, ya para el ejército- y Espartacus jamás fue esclavo en Italia, sino en su Tracia natal, sometida por los caringios y liberada por Roma. Luego de una fuga cayó en manos de los traficantes hebreos, de los cuales también consiguió escapar dos años después. Fue recogido casi muerto de hambre por una centuria al mando de Tito Cosnia y llevado a Roma, donde recibió instrucción militar y pidió años después, bajo la gracia de audiencia por su destacada función como gladiador, un pase al ejército con independencia de acción contra los caringios, a los que debía la venganza por haber matado a su familia. Los pocos datos que la historia oficial asigna a Espartacus, son en realidad los de Silecio de Capua, un asesino cuya historia fue recogida por el hebreo Felipe Martio, nacido en Siria en 1512, cambiada por la de Espartacus y divulgada en una serie de escritos sobre Roma en su política sobre Judea. Aquel criminal Silecio de Capua, con unos cuantos ajustes y nombre cambiado, quedó como el héroe ante una historia viciada de falsedades. 

Del verdadero Espartacus, que consiguió -con algunas ayudas del Imperio- deshacer la mayor parte del tráfico de esclavos en la provincias menos vigiladas por Roma, sólo quedó el nombre mal usado. El que murió en Lucania en el 71 a. de C. fue Silecio y no tenía con él a más de mil amotinados. 
Es decir que las cifras de 100.000 hombres que alguna vez tuviera, o los 60.000 rebeldes que murieran no son más que cuentos de pastores hebreos, sin ninguna documentación válida. 
El verdadero Espartacus tampoco llegó a tener más de cinco mil soldados y muchos de ellos eran voluntarios romanos autorizados por Lucio Cornelio Sila Félix.. Una parte eran soldados regulares y otros eran oficiales con algún mérito, cuyo interés estaba en lograr la restauración de territorios en manos de hordas esclavistas al norte de la actual Grecia y la actual Serbia. 

Espartacus murió en un combate en la Provincia de Moecia, no muy lejos del lugar donde nació. Su muerte (en realidad la mía, con otro cuerpo) fue a causa de un espadazo que casi le partió desde el hombro a la cintura, y eso lo sufrí "en carne propia" mientras se proyectaba la burda película que ya no veía. Averiguar si todo eso había sido así realmente y confirmar la mayor parte de los recuerdos que tuve mientras veía en la pantalla la fantochada histórica de Kirk Douglas (muy buen actor y excelente intención, pero históricamente irreal), me costó cientos de horas de bibliotecas, consultas a historiadores, pedidos especiales a parientes en Roma para que registren los archivos históricos y en especial los antiguos partes militares, fuente fabulosa de datos auténticos. 

Pero finalmente sacar a la luz todo aquello implicaba problemas bastante graves, como la imposibilidad mediática y el descrédito por hablar de algo tan "loco" como recordar una vida anterior. En el propio entorno familiar ya tuve los primeros encontronazos y en la escuela teníamos una profesora suplente de la anterior, que aún no regresaba de Grecia. Cuando le expuse lo descubierto en los documentos y libros, evitando de hablar sobre mi experiencia, se le pusieron los pelos de punta y me trató de demente. La profesora titular -por suerte- apareció a mitad de año y lo primero que hizo, antes de presentarse al colegio, fue llamarme por teléfono a la secretaría, para pedirme que concurriera a su casa en cuanto pudiera. La sorpresa para mí fue muy grata en la tarde del mismo día, porque justo pudo ella participar con un grupo de arqueólogos ingleses, de unas excavaciones cuando fue a averiguar cosas a Kalámata. Había podido confirmar que la población de Codoris, que no existía en ningún mapa, existió, pero como Codornus, según unas inscripciones latinas en una losa de una casa -posiblemente consistorial y posterior a los acontecimientos que yo recordaba- pero lo mejor vino con unas fotos que lamento no haber guardado: Hallaron a más de dos metros bajo tierra, en lo que habría sido el sótano de un gimnasio, un friso exactamente como lo recordaba y describí muchos meses antes, de algo más de tres metros de largo por uno veinte de ancho, labrado en altorrelieve sobre mármol. 

Tanto mi querida profesora como yo lloramos juntos. Se convenció de lo que yo recordaba no eran locuras ni había podido saber mediante libro alguno sobre aquellas cosas, que estuvieron más de dos milenios sepultadas. Cuando empecé a contarle lo que había experimentado cinco meses antes y las cosas que acababa de averiguar respecto a Espartaco y Silecio de Capua, me pidió que esperase. Preparó un grabador y una máquina de escribir estenográfica (que conocí en esa oportunidad). 
Lo escribió todo y no sé si habrá podido publicar algo al respecto. Ella misma me advirtió que divulgar esas cosas es -además de difícil bastante peligroso. Hay demasiados intereses en juego que se verían afectados por las menores modificaciones en la "historia oficial". 

No lo comprendí en ese momento, pero no tardé mucho en entenderlo. Había tenido mis primeros recuerdos askásicos comprobados científicamente, mediante la investigación profunda de la historia en base a toda clase de documentación, confirmando que mis recuerdos eran absolutamente exactos y no meras ensoñaciones de un loco. Aún hoy, ante muchas personas es imposible hablar estas cosas y salir "ileso" moralmente. Por eso recién ahora, a mis casi cincuenta años, bajo el auspicio de estos duros tiempos apocalípticos donde nada se esconde a quien quiera ver, vengo a escribir estas cosas con intención de publicarlas. Para que aquellos que como yo, hayan tenido o tengan experiencias askásicas, puedan manejarse con cordura y objetividad, sin traumas y sin los sufrimientos que he debido arrostrar por estas cuestiones. También he repasado toda mi vida mediante técnicas de Dianética (sin relación personal alguna con la religión de Cienciología que la auspicia y comercializa). 

Esta disciplina desarrollada por Ronald Hubbard y un numeroso equipo de investigadores, desde antes de la IIª Guerra Mundial, es una maravilla que puede estudiar y desarrollar cualquier persona mediante un par de años de estudio intensivo y sin tener que ir a ningún colegio ni iglesia. Lo mejor que tiene en cuanto al tema de la reencarnación, es que permite descubrir todas las causas ocultas de muchos problemas psicológicos, recuerdos de infancia e incluso prenatales, consiguiendo así descartar todas las posibilidades de que un recuerdo askásico sea falso, o sea originado en la imaginación o en un engrama. Así pues, casi todos mis recuerdos han pasado por los filtros más exigentes y exactos. 

IMPORTANTE: Jamás te expongas a una hipnosis regresiva por pura curiosidad, y menos aún con “auxilio” de drogas. Ni siquiera con la experta dirección de un chamán puro de la selva, se consigue algo válido respecto a encarnaciones anteriores, a menos que exista algún trauma muy especial que no es posible curar con todo el arsenal psicológico actual. Un avance que tendrían que considerar los practicantes de Dianética, es que no sólo es posible extraer recuerdos emocionales, sónicos y visio (visuales) prenatales, sino también de vidas anteriores. Se dará un caso probablemente entre muchos miles, pero los hay, como el mío, que pude verificar muchas veces mediante el más estricto cartesianismo, empezando por esta profesora, a la que omito nombrar para evitarle problemas, y otras personas que han sabido escucharme y analizar objetivamente, siempre recomendándome la prudencia que ha sido necesaria hasta ahora. 

Al comentar lo sucedido a algunas personas en la Escuela Científica Basilio, donde aún concurría, tuve al menos la comprensión necesaria porque entendían perfectamente lo que me ocurría y me confirmaron que no estaba loco sino con recuerdos reales de vidas anteriores. A pesar de ese apoyo que me aliviaba por una parte, me metieron más miedo del que tenía, con sus advertencias de que podía ser muy peligroso pero nadie sabía qué hacer para evitar esas experiencias.

Ramiro de Granada

1 comentario:

  1. Impresionante! Me encantaría tener alguna experiencia similar. Creo q en sueños muy vividos he experimentado algo parecido. Pero no sé si es real.
    Muxhaa gracias por compartirlo

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